Robert Oppenheimer fue un gran admirador y amigo de Neils Bohr. En la última película de Christopher Nolan vemos cómo, cuando todavía era un estudiante, acudió a una de las conferencias de Bohr, haciéndole, según reconocería el físico danés, la única pregunta interesante del público. Más tarde, Oppenheimer le contaría todo lo ocurrido en el Proyecto Manhattan. Su confianza en él era tal que atrajo la atención de Leslie Groves, quien en la película le pregunta por qué es un científico tan importante. A eso, Oppenheimer confiesa que había sido el único físico capaz de demostrar a Einstein que se equivocaba. Y es cierto, pues puede que esa conversación entre el físico y el militar nunca existiese, pero sí que es verdad que existió un intenso debate entre Einstein y Bohr en el que el segundo demostró al primero que no tenía razón.

En aquella época, para muchos Einstein era el físico más importante del mundo. Por eso, que Bohr lograse pillarle en un renuncio, fue algo de lo más impactante. Pero en realidad no fue un simple momento de debilidad. Durante el Congreso Solvay de 1927, Einstein y Bohr iniciaron un debate que aún sigue vigente a día de hoy.

Con él prácticamente surgieron dos equipos de físicos y filósofos. Por un lado,estaban  los conocidos como realistas, que se posicionaban a favor de Einstein. Entre ellos hay nombres tan importantes como Erwin Schrödinger, Louis de Broglie o Hugh Everett. Y, por otro lado, los antirrealistas. Estos estaban a favor de las teorías de Bohr e incluían a físicos como Wolfgang Pauli, Max Born o Werner Heisenberg. Cabe destacar que no hubo un claro ganador. Que ambas teorías, cada una a su manera, tenía su parte de verdad, y que Einstein y Bohr fueron colegas que se respetaron durante toda su vida. Esta fue una simple disputa profesional, como tantas otras, pero encabezada por dos de las mentes más brillantes de todos los tiempos.

Realismo vs antirrealismo, una batalla previa a la historia de Oppenheimer

Aunque el concepto de realismo y antirrealismo en la historia de la ciencia es mucho más antiguo, alcanzó su gran auge cuando comenzó a hablarse de física cuántica.

Por un lado, y a muy grandes rasgos, Einstein consideraba que los parámetros asociados a la física cuántica podían medirse directamente a través de las matemáticas, tomando valores concretos. En cambio, Bohr, junto a Born y Heisenberg postuló algo conocido como interpretación de Copenhague, donde hablaba más bien de probabilidades. Es decir, no se pueden atribuir valores definidos a propiedades del sistema cuántico, como la posición o la velocidad del electrón, hasta que no se hayan observado. Esto significa que, a falta de un observador, existe una complementariedad, en la que pueden tener dos valores a la vez. Como mucho, se podría calcular la probabilidad de que se obtenga un valor u otro.

Fue en un debate sobre este último aspecto en el que Einstein pronunció su famosa frase “Dios no juega a los dados”. Esta, de hecho, también aparece en Oppenheimer, en una conversación entre el director del Proyecto Manhattan y Lewis Strauss.

Se han dado muchas interpretaciones equivocadas a esta frase. Algunas apuntan a que Einstein era un ferviente creyente en Dios y que se oponía a las teorías evolutivas de Darwin. Pero nada más lejos de la realidad. Simplemente, quería sostener que la física cuántica no puede estar hecha a base de probabilidades.

Cuando Schrödinger tomó el partido equivocado entre Einstein y Bohr

Schrödinger desarrolló su famoso experimento mental del gato de en la caja para intentar mostrar la inconsistencia de la complementariedad y el principio de incertidumbre enunciado por Heisenberg.

En este experimento, se describe una caja opaca en la que hay un gato y un frasco de veneno. Este tiene sobre él un martillo, asociado a un detector de electrones. Todo comienza cuando se bombardea la caja con electrones. Si impactan con el detector, este activa el martillo, que rompe el frasco, liberando el veneno y matando al gato. En cambio, si el electrón toma otro camino, el gato permanece vivo.

Básicamente, se estaría llevando la física cuántica al mundo macroscópico para que se comprenda mejor. Si la física funcionase tal y como describieron Heisenberg y Bohr, hasta que se abra la caja, el gato estaría vivo y muerto a la vez. Esto es así porque no se puede saber qué hace el electrón hasta que se observe. 

Aparentemente es ridículo. No obstante, con el tiempo se ha logrado reproducir este experimento en condiciones cuánticas. Los cálculos no fallaban, por lo que a Schrödinger no le quedó más remedio que reconocer que, quizás, Bohr y Heisenberg tenían razón.

oppenheimer
Oppenheimer admiraba tanto a Einstein como a Bohr, pero reconoce que Bohr fue el único de demostrar que Einstein se equivocaba.

Batalla de acertijos entre Einstein y Bohr

Tanto en el Congreso Solvay de 1927, como en el posterior, celebrado en 1930, Einstein se dedicó a acudir a las reuniones ajenas a las conferencias, celebradas en restaurantes y cafeterías, con problemas que pretendían demostrar que sí se pueden calcular los parámetros cuánticos de una forma certera, mediante matemáticas. Sin embargo, Bohr siempre encontraba algún resquicio por el que se confirmaba su interpretación de la física cuántica. Normalmente no lo hacía en el momento, pero si leía el problema en la comida, tenía la respuesta para la hora de la cena.

Solo hubo uno en el que tardó algo más de un día. Sin embargo, cuando Einstein ya se sentía victorioso, Bohr demostró que, en realidad, el problema del alemán no se sostenía porque no había tenido en cuenta su propia teoría de la relatividad.

Por lo tanto, sí, Bohr señaló en varias ocasiones que Einstein se equivocaba. Pero nunca dejó de admirarlo. Como Einstein, a pesar del empecinamiento en contradecirle, nunca dejó de sentir respeto y admiración por Bohr. Siendo este un tema que se ha vuelto a poner sobre la mesa en una película sobre la guerra, es inevitable pensar que, ojalá, las discrepancias que llevan a los conflictos bélicos se resolvieran como lo hicieron Einstein y Bohr. Vista la película, seguro que Oppenheimer también lo hubiese preferido.