“Los colores no existen”. Cualquier amante de la divulgación científica española conocerá esta frase y la relacionará rápidamente con Conchi Lillo, la neurocientífica riotinteña especializada en visión, autora de Abre los Ojos.

Publicado bajo el sello de la Editorial Next Door Publishers, este libro hace un recorrido de lo más exhaustivo por los datos más curiosos sobre el sentido de la vista. Desde la forma en que vemos los colores hasta la visión de los animales, pasando por cómo ha modelado el arte la visión de los artistas y también de los espectadores.

Todas estas historias forman parte de un libro muy visual, repleto de ilusiones ópticas, pero también muy musical. Y es que cada apartado viene acompañado de un verso extraído de una canción que, de un modo u otro, se relaciona con la visión, en la mayoría de casos con el contenido de ese apartado concreto.

¿Por qué no existen los colores?

Como bien dice en su libro Conchi Lillo, si los colores fuesen algo fijo, todos los seres vivos veríamos los mismos. No obstante, sabemos bien que no. En su último capítulo habla también de la visión de los animales, pero no es necesario leerlo para saber que hay animales que ven una gamas de colores muy amplias o muy escuetas. Los seres humanos no somos ni de lejos los que más vemos.

Y esto se debe a que, en realidad, lo que hacen nuestros ojos es detectar diferentes longitudes de onda del espectro electromagnético. Cuando la luz se refleja sobre una superficie, entra en nuestros ojos y se dirige a los fotorreceptores ubicados en la retina. Allí, interaccionan con ciertas proteínas que procesan la información y, a través del nervio óptico, la envían al cerebro, que se encargará de traducirla en lo que vemos. 

Esa composición de fotorreceptores y proteínas es diferente entre especies, e incluso entre individuos, de ahí que no veamos todos igual, a pesar de que la luz y los objetos sobre los que incide sean los mismos. 

Pensar en esto antes de hablar sobre visión es importante, de ahí que la autora de Abre los ojos use siempre esta frase en sus charlas. Y es que, según ha explicado a Hipertextual, es una forma de que cada uno nos alejemos de lo que vemos y entendamos que cada individuo tiene una forma diferente de ver el mundo. “Eso de que los colores no existen es un poco como para romper el molde, para decir que lo que tú estás viendo no tiene por qué ser exactamente igual que lo que esté viendo otra persona”, relata. “En el libro intento plasmar eso, que cada uno de nosotros, no solo como seres humanos, sino como seres vivos, vamos a percibir el mundo de una forma muy particular”.

Abre los ojos
En 'Abre los ojos' se pueden leer muchísimas curiosidades sobre la visión, no solo lo relacionado con el arte.

La visión en el arte

Es justamente esa manera diferente de ver el mundo la que ha permitido a muchos artistas tener un estilo tan particular. Y es que, para entender el arte, es esencial la ciencia, tanto en lo concerniente a la visión como en otras áreas.

Conchi Lillo habla en su libro de cómo el arte experimentó un cambio radical cuando los pintores comenzaron a estudiar física y matemáticas. Esto les permitió trabajar con la perspectiva y la profundidad y hacer obras mucho más realistas. Pero, además, el conocimiento de cómo funciona nuestra visión les enseñó a engañarnos para que viéramos en sus obras lo que ellos quisieron que veamos.

Eso era una manipulación consciente del arte. Pero también existía la manipulación inconsciente, cuando los artistas pintaban lo que veían, pero aquello que veían estaba viciado por un problema de visión. En su libro, Conchi Lillo cita ejemplos como el de Edgar Degas, Claude Monet o Mary Cassat.

Retinopatías, degeneración macular, cataratas o una ceguera casi completa alteraron la visión del mundo de estos pintores. Pero ellos no se amedrentaron por los obstáculos de su visión, sino que decidieron regalar al mundo la visión particular con la que lo veían. ¿Pero solo plasmaban lo que veían o se podría decir que la pérdida de un sentido potencia el sentido artístico? Para Lillo, la respuesta es un sí rotundo. “La gente que va perdiendo la visión, sobre todo si es de forma paulatina, intenta poner todo su interés en captar la realidad con el resto de sentidos, así que los potencian y descubren cosas que hasta ese momento para ellos eran desconocidas”, explica. “La audición se agudiza, el tacto también… Incluso hay gente que empieza a tocar el piano de oídas”.

De hecho, esta agudeza de los sentidos no solo les permite hacer arte, sino experimentarlo. Por ejemplo, en España la ONCE tiene el museo tiflológico. En él, las obras están representadas con relieve y en 3D para que las personas invidentes puedan percibir el arte de primera mano, sin que se lo tengan que contar. “Es otra forma distinta de percibir el arte”.

Y esto no hace solo referencia al sentido de la visión. Beethoven fue capaz de componer bellas sinfonías completamente sordo. E incluso dentro de la pérdida de la vista, no solo se hace referencia a los pintores. De hecho, en el libro, Lillo cuenta también el interesante caso del fotógrafo ciego Evgen Bavcar.

Ni arte sin ciencia, ni ciencia sin arte

Este es un libro lleno de ciencia, pero también de arte. En todas sus formas. Y es que ya hemos visto que la ciencia ayuda a los artistas a engrandecer sus obras. ¿Pero pasa lo mismo a la inversa? ¿Es necesario el arte para la ciencia? Lo cierto es que puede parecer menos intuitivo; pero, al menos para Conchi Lillo, sí que lo es.

“Puede haber arte detrás de la ciencia. Por ejemplo, Santiago Ramón y Cajal, tenía un arte en sus manos increíble, los dibujos que él hacía de lo que veía a través del microscopio son impresionantes. Todos los discípulos que siguieron su escuela tenían una forma muy artística de plasmar la ciencia. Y es que, si unes la ciencia y el arte, al final todos ganamos, porque casi todo el mundo tenemos cierta percepción o sensibilidad hacia el arte. De hecho, más hacia el arte que hacia la ciencia, así que si unimos las dos cosas es mucho más probable que podamos difundir la ciencia”. 

Conchi Lillo, neurocientífica y autora de 'Abre los ojos'.
Conchi Lillo
Conchi Lillo, autora de 'Abre los ojos'.

La música de la visión elegida por Conchi Lillo

Algo muy curioso de Abre los ojos es que cada apartado de cada capítulo comienza con un fragmento de una canción. Esto no es para nada algo que se haya metido con calzador, sino que surgió de una forma muy orgánica. “Yo escucho mucha música, soy muy rockera en general, pero escucho de todo”, nos cuenta Lillo al otro lado del teléfono.  “También soy muy coplera, soy andaluza, me he criado con esas cosas”.  Por eso, fue precisamente escuchando sus canciones favoritas cuando se dio cuenta de que transmitían mucho de lo que ella cuenta en su libro. “Me di cuenta de que, de forma natural, cuando estaba escribiendo un capítulo concreto decía ‘uy, esto lo he oído en una canción’”.

Así, decidió añadir esos curiosos encabezados.  “Hice como un click de que podía enlazar los capítulos con canciones”, continúa. “No todas las canciones tienen que ver con amor o desamor, hay muchas que tienen relación con el mundo de las miradas, los ojos, etc., porque el ser humano es un animal muy visual, nos dejamos guiar mucho por esas cosas”. 

Por eso, Abre los ojos es un libro que se lee, pero que también se escucha. De hecho, cuenta incluso con su propia lista de Spotify. Además, todo lo que aparece en este artículo es solo una pequeña muestra del amplio abanico de curiosidades sobre la visión que se pueden encontrar en sus páginas. No solo relacionadas con el arte, sino con muchas temáticas más. Lo que está claro es que, una vez que lo lees, vuelves a mirar el mundo con los mismos ojos, pero piensas mucho más en todo lo que te ha llevado a hacerlo.