Como cada verano de los últimos cien años, millones de personas en todo el mundo han empezado ya su obsesión anual por el bronceado. Hay quien simplemente se tumba bajo el sol, esperando que unas células de su piel, llamadas melanocitos, produzcan melanina a modo de escudo contra las radiaciones del astro rey. Otras personas, en cambio, optan por echar una mano a sus melanocitos con trucos como los autobronceadores y las cremas, aceites y pastillas bronceadoras.

Los autobronceadores dan un color tostado a la piel sin necesidad de exponerla al sol, mientras que los bronceadores necesitan del efecto de las radiaciones solares para dar lugar a una piel más morena. Ocurre lo mismo con las pastillas bronceadoras. Ahora bien, ¿hasta qué punto funcionan estas últimas?

Cabe destacar que las pastillas bronceadoras no son fármacos, sino suplementos alimenticios. Como tal, contienen ingredientes que podrían encontrarse en la alimentación, pero concentrados en una fórmula cuyo objetivo es, en este caso, obtener una piel bronceada. Y sí, es cierto que esos ingredientes tienen relación con la forma en que la piel reacciona a las radiaciones solares. En cierto modo, pueden ayudar a potenciar el moreno. Pero no son la panacea que nos gustaría.

La moda del bronceado a lo largo de los años

Hace unos cuantos siglos la moda era tener la piel más blanca posible. Una tez bronceada se relacionaba con el trabajo de los campesinos, por lo que no estaba bien visto entre personas con un alto estatus social. De hecho, tal era la obsesión por tener una piel pálida que muchos aristócratas se la empolvaban a diario para que luciera más blanca. En algunos países, como Italia, las mujeres se untaban la piel en arsénico, también en busca de la palidez. Obviamente no conocían sus efectos perjudiciales. Pero quizás si los hubiesen conocido también lo habrían hecho, no hay más que ver cuántas personas se ponen hoy en riesgo para tener un buen bronceado.

¿Pero por qué buscan ahora una piel morena? Hay varias razones, pero principalmente todo empezó con la famosa diseñadora francesa Coco Chanel. Hace ahora 100 años, Chanel volvió de unas vacaciones en la riviera francesa con su piel tostada por el sol. Después, sin el más mínimo atisbo de vergüenza, lució su tez bronceada en un paseo en yate por París y, con eso, ya estaba todo hecho.

El bronceado pasó de verse como algo negativo a convertirse en una nueva seña de estilo. La diseñadora había transformado la piel morena en una moda que llevó a las mujeres a practicar deportes al aire libre sin miedo al sol. Pero no solo eso. Muchas directamente empezaron a tomar el sol deliberadamente, en playas y parques, para tener ya no solo la piel de Coco Chanel. También la de la famosa actriz Josephine Baker, cuya piel de color caramelo se había convertido en la envidia de mujeres de todo el mundo. También los hombres comenzaron a buscar una piel más morena y, poco a poco, los bronceadores, fabricados a base de aceites, se convirtieron en el producto básico de cualquier neceser de viaje.

No se tenían en cuenta los peligros del sol

Las radiaciones ultravioleta del sol provocan mutaciones en el ADN de las células de la piel que, a la larga, pueden provocar manchas, arrugas y, lo que es muchísimo peor, cáncer de piel. Los sistemas de reparación de ADN de nuestro organismo solucionan parte de estas alteraciones, pero no llegan a todas. Por eso, las células de la piel cuentan con otro sistema de defensa, que consiste en producir un pigmento oscuro, llamado melanina, que absorbe esas radiaciones, antes de que lleguen al ADN. Por lo tanto, cuando nos ponemos morenos, en realidad se trata del resultado de nuestra piel lidiando contra unas radiaciones que pueden hacerle mucho daño.

El problema es que tampoco la producción de melanina es suficiente si nos exponemos demasiado tiempo al sol. Llega un punto en que los melanocitos no dan abasto. Ahí empiezan a producirse las quemaduras que demuestran que el daño ha calado dentro de las células. 

Por lo tanto, cuando aquellas personas hace un siglo buscaban ponerse morenas pasando horas y horas al sol, estaban comprando muchas papeletas para un cáncer de piel. Lo mismo cuando usaban aceites para atraer aún más esas radiaciones tan dañinas.

Por eso, siempre se debe usar protección solar, que se encarga de añadir una barrera más de protección a la piel, evitando el paso de las radiaciones ultravioleta o absorbiéndolas. No nos pondremos tan morenos, pero lo haremos con más salud. 

Afortunadamente, esto es algo que hoy en día está bastante asumido por buena parte de la población. Por eso se han puesto de moda los autobronceadores y las pastillas bronceadoras, que permiten combinar las cremas solares con un efecto bronceador obtenido de manera oral.

pastillas
Las pastillas bronceadoras no son fármacos, sino suplementos alimenticios.

¿Cómo funcionan las pastillas bronceadoras?

Hay muchos tipos de pastillas bronceadoras. Generalmente, todas suelen contener ingredientes como la luteína, el licopeno o las vitaminas C, D y E. Ahora bien, puede que los efectos de estos ingredientes no sean exactamente los que pensamos.

Lo ha explicado a Hipertextual la doctora Rosa Taberner, dermatóloga del Hospital Son Llátzer, de Palma de Mallorca, y miembro de la Asociación Española de Dermatología y Venereología.

“Existen diversas sustancias que han demostrado ejercer un efecto preventivo de los daños inducidos por la radiación ultravioleta cuando son ingeridas por vía oral, con mecanismos de acción variados, ejerciendo su efecto protector por su acción antioxidante, antiinflamatoria o inmunomoduladora”, señala la dermatóloga. 

Algunas de esas sustancias son de origen vegetal, como la cafeína, el extracto del Polypodium leucotomos, la epigalocatequina 3-galato, la genisteína y los carotenoides  (beta-caroteno, licopeno), entre otros. También puede haber algunas grasas, como los ácidos grasos Omega-3.  “En la fotoprotección oral se suelen combinar sustancias con efecto antioxidante, potenciando así el efecto fotoprotector global”, continúa Taberner.

Este sería, por ejemplo, el caso de las vitaminas  C y E. “En cuanto a la vitamina D, en realidad no tiene un efecto protector, sino que se añade en ocasiones a estos compuestos para suplementarla en aquellos pacientes que, por necesitar una fotoprotección muy estricta, no la sintetizarían de manera suficiente por sí mismos”. Debemos recordar que la vitamina D es indispensable para muchas funciones del organismo, como el correcto desarrollo de los huesos, y que en su mayoría se sintetiza por la exposición a la radiación solar. Ahí está el equilibrio. Hay que exponerse el tiempo justo para obtener esa vitamina, pero protegiéndonos la piel después. 

Pero entonces, ¿no broncea?

Hasta aquí llama la atención que estos ingredientes tienen más bien un efecto fotoprotector que bronceador. Y es que es realmente en eso en lo que se basan las pastillas bronceadoras. Retrasan el tiempo que tardamos en empezar a quemarnos, por lo que podemos broncearnos sin quemarnos. Aun así, estos complementos alimenticios vienen siempre con el aviso de que debe usarse protección solar, de modo que se cubren las espaldas. Y hacen bien. 

“De momento los fotoprotectores orales no han demostrado disminuir significativamente el cáncer de piel. Pero sí confieren, combinando la fotoprotección tópica, una mayor resistencia a la radiación ultravioleta. En realidad tampoco favorecen el bronceado, pero como que en cierta manera ayudan a evitar quemaduras, quizá ese sea el sentido del mensaje, entiendo que publicitario.”

Rosa Taberner, dermatóloga

Por lo tanto, las pastillas bronceadoras no son lo que nos gustaría que fueran. Pueden ayudarnos un poco a broncearnos, pero no tendremos la piel de Beyoncé por tomarlas regularmente. Pero la parte buena de todo esto es que eso no importa. Si antes de que Coco Chanel se fuese de vacaciones, lo que se llevaba era la piel blanca, y después se puso de moda el moreno, está claro que la estética del bronceado es algo totalmente subjetivo. Quizás lo mejor sea aprender a disfrutar de cómo somos, sin dejarnos llevar por imposiciones. Pero, sobre todo, sin poner nuestra salud en peligro para lograrlo. 

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