En verano muchas personas se obsesionan con el bronceado. Parece que en invierno da igual lucir una tez vampírica, pero en verano, con tanto calor y horas del Sol, vemos casi como un delito no ponernos morenos. Y en hacerlo no hay delito, lo que sí hay es riesgo. Algunas personas tienen mucha facilidad para broncearse, pero otras necesitan una exposición tan larga en la que da tiempo a comprar muchísimas papeletas para el cáncer de piel. Por eso, cada vez son más quienes se suben al carro de los autobronceadores.
Estos productos aportan un bonito color tostado hasta a la piel más blanca. Algunos son más intensos, mientras que otros actúan gradualmente. Los hay incluso que se usan como una crema hidratante que va subiendo poco a poco el color de la piel. Pero todos los autobronceadores, o al menos la mayoría de ellos, tienen algo en común: la dihidroxiacetona.
Es un carbohidrato que se obtiene de plantas como la remolacha o la caña de azúcar y participa en una serie de reacciones químicas que dan color a la piel sin producirle ningún daño. Y, lo que es más importante, sin necesidad de exponerla al Sol. Son todo ventajas.
¿Por qué nos ponemos morenos?
El autobronceador es la solución perfecta para no tener que ponernos morenos de forma natural. Y es que aquí tenemos un clarísimo ejemplo de que lo natural no siempre es mejor. En este caso lo natural produce cáncer.
La culpa la tienen las radiaciones ultravioleta del Sol. Estas pueden atravesar la piel y llegar hasta el ADN de nuestras células cutáneas, produciendo daños susceptibles de desembocar en un melanoma a largo plazo.
Para evitar que esto ocurra, las células de nuestra piel tienen un mecanismo de defensa, basado en la producción de melanina. Este es un pigmento oscuro que absorbe la radiación, como cuando pintamos algo de negro. Así, se evita que cale hasta las células. Pero hay un problema, pues no es un mecanismo infalible. Aunque esa melanina se va regenerando, a veces no lo hace suficientemente rápido. Es entonces cuando nos quemamos. Puede ser en mayor o menor medida, a veces no es necesario que haya quemaduras intensas para que el daño esté ya hecho.
En definitiva, cuando nos ponemos morenos lo que ocurre es que nuestro cuerpo está luchando contra radiaciones muy peligrosas para nosotros. Y aunque precisamente el hecho de ponernos morenos nos ayuda a esquivar algunas balas, no se pueden bloquear todas. Por lo tanto, el bronceado es la huella de una guerra que no nos gusta tener que lidiar.
Así funciona un autobronceador
Para evitar esa guerra contra las radiaciones solares, podemos ponernos morenos artificialmente. Aquí lo artificial gana de lejos a lo natural.
Y ese es el papel del autobronceador. Estos productos pueden contener varios ingredientes, pero generalmente ese oscurecimiento que tanto buscamos lo genera la dihidroxiacetona mediante una reacción química muy sencilla. Se trata de la reacción de Maillard, un proceso muy conocido en alimentación, ya que es responsable, por ejemplo, del característico color pardo del pan tostado.
Se da cuando los aminoácidos, que son los bloques básicos que componen las proteínas, interactúan con los azúcares. En el caso de los autobronceadores, tenemos los aminoácidos presentes en las capas más externas de nuestra piel y la dihidroxiacetona que, como ya hemos visto, es un azúcar.
Esta interacción da lugar a una cascada de reacciones en la que se generan varios productos intermedios. Pero lo que nos interesa aquí es la melanoidina, un polímero que tiñe la piel de marrón.
Ojo, que estos productos no te protegen del sol
La melanoidina se llama así por su parecido aparente con la melanina. Pero son solo apariencias. No tiene la misma capacidad para absorber las radiaciones nocivas del Sol, por lo que ese bronceado artificial no nos generará ninguna protección.
El lado bueno es que tampoco necesitamos que nos dé el Sol para conseguirlo. Solo hay que extender el producto autobronceador por la piel de la forma más homogénea posible. Eso sí, es muy conveniente exfoliarla bien antes de hacerlo. Esto se debe a que la reacción de Maillard se produce en la capa más externa de la piel, por lo que, si no eliminamos esas últimas células muertas, a medida que estas se desprendan naturalmente el moreno nos quedará parcheado. Ya puestos, mejor hacerlo bien.