Las abejas robóticas que aterran a los espectadores en la tercera temporada de Black Mirror podrían tener un correlato en el mundo real. El plan de un neurobiólogo, eso sí, es ligeramente diferente al de la serie. En lugar de crear pequeños autómatas con las características de esos insectos, lo que este propone es estudiar sus cerebros para que la robótica mejore sus procedimientos.
¿Has notado, por ejemplo, que las abejas tienen capacidades multitarea? A un mismo tiempo equilibran su vuelo, evitan a los depredadores y evalúan qué flores son las más propicias para su trabajo de polinización. En un estudio publicado en la revista eLife, el especialista en neurobiología de la Universidad de Macquarie, Andrew Barron, explicó que la velocidad y la eficiencia son fundamentales para estos insectos. Por lo tanto, el paralelismo con la robótica no es antojadizo.
“La toma de decisiones es el núcleo de la cognición. Es el resultado de una evaluación de posibles resultados, y la vida de los animales está llena de decisiones. Una abeja melífera tiene un cerebro más pequeño que una semilla de sésamo. Sin embargo, puede tomar decisiones más rápido y con mayor precisión que nosotros”, dijo Barron y notó que “un robot programado para hacer el trabajo de una de ellas necesitaría el respaldo de una supercomputadora”.
El enfoque radica en el examen de los millones de años de evolución que confluyeron en el diseño del cerebro de las abejas. Luego, en cómo trasladar ese aprendizaje al desarrollo de robots, para que ganen mayor autonomía.
¿Abejas robóticas o “robots abeja”?
El equipo de la universidad australiana entrenó a 20 abejas para que reconozcan flores de diversos colores, cada cual con diferentes compuestos, tanto dulces como amargos. Con 40 horas de filmaciones, determinaron cuánto tiempo necesitaron para tomar decisiones.
“Si las abejas estaban seguras de que una flor tendría comida, rápidamente decidían posarse sobre ella, tardando un promedio de 0,6 segundos”, comentó Hadi MaBoudi, coautor del estudio y neuroetólogo computacional de la Universidad de Sheffield, en Inglaterra. “Si estaban seguras de que una flor no tendría comida, tomaban una decisión con la misma rapidez”, añadió. Una mayor demora (1,4 segundos en promedio) se registraba cuando no estaban seguras del compuesto en cada flor.
En el siguiente paso, los investigadores desarrollaron un modelo computacional para replicar la toma de decisiones de las abejas. En este proceso, advirtieron que esos insectos son capaces de tomar decisiones complejas con circuitos neuronales mínimos.
“Estamos estudiando cómo son tan rápidas para recopilar información. Creemos que usan sus movimientos de vuelo para mejorar su sistema visual y la detección de las mejores flores”, observó James Marshall, otro de los investigadores involucrados. Él no es un improvisado en este terreno: hace años trabaja en el examen de algoritmos que replican el comportamiento de los insectos.
Como se ha dicho, el propósito no es crear abejas robóticas, sino que las máquinas aprendan de los insectos. A fin de cuentas, estamos frente a una reinterpretación de aquello de que “el arte imita a la naturaleza”. Ahora, también lo hace la tecnología. Un interés que no es trivial, conforme los sistemas de inteligencia artificial emulan capacidades humanas con eficiencia creciente. Al parecer, no somos la única fuente de inspiración.