Los incendios de Canadá han convertido Nueva York en el escenario de una novela de Charles Dickens. Una intensa nube de humo procedente de Quebec, a más de 800 km de distancia, ha clasificado a la ciudad que nunca duerme como la más contaminada del mundo durante unas horas del pasado miércoles, 7 de junio. En estos momentos, un día después, ha vuelto a ser superada por Nueva Delhi, e incluso por otras ciudades estadounidenses, como Detroit y Washington D.C. No obstante, la niebla de Nueva York sigue siendo un motivo de preocupación por el que se ha aconsejado a todos sus habitantes que salgan lo mínimo posible al aire libre.
El Departamento de Educación ha cancelado todas las excursiones y otras actividades en exteriores de los escolares, se han cancelado buena parte de los vuelos por falta de visibilidad y, en general, la quietud se ha adueñado de una ciudad que no se veía tan vacía desde los peores momentos de la pandemia de COVID-19.
De hecho, los efectos de la niebla de Nueva York son tan preocupantes que durante el miércoles la aplicación para medir la calidad del aire de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos superó en descargas a Netflix y Snapchat. No es para menos, pues se considera que el humo de los incendios está más cargado de partículas peligrosas que el liberado por otras fuentes contaminantes, como el tráfico de vehículos. ¿Pero por qué es tan grave esta situación? E, igualmente importante, ¿qué queda por esperar de aquí en adelante?
Los incendios de Canadá son un claro ejemplo de los efectos del cambio climático
La niebla de Nueva York es el resultado de los incendios de Canadá. Y estos, a su vez, son una clara consecuencia del cambio climático.
La sequía y las altas temperaturas, anómalas para esta época del año, han propiciado tanto el surgimiento como la expansión del fuego, que ha quemado ya alrededor de 4 millones de hectáreas y ha obligado a evacuar a más de 100.000 personas.
Desde el 1 de marzo han tenido lugar 2.214 incendios en Canadá, por lo que 2023 se ha convertido en el peor año de la historia moderna en este aspecto. Todo esto, lógicamente, es una inmensa catástrofe medioambiental, pero también supone un problema para la salud de los humanos, que se ha extendido hasta Estados Unidos, como bien demuestra la niebla de Nueva York.
Los peligros de la niebla de Nueva York
La calidad del aire se ha vuelto extremadamente mala a causa de la niebla de Nueva York. De hecho, durante el miércoles no solo se alcanzó un récord mundial, sino que se lanzó un código de alerta “Maroon”, que indica que respirar el aire puede ser muy peligroso.
Hoy jueves ha bajado a código rojo, pero sigue siendo muy preocupante. Y esto se debe a la alta proporción de partículas de bajo peso molecular que tiene la niebla de Nueva York. Estas partículas son tan pequeñas que pueden adentrarse en lo más profundo de las vías respiratorias. Incluso son capaces de pasar al torrente sanguíneo. Por eso, la situación es muy grave para personas con problemas respiratorios previos, como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), pero también para individuos sanos.
En general pueden causar problemas respiratorios, pero también irritación ocular o enfermedades del corazón. Incluso pueden ser muy peligrosas para las embarazadas si estas inhalan niveles muy altos durante mucho tiempo. Se han relacionado con partos prematuros y bajo peso al nacer, por lo que las gestantes deben tener especial cuidado.
Esta niebla de Nueva York de momento está siendo algo excepcional. Sin embargo, el cambio climático llevará a que situaciones como los incendios de Canadá sean cada vez más y más frecuentes. Es otro motivo por el que se debe intentar solucionar este gran problema. Si no, la niebla asfixiante terminará obligando a la ciudad que nunca duerme a permanecer dormida durante más tiempo del que desearía.