Tras muchos tira y aflojas, parece ser que, finalmente, el Comité Sobre el Cáncer de la OMS (IARC) clasificará en julio como posible carcinógeno uno de los edulcorante más usados en productos como los refrescos light o algunos chicles: el aspartamo.

La declaración aún no se ha hecho oficial y las compañías que venden este tipo de productos ya han comenzado a protestar por una decisión que consideran que puede ser confusa para los consumidores. Se basan en que es solo un posible carcinógeno, no un carcinógeno definitivo, y que, además, no se señala la dosis a partir de la cual puede empezar a ser peligroso consumir aspartamo.

Los expertos en tecnología de los alimentos y nutrición están expectantes, pues de momento los estudios realizados son bastante ambiguos, así que habría que esperar a los informes presentados por la OMS antes de la declaración. Aun así, lo que está claro, como bien recuerda el tecnólogo alimentario Miguel Ángel Lurueña en un hilo de su cuenta de Twitter, es que con este tipo de productos lo más peligroso no suele ser el edulcorante en sí, sino el resto de ingredientes. Y es que, por mucho que un refresco lleve aspartame en vez de azúcar, sigue siendo nutricionalmente muy pobre y conteniendo otros ingredientes poco recomendables. De momento, es eso en lo que habría que incidir en la comunicación a los consumidores, pero, por supuesto, también es importante que se sigan evaluando posibles ingredientes carcinogénicos.

¿Qué sabemos sobre la seguridad del aspartamo?

El aspartamo es un edulcorante muy poco calórico, unas 200 veces más dulce que el azúcar. Se descubrió totalmente por casualidad, cuando, en 1965, un científico llamado James M. Schlatter estaba investigando un fármaco contra las úlceras. Accidentalmente, se le cayó un poco en la mano. Y, por motivos que no están claros, tuvo la idea de lamerlo. Así, se dio cuenta de que tenía un sabor dulce y que podría tener una aplicación muy diferente a la que él estaba estudiando. Desde entonces se ha convertido en uno de los edulcorantes más usados, hasta el punto de ser el responsable del dulzor del 60% de los productos bajos en calorías del mercado. Sobre todo se encuentra en refrescos light, pero también en chocolates, chicles, helados y mucho más.

En sus inicios no se pensó que este edulcorante sintético pudiese representar ningún riesgo para la salud. No obstante, en 2005, la  Fundación Europea Ramazzini de Oncología y Ciencias Ambientales elaboró un estudio en el que señalaba posibles riesgos de este edulcorante. Al parecer, habían encontrado cierta relación entre su consumo y la aparición de linfomas y leucemia en ratas de laboratorio. Como es lógico, con la publicación de este estudio cundió el pánico, por lo que las autoridades alimentarias corrieron a investigar sus resultados.

Las recomendaciones de la EFSA

La primera en publicar su posición fue la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Esta señaló que en el estudio de la Fundación Ramazzini no habían aportado pruebas suficientes de su vinculación con el cáncer. Además, había limitaciones importantes, como que muchas de las ratas habían padecido infecciones respiratorias previas y que se les había dejado vivir hasta las etapas más tardías de su vida natural, por lo que podrían haber desarrollado el cáncer por otros motivos.

 Aun así, sus propios investigadores se encargaron de analizar posibles riesgos y concluyeron cuál es la dosis segura. Se publicó un informe completo en 2013, alegando que la ingesta diaria admisible de aspartamo es de 40 mg/kg de peso corporal, de modo que habría que tomar una cantidad casi inhumana de refrescos para que se considere que el edulcorante es peligroso. 

aspartamo
El aspartamo es uno de los edulcorantes más utilizados. Crédito: Towfiqu Barbhuiya (Unsplash)

¿Por qué han cambiado de opinión?

En realidad, estamos hablando de instituciones diferentes. Las guías de la EFSA siguen hablando de dosis seguras de aspartamo. Sin embargo, en la OMS aseguran disponer de informes que justifican clasificar este edulcorante como posible carcinógeno.

Ahora bien, se deben tener en cuenta varios factores. El primero es que los posibles carcinógenos, ubicados en el grupo 2 de la clasificación de la IARC, son aquellos para los que no hay pruebas concluyentes sobre su carcinogenicidad.

De hecho, muchas sustancias cotidianas han estado en ese mismo grupo y han acabado bajando hasta el tercero, en el que están sustancias no carcinógenas. Es, por ejemplo, el caso del café. En el 2 nos encontramos aún con las bebidas calientes, por ejemplo. Y también los gases de la combustión de los vehículos. No se habla de dosis, por lo que, en principio, se seguirían manteniendo las recomendaciones de la EFSA. Aun así, se aconseja a los fabricantes de productos edulcorados que busquen alternativas.

¿Eso hará más sanos los productos edulcorados? Posiblemente no. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y aunque el refresco cambie de edulcorante, seguirá siendo una opción nutricional malísima. Quedémonos con eso y esperemos a la resolución de julio con cautela.