El aspartamo es uno de los compuestos utilizados en alimentación que más debate, gritos y dolores de cabeza ha dado. No hay un solo foro donde nombrarlo, no provoque el escalofrío de tres o cuatro personas, al menos. Por otra parte, las agencias de seguridad se han molestado en evaluar su uso y sus efectos minuciosamente. Puesto que este componente supone, el sólo, el 60% del mercado de aditivos edulcorantes no calóricos, es normal que esté, literalmente, en boca de todo el mundo. ¿Qué dice el consenso científico sobre el tema? ¿Qué efectos produce en vuestro cuerpo este compuesto y qué consecuencias podría tener?
El aspartamo es un compuesto blanquecino e inodoro, en forma de polvo, que sirve para endulzar los alimentos sin aportarle calorías. Está presente en los refrescos, dulces y comidas de todo tipo. Esto se debe a que este componente activa los receptores del sabor dulce pero no contiene azúcares.
La naturaleza del aspartamo es peptídica, es decir, se crea combinando dos aminoácidos esenciales como son la fenilialanina y el ácido aspártico, ambos necesarios para formar las proteínas.
El resultado es el aspartamo, una molécula unas 150 o 200 veces más dulce que el azúcar y cuyo identificador en Europa es el E951. Este fue descubierto en los sesenta por casualidad: según cuentan, James Schlatter, su descubridor, estaba investigando un tratamiento contra las úlceras y derramó un componente sobre su mano. Inconscientemente, se la llevó a la boca y descubrió un intenso dulzor, que finalmente se popularizó en la década de 1980.
Fue unos dieciséis años después cuando un estudio puso de manifiesto una inquietante relación entre el consumo de aspartamo y la aparición de tumores y cáncer. Actualmente, las agencias gubernamentales junto a las asociaciones de consumidores han puesto de manifiesto que el mayor consumo de aspartamo se encuentra entre los niños, seguido por los adultos. Esto se debe a su uso como aditivo alimentario.
En concreto, la media de consumo entre niños ronda los 12 y 16 miligramos por kilogramo y por día. Un 5% de dichos niños son capaces de alcanzar un pico de hasta 36 mgr/kg/día pero son casos anecdóticos. Los adultos, por el contrario, tomamos una media de 8,6 miligramos por kilo y día, con picos de hasta 27 mgr/kg/día. Puede que parezca bastante farragoso tanto dato, pero es importante tenerlos a mano. Ahora veremos por qué.
Qué efectos tiene el aspartamo
El aspartamo activa nuestros receptores de lo dulce de una manera muy intensa. Esto se debe a su menor tamaño y sus propiedades moleculares. Una vez que lo ingerimos, en el intestino delgado, es roto en las dos moléculas que se combinan para formarlo. Es decir la fenilalanina y el aspártico, además del alcohol como consecuencia de la reacción. De estos aminoácidos resultantes, la fenilalanina tiene especial interés, ya que una dosis excesiva puede resultar tóxica en sangre, provocando problemas en el desarrollo. Sobre todo en caso de padecer de fenilcetonuria, una rara enfermedad.
Por lo demás, el alcohol, en pequeñísimas cantidades, es metabolizado por el cuerpo como un azúcar más y el aspártico, que es uno de los neurotransmisores del cuerpo, entre otras cosas, es también procesado sin problemas. Tanto la fenilalanina como el ácido aspártico terminan siendo usados en la célula o degradados y expulsados por la orina.
Los supuestos peligros del aspartamo
Varios investigadores han realizado estudios que señalan a varios posibles problemas con el aspartamo. Los más conocidos son los efectuados por la Fundación Ramazzini que muestran un potencial efecto cancerígeno. Otros problemas atribuidos a este compuesto son impotencia o esterilidad, incremento de la sensibilidad a sufrir episodios de epilepsia y problemas del desarrollo. La fenilalanina, por su parte, sí ha demostrado en numerosas ocasiones ser potencialmente peligrosa en altas concentraciones en sangre, tanto para enfermos de fenilcetonuria (quienes tienden a concentrarla de forma natural) como para las personas sanas.
Sin embargo, repasando las investigaciones nombradas, no solo las de la Fundación Ramazzini, los organismos pertinentes como la EFSA, la FDA e incluso la OMS han afirmado que los experimentos eran deficientes y poco concluyentes (o sencillamente no daban resultados). Tras varias quejas y reuniones, durante 2013 se llevó a cabo una de las revisiones más minuciosas y potentes jamás realizadas por los organismos pertinentes. El resultado fue que:
- No existe relación directa entre el aspartamo y el cáncer.
- No existe evidencia de ningún mecanismo que relacione el aspartamo con la esterilidad, problemas del desarrollo o epilepsia.
- La fenilalanina sí supone un potencial riesgo para la salud, pero que la dosis de esta en sangre ha de superar los 40 mg/kg y día.
Con todo esto, la conclusión de uno de los paneles de científicos más grande del mundo, en un consenso bastante claro y tras numerosas comprobaciones llegó a la conclusión de que el aspartamo es más que seguro siempre que se consuma en una ingesta de menos de 40 mg/kg y día.
El único peligro podría venir de la fenilalanina, pero recordemos que es un producto de reacción, por lo que incluso la ingesta segura podría ser mayor que la recomendación diaria. Es más, según hemos visto arriba, esta cifra no excede al consumo diario de la población, por lo que podemos decir con seguridad que el aspartamo no está causando ningún problema. Bueno, tal vez a los pacientes de fenilcetonuria, pero normalmente estas personas tienen una dieta estrictamente controlada.
El terrible debate del aspartamo
El aspartamo es uno de los compuestos más analizados de toda la historia de la nutrición. Ha sido medido y comprobado en largas poblaciones. Es más, los estudios que llevan realizándose desde hace más de 20 años nos dan un contexto sin igual. A estas alturas, es difícil defender con argumentos científicos el supuesto peligro de este compuesto. Al menos hasta donde conocemos.
Entonces, ¿por qué continua el debate? Los que atacan el aspartamo normalmente lo hacen desde un punto de vista desinformado. Esto quiere decir que han revisado, escuchado o leído información que parece verdadera, pero que tal vez no esté contrastada. Una cosa muy curiosa se pone de manifiesto al señalar este punto: suelen rebatir con argumentos que implican intereses y políticos. Este tipo de falacia es una reducción al absurdo. Y verdaderamente irónica.
Irónica porque una gran parte del debate la han generado los medios interesados en denostar a grandes empresas y grupos de presión propietarios de patentes o grandes inversores de la industria alimentaria. Esto ha generado una cascada de desinformación que todavía recorre a la sociedad mediante el boca a boca.
Esto también se debe a nuestro sistema de defensa innato: el principio de precaución. Es natural tener miedo y ver sombras en cualquier parte. Es lo que nos ha mantenido vivos todo este tiempo. Pero es importante señalar que la información está ahí, disponible para todos. Y rechazar la evidencia científica es un acto de irresponsabilidad absoluto. Por ahora la ciencia apunta a que el aspartamo es seguro. Y aunque en el mundo científico no hay certeza alguna, hasta que alguien no demuestre lo contrario, así seguirá siendo.