En la primera escena de Invasión Secreta, ya disponible en Disney+, el agente Everett Ross (Martin Freeman) escucha con atención lo que un desesperado informante le explica. El ambiente, turbio y angustioso, junto con la escasa iluminación de la secuencia, recuerda a Contra el imperio de la droga, de William Friedkin.
Lo que establece de inmediato el tono y el propósito de Invasión Secreta. Esta historia, adaptación libre del cómic homónimo de Michael Bendis, se aleja de espacios luminosos. De hecho, su principal interés está en replantear la idea de la lealtad en un mundo dividido. Pero también muestra una amenaza real que, por paradójico que parezca, se oculta a plena vista. Una que plantea que el Universo Cinematográfico de Marvel ha dejado atrás parte de su carácter fantástico para explorar un punto más lóbrego.
El conflicto que se acerca —según el informante, provocado intencionalmente— enfrentará a las grandes potencias. Desatará una guerra total que incluso hará palidecer a la tragedia ocasionada por Thanos. Según insiste el desesperado agente, el problema radica en que, ahora, el enemigo puede ser cualquiera.
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Los misterios ocultos de Invasión Secreta
El argumento convierte el primer episodio de Invasión Secreta en una exploración del mal contemporáneo. Atrás quedaron las figuras patrióticas, amables y poderosas de la franquicia. Las que integran la nueva serie de Marvel avanzan entre grises y engaños palpables. Lo demuestra el rostro serio y peligroso de Ross, una agria sorpresa del argumento. También, la expresión cansada de Nick Fury (Samuel L. Jackson), que atraviesa horas bajas y se encuentra físicamente disminuido. Debe enfrentar una amenaza que le supera y que no tiene los medios para manejar o detener.
El panorama en Invasión Secreta se relaciona poco o nada con el resto de la saga de superhéroes. Apenas se menciona el chasquido de Thanos, la única heroína a la que se hace referencia indirecta es Carol Danvers y Los Vengadores no están en activo. De modo que, el escenario al acecho se resume a una batalla oscura con mal futuro. Los miembros de la raza Skrull, refugiados por Fury décadas atrás y después abandonados en plena emergencia planetaria, se han transformado en un peligro. Su capacidad para cambiar su apariencia e imitar la de otros supone un gran riesgo. También su líder, que ha conseguido convertir el descontento de la comunidad en un arma.
Gravik (Kingsley Ben-Adir) no es una figura política ni quiere serlo. La primera aproximación acerca de él en Invasión Secreta lo muestra en toda su tensa furia. Como Skrull, sobrevivió la destrucción de su planeta; más tarde, como el secreto mejor guardado del gobierno estadounidense, el abandono y el maltrato cultural. El resultado es un hombre con un único objetivo: conquistar el planeta y asegurar el bien de los suyos. El guion de Kyle Bradstreet, Brian Tucker y Jonathan Hirschbein, convierte al enemigo en un hecho inevitable. En la víctima de un sistema corrupto que creó a su propia némesis.
De hecho, una de las claves de la producción es que ningún personaje es un estereotipo. Al menos, ninguno de los habituales de la saga. Son hombres y mujeres en diferentes momentos de procesos violentos y desgarradores. Talos (Ben Mendelsohn) atraviesa el doble duelo de la muerte de su esposa y la pérdida emocional de su hija G’iah (Emilia Clarke). Esta última se une al frente separatista y violento de Gravik y se esconde entre lealtades ambiguas y retorcidas. En la serie nada es lo que parece, pero no solo se debe a un enemigo capaz de cambiar de forma.
Los hilos perniciosos del poder
La primera aparición de los Skrull fue en la película Capitana Marvel. En ella, los alienígenas eran un grupo pequeño y maltratado que se escondía de los Kree. Sin embargo, en Invasión Secreta, la población ha crecido, en buena medida bajo la protección directa de Nick Fury.
Una de las grandes revelaciones de la producción, en la que hace hincapié su primer capítulo, es la estrecha relación del espía con la raza. No solo con respecto a sus implicaciones como agentes encubiertos a sus órdenes —un elemento que se insinúa—, sino también como parte de su vida a un nivel tan esencial que desconcierta. El agente de doble inteligencia más peligroso del universo Marvel guarda celosamente su vida personal, lo que incluye su relación con los alienígenas.
Por eso, la batalla que se avecina —causada por los Skrull camuflados entre figuras esenciales del poder político— es personal. Para Nick Fury, para Talos y también para Gravik, convencido de la traición de su mentor. Entre ambos extremos, Invasión Secreta hilvana con cuidado el núcleo central de su historia. Los Skrulls han avanzado lo suficiente en la sociedad humana como para crear una red eficaz de información e influencia que se sostiene en intereses propios.
El exdirector de SHIELD lo sabe y el primer capítulo dedica una buena cantidad de tiempo a explorar hasta qué punto será capaz de manejar la amenaza. El problema radica en que toda la información que hasta ahora conoce sobre sus aliados puede ser falsa. En que la futura sin duda lo es. Y en que cada uno de sus compañeros, cómplices y subalternos se encuentra en peligro.
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En el final del episodio inicial de Invasión Secreta —que incluye una sorprendente muerte que cambia el tablero de juego de poder—, el mensaje queda claro. Nadie está a salvo en una ola de destrucción que comenzó mucho antes que cualquiera pudiera sospecharlo.
