Llevo casi una década escribiendo sobre realidad virtual, y lo que en aquel entonces parecía imposible técnicamente –cuando probé el primer kit de Oculus allá por el 2014–, Apple lo ha logrado ahora con sus Apple Vision Pro. Las nuevas gafas de Apple son una maravilla en hardware, software y diseño industrial. Nadie puede dudar de ello.
La resolución de las pantallas, por ejemplo, es excelente. 23 millones de píxeles entre las dos (una para cada ojo) que ofrecen una nitidez y, sobre todo, calidad de renderizado de texto que ningún otro kit puede ofrecer ahora mismo. Lo primero que pensé al probar las primeras Oculus es que estaba jugando a la NES en 3D; pero con las de Apple todo parece sorprendente allá donde mires.
El juego de lentes de las Apple Vision Pro, por otra parte, es un tesoro de la ingeniería óptica e incluye elementos magnéticos para graduarlas en el caso de que fuere necesario. Además, no hace falta ajustar las lentes a nuestros ojos. Todo eso ocurre de manera invisible.
Apple Vision Pro: 5.000 patentes de maravilla técnica
El cuerpo de las Apple Vision Pro, por otra parte, está claramente diseñado para distribuir el peso de forma idónea y que no nos fatigue el cuello. El objetivo de Apple es lanzar varios tamaños y opciones para que se ajuste perfectamente al rostro de sus usuarios.
Los mismos elogios se pueden repetir hacia la latencia, que se ha reducido notablemente para evitar posibles mareos y, sobre todo, ofrecer una experiencia lo más realista posible. Para ello, entre otras cosas, Apple ha montado un chip M2 –como el de los Mac– junto a uno nuevo, bautizado como R1, que interpreta el espacio, la información de los sensores, etc.
Hasta el software parece genial. Es como si, por primera vez, se cumpliese ese sueño de Steve Jobs de que desapareciera el hardware y todo fuesen aplicaciones. Algo que logran con interfaces etéreas, transparentes y objetos en tres dimensiones que reaccionan a nuestra vista e, incluso, se adaptan a la iluminación del entorno.
Sin embargo, y a pesar de todos esos síntomas positivos, cada vez me era más evidente conforme avanzaba la presentación de las Apple Vision Pro que, incluso llegados a este punto, la industria aún tiene importantes retos por resolver.
El quid de la cuestión ahora no es lo técnico, sino lo humano
Aunque dentro del mundo virtual o aumentado puede que el hardware llegue ser invisible y hacerte olvidar que llevas unas gafas puestas, desde fuera, para el que te ve, eso no es así. Y ahí es donde está el reto.
Imaginemos a una mujer que llega a casa ansiosa por ver a su familia. Tras abrir la puerta, se encuentra a su pareja en el sofá con las Apple Vision Pro puestas. Primera barrera: no puede ver su rostro. Está parcialmente cubierto por un casco de realidad mixta. Además: si la función de inmersión está activa, puede que él ni siquiera se percate de su llegada.
Segunda barrera: cuando se aproxima a él, su marido comienza a contemplarle a través de una imagen. Ella, a su vez, observa en la pantalla de las gafas una recreación virtual de sus ojos en base a lo que recogen las cámaras internas. Se podría decir que se han visto, pero en realidad no lo han hecho. Lo que han contemplado es una recreación digital a través de una pantalla, como si fuese una especie de vis a vis digital. Una recreación muy realista, sí, pero virtual.
Las gafas de Apple, por lo tanto, se interponen en interacciones cotidianas. Y ahí es precisamente donde está el reto. La experiencia puede que sea fantástica en todo momento, pero, a su vez, es fácil que causen inquietud, pues afectan inevitablemente a cómo nos relacionamos.
Otro ejemplo de esto es una de las situaciones que Apple ha considerado como idóneas para la promoción de las gafas Apple Vision Pro. En ella, un padre graba con las gafas a sus dos hijos jugando. Está captando un momento que, en realidad, presencia a través de una pantalla. Es, en cierto modo, similar a aquellos que se dedican a grabar un concierto en lugar de disfrutarlo, pero con la diferencia de que ellos sí pueden alzar la vista rápidamente para verlo de verdad.
Por otra parte está la percepción de los hijos. ¿Se aceptará socialmente que el niño recuerde ese momento junto a su padre con un dispositivo que cubre la mitad de su rostro y muestra sus ojos de manera virtual?
¿Llegará el día en el que todos las llevemos?
Con las Vision Pro, Apple tiene ante sí una enorme tarea social. Una que va más allá de lo técnico. Por un lado, ha de lograr que se normalice su uso. Es decir: que a las personas no les resulte impactante entrar a un salón en el que una o varias usan las Vision Pro.
Por otro, ha de seguir cultivando ese nexo entre lo virtual y lo real. La idea de mostrar los ojos de manera virtual en una pantalla exterior o de superponer ventanas sobre el entorno real es una declaración de intenciones: Apple no quiere que desconectemos del mundo real. Pero todavía queda trabajo por hacer en este sentido.
Y, en última instancia, la compañía ha de fomentar casos de uso que no solo resulten útiles para la sociedad; sino que, además, no resulten excesivamente extraños desde un punto de vista social. Solo de esa manera podremos lograr una adaptación progresiva a este nuevo paradigma que abren las gafas de Apple.