Voy a sincerarme y decir que, desde que se anunció la secuela del sobresaliente Breath of the Wild, tuve dudas sobre lo que podía lograr el equipo de Eiji Aonuma con The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. No solo porque la franquicia no nos tiene acostumbrados a las secuelas, sino también porque el nuevo juego se ambienta, básicamente, en "el mismo" mundo abierto de su predecesor.
El tema de las secuelas en los videojuegos, salvo casos puntuales, no suele salir bien. Por otro lado, el desarrollo de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom se vio rodeado de múltiples inconvenientes. La gran mayoría de ellos provocados, desde luego, por el surgimiento de una pandemia. Así pues, la realidad es que intenté moderar mis expectativas con esta entrega.
Hoy te puedo decir, con total seguridad, que me comí todas mis inquietudes en las últimas dos semanas. Tuve la oportunidad de jugar The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom durante decenas de horas y es momento de compartirte mis impresiones. Desde ahora te puedo adelantar que solo un título sacado de otro mundo podría arrebatarle el juego del año a la propuesta más reciente de Nintendo.
Una historia más profunda impulsada por el regreso de un icónico villano
Tenemos que reconocer que contar historias nunca ha sido el principal fuerte de Nintendo. También es cierto, sin embargo, que The Legend of Zelda suele proponer una narrativa más profunda que otros títulos de la gran N. Con Tears of the Kingdom nuevamente tomaron la iniciativa de plantear un argumento que, al menos, superase al de Breath of the Wild. Afortunadamente, cumplen con su propósito.
Mucho tiene que ver con que The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom se apoyó en el regreso del gran villano de la franquicia: Ganondorf. Si, el Rey Demonio ha vuelto, y con mucha fuerza. Así pues, Nintendo no podía dejar pasar la oportunidad de ofrecernos una historia más grande, emotiva y atrayente.
Lo anterior, de hecho, queda en evidencia con la aparición de una buena cantidad de cinemáticas muy bien logradas. Estas ayudan a complementar la historia, a detallar lo que está sucediendo en Hyrule más allá de las propias acciones de Link.
Las cinemáticas sirven, además, para mantener nuestro interés en seguir adelante con las misiones principales. Este punto es significativo en una aventura que nos brinda demasiada libertad. The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom tiene tantas cosas por disfrutar, que la historia podría quedar relegada a un segundo plano por decisión del propio jugador. Por ello la importancia de tener elementos que retengan tu atención.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom abre la puerta al cielo de Hyrule
Una de mis mayores inquietudes, como ya lo comenté, era si realmente Nintendo podía hacernos sentir una experiencia novedosa considerando que el mundo abierto es, al fin y al cabo, la misma base que conocimos en Breath of the Wild. No obstante, Eiji Aounuma y sus dirigidos supieron hacer los cambios necesarios para que el escenario incluso se llegase a sentir como un lugar totalmente nuevo.
Sí, gran parte de las localizaciones siguen ahí. Pero conforme transcurrió mi experiencia con The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, caminando hacia nuevos horizontes de manera libre, me fui dando cuenta que hay muchísimos elementos que debutan en el mapa. Hay ubicaciones que, de hecho, han cambiado por completo. Y si tienes buena memoria, recordarás que en el título anterior tenían un aspecto y ambiente muy distinto.
Una crítica que se le hizo al Hyrule de Breath of the Wild es que podía llegar a sentirse vacío o, peor aún, sin vida. Con The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, sin embargo, han resuelto esa situación. En general, el mapa se percibe como un lugar donde están pasando cosas de manera constante. Muchas ubicaciones que antes estaban desoladas, ahora tienen personajes, aliados o enemigos, poblándolos y esperando a que interactuemos —o luchemos— con ellos.
Pero la principal novedad en cuanto al mapa se refiere es la aparición de las Islas Celestiales, esas enormes estructuras que están flotando en el cielo de Hyrule. Esto, por sí solo, lo cambia todo en el gameplay, pues agrega un componente de verticalidad. Cuando hagas tu primer visita a las alturas, te darás cuenta que lo mostrado por Nintendo, previo al lanzamiento, no era nada. La extensión del terreno total que puedes explorar allá arriba es muy, muy grande.
A las islas flotantes también hay que sumar que ha habido un esfuerzo notable por colocar un buen número de cuevas y, sobre todo, santuarios para pasar las horas. Estos pequeños templos siempre tiene un desafío esperando. El tiempo que vas a en ellos tratando de resolver puzzles será considerable, pero siempre divertido. Especialmente porque no existe un solo método para dar con la solución definitiva.
Tienes que saber, también, que The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom es un un juego que premia la exploración. Allá donde vayas siempre hay algo por descubrir, con recompensas aguardando para aquellos que dediquen el tiempo suficiente a recorrer todos los rincones de Hyrule. Tú mismo comprobarás que las habilidades, armamento y nivel de salud aumenta porque estuviste realizando la infinidad de actividades secundarias que están repartidas —y algunas escondidas— por el mapa.
Tu creatividad es la principal novedad en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom
La libertad que hay en al mapa se traslada, igualmente, a la jugabilidad. He quedado completamente maravillado con lo que ha logrado Nintendo en términos de gameplay. Parecía casi imposible dar con una fórmula que pudiera variar la experiencia ofrecida por Breath of the Wild, y no solo la han encontrado, sino que nosotros, como jugadores, somos parte fundamental de ella.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom tiene un par de novedades en las que es obligatorio profundizar. Aunque sus objetivos son similares, tienen repercusión en apartados distintos.
En primer lugar está la Ultramano, una habilidad que permite mover y combinar objetos pare crear vehículos de todo tipo. Ya sea para trasladarte por los inmensos paisajes de Hyrule, o para llevar a cabo un movimiento que Link, por los límites de su propia naturaleza, no puede realizar.
Si estás familiarizado con los RPG, a tu mente vendrán los clásicos sistemas de crafting. No obstante, la propuesta de Tears of the Kingdom es mucho más ambiciosa que cualquier otra que haya visto en títulos del mismo género. ¿La razón? No hay límites. No existe un manual, ni siquiera un catálogo con un número predeterminado de vehículos que puedas construir. Todo depende de tu imaginación.
En más de una ocasión, para alcanzar una zona determinada del mapa, llegué a pensar si sería posible construir un vehículo disparatado para conseguirlo. Sorpresa: por supuesto que se puede hacer. Eso sí, considera que el juego no te permite desafiar las leyes de la física.
La otra habilidad es la fusión de armas. El concepto es, en esencia, el mismo de Ultramano, aunque aplicado al armamento con el que Link hará frente a los enemigos y jefes finales, que pueden ser un dolor de cabeza si no vas preparado. Muchos de los objetos y materiales que recojas mientras exploras Hyrule se pueden combinar para crear casi cualquier arma que te imagines.
Cada una, además, con su propio efecto de daño dependiendo del diseño y objetos empleados. Claro, tendrás que estudiar los ataques y habilidades de los enemigos para saber cómo abordarlos antes de crear tus herramientas de ataque. Quizá en el primer intento no tendrás éxito y deberás volver con un arma mejor.
Las mecánicas de combate no cambian mucho respecto a Breath of the Wild. En consecuencia, si todavía recuerdas cómo funcionan, no habría necesidad de dedicarle tiempo —otra vez— a su aprendizaje. Es la creación de armas la que se llevará gran parte de tu atención.
El planteamiento jugable de total libertad provoca que la manera de afrontar los retos en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom varíe de jugador a jugador. La idea que tuve seguramente será muy distinta a la que tú imaginaste. Y esa es precisamente la magia que tiene este título. Todos vivirán algo distinto en función de su creatividad.
Si bien esas son las dos características que más influyen en tu experiencia en Hyrule, también vale la pena hacer mención del retroceso. Se trata de una habilidad sumamente útil con la cual es posible rebobinar el movimiento de un objeto o estructura específica para regresarla a su posición original. Le saqué provecho para alcanzar la cima de alguna montaña que desprendió una roca e incluso para llegar más fácilmente a las islas flotantes. Sus aplicaciones son, también, muy variadas.
Un apartado artístico admirable pese a la Nintendo Switch
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom no es, tristemente, un juego del todo perfecto. Cuando Nintendo lo anunció a mediados de 2019, y conforme su desarrollo se fue extendiendo más y más por la pandemia, llegué a pensar que podría ver la luz en una consola de siguiente generación. Para bien y para mal, no fue así.
Bien porque ya lo estamos disfrutando, y mal porque es evidente que la Nintendo Switch, en la cuestión técnica, ya no da para más. En mi opinión, se debe aplaudir lo que Eiji Auonuma y su equipo han conseguido con un hardware al que los años ya pasan factura.
No hay una mejora gráfica con relación a Breath of the Wild, pero, aun así, es un logro que hayan creado una secuela con una experiencia jugable muy superior. Primero con las novedades desplegadas en el mapa, y luego en la cuestión de gameplay gracias las nuevas habilidades de Link. A pesar de esto, debo comentar que en múltiples momentos noté caídas de fotogramas significativas.
En la parte artística no puede haber ninguna queja de mi parte. Consciente de los límites de la Nintendo Switch, me parece sobresaliente el trabajo que han hecho nuevamente en el mundo de Hyrule. Hay un gran cuidado por los detalles visuales; tanto que The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom puede convertirse, por momentos, en una aventura contemplativa.
La banda sonora original, por su parte, es épica y fascinante. No tengo ningún temor al decir que Tears of the Kingdom tiene la mejor música en la historia de la franquicia, que no es un tema menor si reflexionamos el gran legado musical de Zelda a lo largo de su historia.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom es una de las mejores experiencias que he podido disfrutar en los últimos años como jugador. Lo nuevo de Nintendo sube el listón en la franquicia y establece un estándar de calidad para los mundos abiertos que vengan más adelante. Para triunfar en este género no hace falta crear un escenario completamente nuevo, sino idear mecánicas innovadoras que realmente saquen provecho del mismo.