Los resultados de las elecciones han sorprendido en algunos lugares de España, pero no en otros. En Madrid, por ejemplo, se veía venir que el Partido Popular repetiría, tanto en el Ayuntamiento como a nivel autonómico. Ahora toca ver si cumplirán las medidas que prometieron y, ¿por qué no?, analizar su eficacia. Por ejemplo, llama la atención uno de los puntos del programa electoral del partido a nivel local: la promesa de plantar 500.000 árboles. Lo que viene siendo unos 343 árboles al día en una legislatura de 4 años.

Esta medida, que llega a la vez que la promesa de Isabel Díaz Ayuso de que cada madrileño podría tener una planta en su balcón, resulta sorprendente, dada la cantidad de árboles para cuya tala se ha dado luz verde en la ciudad.

Buen ejemplo de ello es el de Madrid Río, donde se autorizó la tala de más de 200 árboles para ampliar la línea 11 del metro. Obviamente, 500.000 son muchos más que 200. ¿Pero realmente tiene sentido? ¿Será útil esta medida que debería ponerse en marcha tras los resultados de las elecciones? Empecemos por el principio.

¿Por qué son necesarios los árboles en una ciudad?

Suele hacerse referencia a los árboles como los pulmones del lugar donde se encuentran. El Amazonas es el pulmón del mundo, los parques son el pulmón de las ciudades, y el Retiro y Madrid Río serían los pulmones de Madrid.

Esta metáfora hace referencia al hecho de que las plantas liberan oxígeno durante la fotosíntesis. Pero eso no es todo, también captan dióxido de carbono.

Por lo tanto, los beneficios son dos. Por un lado, es cierto que ese oxígeno ayuda a mantener el aire respirable para otros seres vivos. Pero, además, actúan como almacenes de dióxido de carbono. Es decir, captan este gas de efecto invernadero de la atmósfera y lo retienen en su interior, ya que lo utilizan para fabricar los componentes y nutrientes necesarios para su supervivencia.

Esto es aplicable a todas las plantas. Pero, obviamente, no es lo mismo un geranio que una secuoya. Cuanto más grande sea la planta, más oxígeno liberará y una mayor cantidad de dióxido de carbono retendrá.

¿Qué podemos esperar tras los resultados de las elecciones?

Del mismo modo que no es lo mismo un geranio que una secuoya, tampoco se puede comparar un arbolito recién sembrado con uno mucho más grande, que lleva años en un lugar. Por eso, aunque plantar nuevos árboles es una buena idea, siempre que sean especies autóctonas, no lo es hacerlo como sustitución de otros que han sido talados. 

Lo ideal es añadir más árboles a los que ya hay o usarlos para sustituir los que se han perdido por incendios o cualquier catástrofe natural. En ese caso, sí es una buena idea. Si no, servirá de bastante poco.

Además, según un estudio de 2017, estamos en un punto en el que ya los árboles pueden hacer poco para salvar la atmósfera. Para captar una cantidad suficiente de dióxido de carbono sería necesario destruir una gran cantidad de campos de cultivo. Por eso, debemos confiar en otras medidas y, por supuesto, en no eliminar los árboles que ya estaban con anterioridad.

Y hay algo más. Los árboles en las ciudades son muy útiles para evitar el sobrecalentamiento del asfalto o de los coches, por ejemplo. Esto, de nuevo, se consigue con grandes árboles, que aporten mucha sombra. Los árboles recién plantados tampoco sirven en ese sentido. Todo eso, además, sin olvidar que sembrar 343 árboles al día no es algo sencillo.

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Niños tumbados a al sombra de un árbol. Crédito: Marcus Wallis (Unsplash)

También es bueno para la salud psicológica

Finalmente, no podemos olvidar que realizar ejercicio en zonas verdes o simplemente pasear por ellas puede traernos múltiples beneficios para nuestra salud mental. Los nuevos árboles que se plantarán tras los resultados de las elecciones, en caso de cumplir lo prometido, serán zonas verdes en el futuro. Pero aún no lo son.

Por lo tanto, para cuidar de la salud mental de las personas de una ciudad se debe velar por mantener las zonas verdes que ya existen. Se trata de cuidar el pulmón de la ciudad, para, a su vez, cuidar de nuestra mente. Ese es el poder que tienen los árboles, pero no los geranios en los balcones.