A la hora de establecer relaciones de pareja, influyen muchos factores, pero también entra en juego algo esencial cuando establecemos relaciones de amistad: la atracción por la personalidad del otro. Y esto, según un equipo de científicos de la Universidad de Boston, es algo que podemos estar haciendo mal.

Los autores de una nueva investigación han observado que, por lo general, nos basta con un factor en común o en desacuerdo para saber si queremos tener una relación con esa persona. Esto se basa en algo conocido como razonamiento autoesencialista y, al parecer, podría estar llevándonos a perdernos conocer a muchas personas interesantes.

Dicho razonamiento establece que las personas consideramos que tenemos un núcleo profundo, o esencia, que da forma a quienes somos. Dicho de otra manera, creemos que todas nuestras opiniones o preferencias van en un pack, de modo que, si alguien tiene una, posiblemente también tenga el resto. Es un pensamiento que nace del hecho de que, al pensar en nosotros mismos, tenemos mucha información, pero del resto de personas no sabemos tanto, por lo que rellenamos los huecos de la incertidumbre con nuestras propias percepciones.

La esencia te aleja de una buena relación

Para la realización de este estudio que se acaba de publicar, sus autores reclutaron a un grupo de personas y les hablaron sobre las opiniones de un personaje ficticio acerca de uno de cinco temas muy relevantes: el aborto, la pena de muerte, las pruebas con animales, la eutanasia o la posesión de armas.

Una vez que se les dio esa información, se les encuestó sobre las raíces de su identidad. Para ello, los investigadores idearon una encuesta dirigida a establecer cómo de cerca estaba cada persona del razonamiento autoesencialista. 

Como ya habían predicho, los que estaban más cerca del autoesencialismo tendían a mostrar más o menos propensión a establecer una relación con el personaje ficticio si estaban de acuerdo o en contra de su opinión sobre un solo tema. No necesitaban saber más. Esto, en parte, podría tener sentido. Al fin y al cabo, son temas que incluso se pueden relacionar con los derechos humanos o de otros seres vivos. Las opiniones con respecto a eso pueden estar muy ligadas a otros aspectos de la forma de ver la vida de una persona.

Por eso, los autores de la investigación repitieron el experimento sobre algo tan trivial como contar el número de puntos azules en una pantalla. Era un cálculo complicado, por lo que algunos estimaron por encima y otros por debajo. Y, de nuevo, los que estaban más cerca del autoesencialismo se mostraron más propensos a establecer una relación con el personaje que había contado aproximadamente el mismo número de puntos.

amor, Paz Padilla
Mayur Gala (Unsplash)

¿Esto qué tiene que ver con el amor?

Este estudio no se realizó con referencia a las relaciones de pareja. Pero sí que es cierto que muchas veces las relaciones románticas empiezan simplemente como la atracción a establecer una amistad con una persona. Después entran en juego el cerebro y las hormonas

La testosterona despierta el deseo sexual, la oxitocina promueve el apego hacia la otra persona y la dopamina y las endorfinas provocan esa familiar aparición de mariposas en el estómago.

Por todo esto, cuando empezamos una relación, no hay ningún querubín lanzando flechas de amor. Nuestra idea de la identidad humana empieza a trabajar y, después, las hormonas hacen el resto. ¿Hace todo esto que la situación sea menos romántica? No tiene por qué. Saber por qué nos enamoramos no inhibe el placer de hacerlo. Eso sí, démonos la oportunidad de conocer a las personas más allá de su opinión sobre una sola cuestión. Quizás nos sorprendamos si ponemos nuestras hormonas a trabajar en esa relación.