En 1996, el mundo corporativo dependía del estatus de sus ejecutivos. En especial, de las herramientas que pudieran utilizar y de que fueran tan lujosas como prácticas. Es lo primero que muestra la película BlackBerry, del director Matt Johnson. 

El guion, escrito por el mismo cineasta junto a Matthew Miller y basado en el libro homónimo de Jacquie McNish y Sean Silcoff, analiza qué es el éxito. Lo hace a través de una década en la que los excesos de la anterior eran ya de mal gusto. De modo que, en el mundo de la tecnología, el siguiente paso era tomar la idea del teléfono multifuncional y agregar un elemento que lo hiciera indispensable.

La respuesta de la empresa canadiense Research in Motion (RIM) fue un dispositivo que, además de hacer llamadas, pudiera recibir correos electrónicos. Por supuesto, desde la distancia histórica, la confesión de los personajes de BlackBerry de su asombro por la novedad de la propuesta parece ingenua. El humor de la trama tiene mucho de la icónica serie The Office, aunque con un subtexto más oscuro. Después de todo, esta es la historia de dos hombres que estaban destinados al desastre.

BlackBerry

La película Blackberry, de Matt Johnson, cuenta el auge y caída de la marca a través de un humor oscuro que hace mofa de las malas decisiones corporativas y el capitalismo. Aunque no fija una posición política o moral sobre lo ocurrido con el famoso teléfono, convertido ahora en recuerdos de nostálgicos. En realidad, es más una exploración de lo que provocó la implosión de la empresa y de cómo los errores simples pueden llevar al peor descalabro. Este falso documental se vuelve cada vez más amargo para narrar una derrota empresarial que parecía impensable. Para su tramo final, convierte su humor en algo más irónico, sin perder su capacidad para hacer reír.

Puntuación: 4.5 de 5.

BlackBerry, el teléfono que todos querían tener

La película BlackBerry —que imita un docudrama, pero es ficción— profundiza en la raíz del fracaso de un proyecto semejante. Se atreve, además, a ironizar con chistes crueles sobre su fracaso. ¿Qué ocurrió para que la revolución del mundo de las telecomunicaciones se convirtiera en un objeto arcaico?

¿Qué decisiones tomó Mike Lazaridis (Jay Baruchel) para que su inspirado proyecto —retratado por la película como imbatible— terminara por desaparecer? El largometraje, que podría conformarse con una crónica de sus desventuras, es una sátira burlona del capitalismo, pero sin sermonear acerca del libre mercado.

Los protagonistas de Blackberry

Antes que eso, BlackBerry toma la decisión de dejar que sus —supuestos— protagonistas mediten sobre la derrota. Al mismo tiempo que lo despiadado de la competencia comercial se analiza sin dramatismos ni exageraciones. BlackBerry jugó fuerte y perdió.

El precursor del iPhone

Si Tetris exploró un fenómeno inesperado y Air un golpe de suerte corporativo, Blackberry reflexiona acerca de las equivocaciones que pueden costar el éxito. La cámara subjetiva hace, además, que todos los diálogos de los personajes tengan algo de confesión. Una admisión de culpa en la debacle que ocurrirá, pero que todavía se encuentra a décadas de distancia. 

Los erráticos movimientos de cámara y los largos primeros planos permiten que el director imite la intimidad documental. Desde una sala de juntas repleta de creativos que actúan como niños, hasta el cansancio que lleva casi a las lágrimas a un ejecutivo. Cada escena tiene la tensión de una tragedia que parece a punto de ocurrir. Pero también hay carcajadas casi involuntarias, con un guion engañosamente sobrio que usa el sarcasmo como punto central.

Un recurso con el que explica cómo Mike Lazaridis tenía grandes ideas, pero muy poco talento al venderlas. BlackBerry plantea rápido una disyuntiva, ¿qué se necesita para que un producto se comercialice bien? Lo analiza, además, en un tono burlón, que convierte la disyuntiva en una trampa. El primer teléfono estaba destinado al éxito, pero podía fracasar porque nadie conocía su existencia.

Blackberry, el teléfono de éxito que fracasó estrepitosamente

Una combinación explosiva

A falta de respuesta, el creador no tuvo otro remedio que contratar a Jim Balsillie (Glenn Howerton). El largometraje muestra la improbable sociedad —ambos personajes se analizan como polos opuestos— como un hecho inevitable. La necesidad de vender tecnología y convertirse en el epítome de la ansiedad moderna por el consumismo.

BlackBerry narra la expansión de la marca como si se tratara de una oleada de curiosidad masiva convertida en afán adquisitivo. Todos deseaban el teléfono que permitía al usuario conectarse a Internet y, además, estar a la última. El plan se hizo más ambicioso —y por ende, arriesgado— al volverse un fenómeno mundial. Es entonces cuando la película cambia de ritmo y tono al contar la caída en el desastre.

La debacle de un gigante corporativo

BlackBerry no intenta ofrecer respuestas acerca del motivo por el que acaba por fracasar un proyecto que lo tenía todo para triunfar. De hecho, muestra que durante diez años fue un éxito y abrió la puerta a un cambio en las telecomunicaciones. Pero, al final, la obsesión por vender terminó por minar la capacidad de la compañía para seguir el paso de las exigencias de un mercado obsesionado con la renovación.

Curiosamente, BlackBerry apunta a que el primer indicio de la caída de la marca, fue su incapacidad de innovar. A pesar de que el teléfono y su contexto apuntaban a ser una señal del futuro. Pero la codicia de Jim Balsillie, combinada con la torpeza de Mike Lazaridis, llegó a ser desastrosa. De ofrecer lo mejor a un cliente fiel, pasó a ser una marca que no supo renovarse a tiempo por falta de recursos. Mucho peor, por su incapacidad al cumplir con sus propias metas y objetivos.

No obstante, al guion no le interesan tanto los errores corporativos como los dos hombres detrás del triunfo y el eventual desastre financiero. De modo que, BlackBerry hace hincapié en la manera en que, gradualmente, los intereses de ambos terminaron por chocar, afectando a la marca. La cámara del director capta el desencanto, las pérdidas y la demoledora soledad del fracaso a través de escenas cortas y silenciosas. Sin llegar a subrayar la batalla perdida de la compañía o repartir responsabilidades, el largometraje pondera sobre el dolor de los proyectos rotos.

Con una rara sensibilidad que brinda a la sátira un tono más amargo, la película culmina sin dejar conclusiones. Más allá de que hubo un tiempo en que una marca dominó el mundo de la telefonía, pero terminó por volverse un recuerdo de una generación de nostálgicos.

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