La película Tetris, dirigida por Jon S. Baird, disponible a partir del 31 de marzo en Apple TV+, plantea un importante dilema. ¿Qué hace a los grandes símbolos de la cultura de masas perdurables? Henk Rogers (Taron Egerton) intenta responder la pregunta desde la perspectiva de la simplicidad.
Para el personaje, un diseñador y vendedor de videojuegos que considera a Tetris el mayor entretenimiento jamás creado, la respuesta está clara. Detrás de todo fenómeno popular hay un propósito y en este caso es el de divertir. Hacer que la realidad desaparezca mientras las múltiples piezas en pantalla se ordenan entre sí.
Precisamente, el argumento se basa en cómo algo tan sencillo pudo cautivar al mundo. Henk Rogers y su esposa Akemi (Ayane Nagabuchi), dueños de Bullet Proof Software, saben casi de forma instintiva que están a las puertas de una revolución. Por lo que lucharán con todas las armas a su disposición por los derechos de distribución de Tetris. El guion de Noah Pink deja entrever que esta ficción, que intenta ser lo más cercana posible a la realidad, tiene más dimensiones de las que aparenta. El juego —y lo que implica su éxito— va más allá de dilemas culturales e ideológicos.
La trama de Tetris atraviesa el mundo comercial estadounidense y también las tensiones al otro lado del telón de acero. Corre el año 1988 y la creación del diseñador Alexy Pajitnov (Nikita Yefremov) no es realmente suya. En realidad, se considera parte del patrimonio de la Unión Soviética. Por lo que tanto Henk Rogers, como todos los que aspiren a la licencia tendrán que cruzar los límites hacia un mundo político desconocido para ellos.
Tetris
La película de Jon S. Baird relata cómo el juego inventado por el ruso Alexy Pajitnov se convirtió en un fenómeno de masas y, a la vez, en un dilema político que enfrentó al capitalismo norteamericano con el comunismo ruso. Todo en medio de la lucha silenciosa y discreta de quienes conocían el poder de un juego sencillo, adictivo y destinado a convertirse en un éxito mundial. La película alcanza sus mejores momentos cuando se concentra en los hechos reales y olvida el thriller de ficción que intenta ser. Sin embargo, el argumento no alcanza sus ambiciones y termina por ser una confusa combinación de varios elementos incompletos que jamás llegan a ninguna conclusión.
Jugar en un tablero peligroso
Uno de los puntos más contundentes de la película es la forma en que muestra la batalla entre dos extremos polarizados. El juego de Tetris se convierte en la metáfora de la codicia por la posibilidad de un éxito inminente y arrollador. Al esfuerzo de Henk por llevarse el juego a Norteamérica, se opone la competencia de Robert Maxwell (Roger Allam), su primogénito y socio Kevin (Anthony Boyle) y Robert Stein (Toby Jones). Este último se convierte en algo más que un empresario en medio de la lucha de intereses, un negociante sin escrúpulos capaz de cualquier cosa para obtener un triunfo del que está convencido que transformará la industria de los videojuegos.
Por supuesto, Robert Stein tiene razón. Pronto el argumento evidencia que Tetris es mucho más que una buena idea. Se trata de un entretenimiento al alcance del cualquiera, sencillo y adictivo. La película profundiza en la posibilidad de convertir esa combinación de elementos en un negocio muy lucrativo. Más aún, en una experiencia que trascienda a los fans expertos y a los jugadores habituales.
Mientras tanto, la Rusia comunista se enfrenta al capitalismo de Estados Unidos en escenas pulcras y silenciosas. La cámara se acerca a los negociadores y les capta sobre sus escritorios de acero pulido. Las paredes blancas tienen la apariencia del telón de fondo de una historia que está a punto de contarse.
El director de fotografía, Alwin H. Kuchler, intenta brindar a la puesta en escena la sencillez del juego protagonista. La experiencia se hace entonces inmersiva. Durante la negociación entre la compañía estadounidense y la rusa Elorg se profundiza en el enigma de lo que desea un jugador. ¿Qué fue lo que hizo a Tetris tener el enorme impacto que consiguió? La idea se aborda desde una mirada retrospectiva. Pero subyace la noción de que todo podría ser una estructura de trampas, engaños y medias verdades que podría venirse abajo a la menor equivocación.
Cómo Tetris se convirtió en un fenómeno mundial
Con todo, Tetris pierde parte de su brillante tensión al ceder a los clichés habituales y mostrar conflictos políticos desde una óptica pequeña. Rusia es un gran escenario de intrigas que el director llena de persecuciones automovilísticas y figuras de pie en esquinas con abrigos oscuros. Para su segunda mitad, la ingeniosa reinvención del juego en una arena de negociaciones comerciales se transforma en un thriller político, o al menos intenta serlo.
No obstante, el final de la cinta recupera el ritmo de la red de trampas que los empresarios involucrados se tendieron entre sí para conseguir el éxito. De nuevo, el juego y su importancia se convierten en el principal escenario. Lo cual, para el cierre de Tetris, resulta una lección de historia reciente y una reflexión sobre las obsesiones colectivas.
Como un símbolo extraño de lo que las masas podrían necesitar, Tetris finaliza con una escena ambigua y bien ejecutada que se interroga sobre la avaricia contemporánea. También da un mensaje: la historia siempre tendrá varias versiones y formas de ordenarse. De ese esquema dependerá su interpretación. Un enfoque curioso que el videojuego, en su simplicidad destinada a hacer historia, resume de manera total.