En el año 1984, estaban ocurriendo muchas cosas a la vez en la Norteamérica excesiva y codiciosa de la época. Los primeros minutos de Air, de Ben Affleck, tratan de retratarlo de todo a la vez en un rápido resumen de un puñado de años confusos. Era la época de la encarnizada competencia empresarial, las ganancias y pérdidas millonarias en cuestión de minutos en la bolsa, del brillo vanidoso de Wall Street. El guion de Alex Convery, Ben Affleck y Matt Damon lo retrata en una sucesión de imágenes borrosas, muy rápidas para ser detalladas por completo.
Pero también contextualiza lo que ocurrirá a continuación. Air excede el mero homenaje a una curiosidad del mundo corporativo —como lo es Tetris, de Jon S. Baird— y se enfoca en una idea más amplia. La película deja entrever que la unión entre una estrella naciente y una marca sin verdadero peso en el mercado fue casi inevitable, que fue la consecuencia de un fenómeno mayor.
El momento en que Nike dio el paso definitivo para dejar atrás a sus competidores y convertirse en una marca emblemática comienza en medio de una sacudida cultural. Air lo recuerda y lo acentúa, pasando de los grandes triunfos financieros a algo más significativo. Desde la decisión de Apple de convertirse en un producto comercial de alto nivel hasta la de la cadena Wendy’s de competir en su propio terreno con el colosal McDonald’s. En los primeros años de la década de los ochenta se fraguó el clima necesario para un suceso que cambiaría la historia del deporte.
Air
Air, de Ben Affleck, retrata uno de los grandes momentos de la historia del deporte como un homenaje a una época y a un estilo de vida. El gran sueño norteamericano de éxito y la prosperidad llega de nuevo al cine desde una curiosa inocencia. También aborda lo que rodeó al éxito definitivo de la marca Nike como emblema del poder y el esfuerzo colectivo. La excesiva y ambiciosa década de los ochenta se muestra con detalle, mientras el director relata todo lo que rodeó a uno de los tratos comerciales más exitosos del siglo XX. Un magnífico guion interpretado por un elenco carismático y con la brillante actuación de Ben Affleck en el que quizás sea el papel que marque su carrera.
Air muestra la evolución de la publicidad estadounidense
Phil Knight (Ben Affleck) sabe lo que se avecina. El actor interpreta al fundador de Nike desde cierto aire humorístico, que se hace más oscuro a medida que avanza la trama. En Air, el personaje es una especie de depredador que, en lugar de la sangre, olfatea el éxito, como él mismo declara en más de una ocasión.
Pero, más allá de las frases exageradas y la ropa brillante de poliéster, el ejecutivo es consciente de que debe encontrar un punto de ruptura en el estancamiento de su empresa. Sabe que hay algo grande en una cultura de masas que endiosa a estrellas deportivas que se convirtieron en celebridades por derecho propio.
Air es muy consciente de que narra un momento histórico, pero también de que debe mostrar, desde la periferia, el sentido de la fama y el triunfo estadounidense.
El mundo de las grandes competencias, dentro y fuera de la cancha
De modo que los aborda con detalle a través de una atmósfera de urgencia que resulta por momentos abrumadora. Night va de un lado a otro, intentando consolidar a Nike, por entonces solo considerada una fabricante de buenas zapatillas para correr. La marca, perdida entre otras tantas idénticas, necesita remontar la cuesta del anonimato genérico. Llevar a cabo un triunfo inmediato o, al menos, encontrar su identidad más allá de solo ser un producto de buena calidad.
Pero recorre un terreno difícil. La bonanza económica se traduce en mayor competencia. El guion de Air profundiza en la manera en que el empresario debe luchar contra todo tipo de presiones. A la vez, en la sensación cada vez más angustiosa de que, de un momento a otro, deberá tomar una decisión que cambie la historia de la compañía.
La codicia de la guerra por el éxito en Air
Desde las primeras secuencias, Air explora el interés de Knight por sacar provecho a los rápidos movimientos de la sociedad a su alrededor. El dinero está en todas partes y la oportunidad de la celebridad también. El largometraje vuelve sobre el tema una y otra vez para mostrar que el empresario necesita tomar una decisión, ya sea por intuición o experiencia. De ella dependerá su futuro y el de todo lo que ha construido.
Ben Affleck logra dotar de docenas de matices a un personaje que, en manos menos hábiles, habría resultado solo vanidoso o desagradable. Pero el intérprete sabe cuál es la línea entre el ridículo y un optimismo casi grotesco que resulta involuntariamente gracioso.
También lo hace Matt Damon como Sonny Vaccaro, encargado de convencer al jovencísimo Michael Jordan de una petición complicada. Pero sus padres, sobre todo su posesiva madre Deloris (Viola Davis), sabe que cualquier paso en falso en su prometedor camino comprometerá su carrera. De modo que, la respuesta sobre si usar o no zapatos Nike tarda en llegar.
Un cuento de hadas corporativo
No obstante, el guion justifica la forma progresiva en que cuenta su historia. El director, Ben Affleck, tiene un pulso narrativo que utiliza la tensión para afirmar ideas más grandes dentro del relato.
Air avanza con cuidado entre las trampas de su argumento o repetir de forma innecesaria puntos en una historia conocida. En lugar de eso, pone más atención a sus secundarios y, en particular, a todo lo que ocurre mientras Knight traza la estrategia hacia un éxito arrollador.
Cuando finalmente llega, la película alcanza sus mejores momentos. A mitad de camino entre el limpio optimismo de una versión burlona del éxito estadounidense y la narración de un fenómeno irrepetible, Air deslumbra. Para su cierre —apoteósico y emocionante— es evidente que se trata de una celebración de algo más allá que el triunfo económico y público. También es un reconocimiento a los hombres, no siempre tan íntegros e ingenuos como los que corren sobre la cancha, que lo hacen posible.