El 12 de abril de 2023, la espeleóloga Beatriz Flamini salía a la luz del Sol con aspecto cansado, pero esperanzado. Para ella, seguía siendo 21 de noviembre de 2021, el día en el que decidió internarse voluntariamente en las profundidades de un paraje granadino, cerca de la localidad de Motril. En total fueron 500 días; pero, como reza la camiseta que mostró orgullosa durante la rueda de prensa posterior a la salida de la cueva, una sola noche. 

Aunque los responsables del libro Guinness de los Récords aún no se han manifestado, todo apunta a que es la persona que más tiempo ha pasado voluntariamente aislada en una cueva subterránea. Pero su objetivo no era figurar ahí. Al menos no era únicamente ese. Beatriz Flamini quería retarse a sí misma y, a su vez, que ese esfuerzo sirviera para ayudar a la ciencia a comprender mejor el cuerpo y la mente humanos.

Por eso, aunque ha permanecido todo este tiempo sola, la han seguido de cerca científicos pertenecientes a equipos de psicología experimental y fisiología del comportamiento de la Universidad de Granada, así como especialistas en neuropsicología clínica de la Universidad de Almería y cronobiólogos de Kronohealth. Todos ellos han recogido datos de la hazaña de Flamini durante su desempeño, pero seguirán haciéndolo a posteriori. Para ellos es una oportunidad única, que ha sido posible gracias a la valentía de la espeleóloga.

Los 500 días de Beatriz

Beatriz Flamini disponía de luces artificiales para iluminarse en el interior de la cueva. Sin embargo, no son esas las que nos sirven como referencia temporal. Los seres humanos podemos distinguir cuando acaba un día y empieza otro gracias a la luz natural. Pero para ella no había ni días ni noches. Su reloj (el objeto, no el reloj biológico) se paró en noviembre de 2021.

Esta es una oportunidad única para los cronobiólogos, que generalmente trabajan en escenarios alterados, como bien ha explicado a Hipertextual la CEO de Kronohealth, María José Martínez Madrid. “Continuamente enmascaramos el sistema circadiano con luces inadecuadas, temperaturas constantes porque estamos con aire acondicionado y calefacción, estrés y ansiedad por la sobrecarga de trabajo…”.

Todo esto impide estudiar el sistema circadiano, que regula nuestra fisiología en ciclos de 24 horas, de una forma pura. “En los años 70, Aschoff comenzó a realizar estudios sobre cronobiología con estudiantes que se metían en búnkeres subterráneos sin señales temporales”, continúa Martínez Madrid. “Beatriz tampoco tenía señales temporales, dormía o comía cuando se lo pedía su cuerpo”. Por lo tanto, la situación planteada por Flamini ha sido muy útil, porque “se puede estudiar el sistema circadiano sin más sincronizadores que los que sus genes tengan marcados”.

Libros
Unsplash

Leer, tejer y mucho más

En la rueda de prensa posterior, una emocionada Beatriz Flamini, rodeada de personas con mascarilla para no sobreexponer a su sistema inmunitario, aislado también durante más de un año, contó lo que fue su día a día en la cueva.

Relató que ha leído 60 libros, ha tejido gorros de lana y ha dialogado en silencio consigo misma. En ningún momento habló en voz alta, más allá de las comunicaciones para el documental que se publicará más adelante. Según sus propias declaraciones, lo hizo así porque no quería perturbar el medio en el que ella no dejaba de ser una forastera.

Pero no solo ha leído y tejido. También ha seguido una rutina de ejercicios pautada por entrenadores personales y ha ayudado a los científicos con diarios de abordo, así como un seguimiento de sus patrones de sueño. De hecho, para esto último ha contado con Kronowise, una tecnología patentada por Kronohealth, cuyo objetivo es monitorizar la actividad circadiana y el sueño a través de la determinación de periodos de actividad, temperatura, posición y luz. ¿Pero por qué esos parámetros y no otros?

“La actividad nos da información sobre los ritmos que tenemos, los horarios de trabajo, ocio, ejercicio, etc., en distintas variables de tiempo, movimiento y aceleración. Por ejemplo, no es lo mismo una persona mayor, que tiene una aceleración bajita, pero puede tener un temblor continuo, como en un párkinson. En cuanto a la temperatura, es el ritmo más endógeno, el menos modificable. Por eso, nos da una señal más interna sobre nuestro reloj biológico. Y, para terminar, la luz es el sincronizador principal del sistema circadiano”.

María José Martínez Madrid, CEO de Kronohealth

Con todo esto, se ha podido hacer un seguimiento de las rutinas de Flamini, aunque todavía se están analizando los resultados.

Un ordenador sin referencias temporales

Por otro lado, era importante estudiar cómo le afectaría el aislamiento a nivel neuropsicológico.  Es fundamental remarcar que, aunque ha tenido un seguimiento cercano, ha estado totalmente aislada los 500 días. Recibía comida del exterior, pero no interaccionaba con quienes se la llevaban. Lo mismo para el resto de viandas. Incluso cuando tuvo que salir de la cueva a los 300 días para la reparación del router que le permitía enviar mensajes al exterior, pasó directamente a una tienda de campaña donde siguió en aislamiento hasta volver a la cueva.

Por eso, el seguimiento por parte de neuropsicólogos fue vital. Este pudo realizarse gracias a un ordenador sin hora ni referencias temporales, en el que tuvo que realizar una serie de pruebas sencillas de atención, memoria de trabajo y control ejecutivo. Lo ha explicado a Hipertextual una de las científicas implicadas, la profesora María Dolores Roldán Tapia, del Departamento de Neuropsicología de la Universidad de Almería. “Ella hizo estas tareas mientras estuvo en la cueva, cuando estimó oportuno”, cuenta la científica. “Le dijimos que las hiciera una vez cada dos semanas, pero como perdió tan pronto el control del tiempo, las hizo cuando le pareció bien”.

Esa parte del experimento ya ha finalizado, lógicamente. Ahora, del mismo modo que los cronobiólogos, tendrán que analizar los efectos tras salir de la cueva

Cerebro, IA, inteligencia artificial

Las consecuencias del aislamiento

Durante la rueda de prensa, hubo un momento en que Flamini pidió que le repitieran una pregunta, argumentando que su memoria a corto plazo se ha visto afectada. Esto, según Martínez Madrid, podría ocurrir si se ve afectada la fase REM del sueño. No obstante, ella podía dormir siempre que quisiera y su sueño no se ha visto interrumpido. Por lo tanto, no se puede asegurar que haya sido por eso.

Pero sí que puede ocurrir por el aislamiento en sí. “La memoria es un sistema muy sensible a diferentes situaciones o condiciones, como la deprivación de sueño, alimentación, falta de oxígeno, traumatismos, etc.”, relata Roldán Tapia. “En el caso de Beatriz, la alteración de los ritmos circadianos, la alteración de los patrones de sueño, la falta de variedad en la alimentación, la ausencia de productos frescos, la soledad… han generado una serie de alteraciones funcionales de la memoria a corto plazo, que creemos y pensamos que son reversibles en ausencia de daño estructural”.

Pero ese no es el único efecto que se ha observado de momento. 

“La deprivación sensorial ha sido muy importante. No solo por el aislamiento, sino también por la ausencia de luz. Esto, según la literatura previa, puede conducir a problemas cognitivos de razonamiento, memoria, atención y, en la esfera emocional, ansiedad, depresión, alucinaciones… Incluso se puede desarrollar estrés postraumático”.

María Dolores Roldán Tapia, profesora de neuropsicología de la Universidad de Almería

De hecho, la propia Flamini reconoció al salir de la cueva que, durante su estancia, había tenido algunas alucinaciones auditivas. Por suerte, está en las mejores manos para estudiar su evolución; que, según se espera, debe ser buena.

El reto de Flamini va mucho más allá de la superación personal

Flamini ha ayudado a muchos científicos, dándoles un escenario único para sus investigaciones. Pero, además, al ayudar a esos científicos también puede ayudar a otras personas. Por ejemplo, la profesora de la Universidad de Almería nos cuenta que los resultados de estas investigaciones pueden tener muchas aplicaciones. Estas van desde los efectos de la deprivación sensorial sobre el envejecimiento hasta las consecuencias del aislamiento en viajes espaciales o centros de investigación.  De hecho, según cuentan las dos investigadoras entrevistadas para este artículo, ya hay varios estudios en marcha.

Y todo gracias a una mujer que puso su cuerpo y su mente a prueba hasta límites insospechables. Alguien que cumplió los 50 años a 70 metros bajo tierra y que, al salir, ni siquiera sabía que Rusia había invadido Ucrania. Por lo tanto, alguien que salió de la oscuridad para entrar a un mundo lleno de luz, pero mucho más oscuro. 

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: