Tras una agresión sexual, si se desconoce al responsable, es esencial encontrar rastros de su ADN en la víctima. Si ha eyaculado en su interior, es bastante sencillo. Sin embargo, si no lo ha hecho, la tarea se complica. Se pueden buscar células de su piel, pero a veces no son suficientes para encontrar una muestra de ADN que se pueda analizar. Por eso, un equipo de científicos de la Universidad de Murdoch, en Perth, Australia, ha querido ir más allá y buscar la solución en las bacterias.
Todos convivimos con microorganismos en nuestro interior, que en su mayoría llevan a cabo tareas beneficiosas para nosotros. Es lo que se conoce como microbiota. Está, por ejemplo, muy bien estudiada la microbiota intestinal. También se sabe mucho sobre la bucal. Y, en el caso de las mujeres, se han realizado bastantes estudios sobre la vaginal. No obstante, la del pene de los hombres está muy poco estudiada.
Se sabe que cuando dos personas se besan intercambian muchísimas bacterias y que las parejas tienen una microbiota bucal muy similar. ¿Y si ocurriese lo mismo con la genital? Esta fue la pregunta que se hicieron estos científicos, cuyos resultados se publicaron recientemente en Forensic Science International. Comprobaron que, efectivamente, durante el sexo con penetración hay un intercambio de microorganismos, a los que han bautizado como sexoma y que su análisis podría ser muy útil tras una gresión sexual.
La utilidad de las bacterias tras una agresión sexual
Para la realización de este estudio, sus autores contaron con la colaboración de seis parejas heterosexuales, que se tomaron muestras de los genitales con un hisopo, tanto antes como después del sexo con penetración.
Todos tenían edades entre los 22 y los 30 años y utilizaban diferentes métodos anticonceptivos. Las muestras de hisopado se analizaron en busca del material genético de las bacterias y el resto de microorganismos que componen su sexoma.
Y, efectivamente, se demostró lo que ya sospechaban. Las mujeres tenían en sus vaginas bacterias del sexoma del pene de los hombres y viceversa. Además, cada sexoma era suficientemente diferente del resto como para descartar sospechosos. Es decir, quizás no fuese tan único como unas huellas dactilares o como la huella genética de una persona. Pero sí que era adecuado para descartar sospechosos, pues difícilmente en una misma situación habría dos personas con exactamente la misma composición de bacterias.
Tras una agresión sexual, suele haber pocos sospechosos, por lo que, si no hay ADN, el análisis del sexoma puede ser muy útil.
¿Qué pasa con los métodos anticonceptivos?
En todos los casos hubo transferencia de bacterias de un miembro de la pareja al otro. Sobre todo las del género Lactobacillus.
Como es lógico, la transferencia fue mucho mayor en el caso de las parejas que no usaron métodos anticonceptivos de barrera, como el preservativo. Aunque incluso en esos casos hubo algo de transferencia.
Todo esto no quiere decir que se deba desechar el análisis del ADN convencional tras una agresión sexual. Sigue siendo una buena opción. Sin embargo, en combinación con el sexoma, puede ser aún más útil.
Habrá que seguir estudiando el tema, pero parece que podría convertirse en una herramienta muy útil para las ciencias forenses.