No se sabe cuándo tuvo lugar el primer beso de la historia. Y posiblemente no se sepa nunca. Sin embargo, un estudio publicado recientemente por científicos de la Universidad de Copenhague demuestra que, en realidad, es una práctica más antigua de lo que podríamos llegar a pensar. Además, analiza la creencia de que los besos románticos se pudieron convertir de forma abrupta en un medio de difusión para nuevos virus, como el del herpes o el Epstein-Barr, causante precisamente de la enfermedad del beso.

En este estudio, analizan tanto textos médicos como tablillas de arcilla de la Antigua Mesopotamia. Es decir, una región histórica que se encontraba entre los ríos Tigris y Éufrates y que actualmente se corresponde con partes de Irak y Siria.

Si bien los primeros registros de besos como parte de la práctica sexual hasta hace poco databan de hace no más de 3.000 años, este nuevo estudio va mucho más allá. Y es que algunas de las tablillas de arcilla representan escenas sexuales en las que se podría datar ese primer beso en algún momento hace 4.500 años. Aunque estos científicos creen que podría ser todavía más antiguo. Al fin y al cabo, se ha visto a algunos primates, como los bonobos, besándose durante las relaciones sexuales, por lo que podría ser algo innato tanto a nuestra especie como a aquellas que están emparentadas con nosotros. En definitiva, es difícil fechar el primer beso de la historia, pero sin duda son mucho más antiguos de lo que podríamos creer. 

El primer beso documentado en la historia

Se han encontrado varias tablillas de arcilla de unos 4.500 años de antigüedad en las que se muestran parejas desnudas y besándose. Además, algunos textos de la misma época describen los besos durante el acto sexual.

Y no es extraño, ya que besarse durante las relaciones sexuales tiene muchos beneficios. Los mecanismos de todos esos beneficios no están del todo claros, aunque hay estudios que arrojan pistas al respecto. Por ejemplo, parece ser que durante los besos se liberan endorfinas que aumentan la excitación, tan necesaria para las relaciones sexuales. Además, se segrega oxitocina, conocida como la hormona del amor porque promueve el apego entre dos personas.

Por otro lado, durante un beso de unos 10 segundos se intercambian unos 80 millones de bacterias. Esto lleva a que las parejas que llevan mucho tiempo juntas tengan una microbiota bucal muy similar. Pero, hasta llegar a ese punto, supone un enriquecimiento muy beneficioso. Por eso, se suele decir que, inconscientemente, buscamos personas con una microbiota diferente a la nuestra, y eso es algo que se prueba mediante el beso.

Además, algunos científicos apuntan a que, dado que la saliva masculina contiene testosterona, los hombres podrían besar a sus parejas para intentar aumentar su líbido. Al fin y al cabo, la testosterona aumenta la excitación sexual, por lo que es algo que tiene sentido.

Primer beso
The Trustees of the British Museum

¿Ayudaron los besos a transmitir enfermedades?

Dado que los besos parecen algo más antiguo y continuo de lo que se pensaba, los autores de este estudio consideran que difícilmente podrían haber sido desencadenantes abruptos de la aparición de enfermedades.

No obstante, según algunos de los textos médicos que han leído, sí que puede ser que ayudasen poco a poco a difundirlas. Por ejemplo, hay textos de esa misma época que el primer beso de las tablillas, en los que se habla de una enfermedad, llamada bu’shanu, que causaba lesiones en la boca y la garganta, similares a las del herpes simple.

De cualquier modo, lo que está claro es que los besos acarrean más beneficios que perjuicios. De hecho, hay estudios que demuestran que besarse acarrea beneficios emocionales y físicos. Por lo tanto, las parejas que se besan durante las relaciones sexuales tienen menos probabilidades de ruptura.

Lógicamente, besar a sabiendas a alguien con una enfermedad que se contagie mediante la saliva no es buena idea. Pero, más allá de eso, besar es salud. Como el sexo, pero sin probabilidad de embarazo.

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