Cuando nos mudamos a un lugar en el que se habla otro idioma, es lógico tener que aprenderlo para hacernos entender. No es tan necesario cambiar el acento. Sin embargo, hay personas que cambian rápidamente de acento en cuanto se mudan, ya sea a otro país o a otra región de su misma nación. Otras, en cambio, por muchos años que pasen, mantienen el acento del sitio en el que se criaron. ¿A qué se debe esto?

Esta pregunta la ha respondido recientemente en un artículo de The Conversation la profesora de fonética Jane Setter, de la Universidad de Reading. Según ella, el cambio de acento suele ser algo prácticamente inconsciente que hacemos para integrarnos y no perder el sentido de pertenencia a una ubicación.

Cabe destacar que nuestro acento se forja primero cuando somos pequeños. En ese caso, quienes nos enseñan a hablar son las personas que nos rodean, por lo que es lógico que hablemos como ellas. Ocurre lo mismo cuando aprendemos un idioma. Por ejemplo, cuando una persona inglesa aprender a hablar español en Argentina, hablará con acento argentino, porque todo lo que ha aprendido nuevo ha sido con ese acento. Ahora bien, si una persona Argentina se muda a España, puede cambiar el acento o no cambiarlo. Y es ahí donde entra en juego ese deseo de pertenencia al que se refiere Setter.

Convergencia fonética

En 2006, la psicóloga Jennifer Pardo, del Barnard College, de Nueva York, llevó a cabo un estudio en el que analizaba el acento de dos personas de distinta procedencia durante una conversación. Solo en el tiempo que dura el diálogo, cada uno de los conversadores adaptó ligeramente su acento al otro. 

Esto es algo que se conoce como convergencia fonética y que se ha demostrado en más ocasiones. Por ejemplo, se ha visto también en compañeros de habitación de un colegio mayor. Y algo interesante es que el cambio de acento se da de una forma más intensa cuando existe aprecio hacia las otras personas. Es decir, entre compañeros, es más fácil que se da la convergencia fonética cuando se llevan bien entre ellos.

Ahora bien, tanto Pardo, como Setter y el resto de personas que han estudiado los acentos coinciden en que es un cambio inconsciente que varía mucho entre personas. La necesidad de pertenencia a un grupo es algo común en todos los humanos. Al fin y al cabo, somos animales sociales. Es esa necesidad la que puede llevarnos incluso a mantener hábitos que no nos apetecen, como beber alcohol

Pero no todo el mundo actúa del mismo modo ante esa necesidad. Según explica Setter en su artículo, las personas con más tendencia a querer sentirse aceptadas son quienes cambian más rápido de acento. Esto puede ser consciente, pero también inconscientemente. A veces ocurre para hacernos entender, pero en otras ocasiones simple y llanamente para sentirnos integrados.

Dicho esto, cabe preguntarse por qué, pase el tiempo que pase, hay personas que no pierden nunca su acento. Según Setter, esto se debe a que se trata de personas que tienen una mayor sensación de identidad propia. Disfrutan con su individualismo y sus raíces y no sienten esa necesidad de encajar con el resto. Lógicamente, eso no quiere decir que quienes sí cambian el acento no estén orgullosos de dónde proviene. Puede que lo estén incluso más. Pero sí que tienen una mayor necesidad de socializar y sentirse integrados. 

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Christina Wocintechchat (Unsplash)

El síndrome del acento extranjero

Un caso muy diferente es el de las personas que cambian su acento de repente, al de un lugar en el que nunca han estado. Esta es una afección, conocida como síndrome del acento extranjero, que suele darse como consecuencia de alguna lesión cerebral. Dicha lesión afecta a regiones involucradas en el habla, de manera que los pacientes cambian su forma de articular palabras. No necesariamente hablan con el acento exacto de otro país, pero sí que, al ver que hablan diferente, inconscientemente sienten que tienen el acento de otro sitio.

Setter explica que estas personas a veces se sienten discriminadas, por parecer de otro país. Y esto justificaría por qué hay quien tiene la necesidad de adaptar su acento. De hecho, en el artículo de The Conversation cita también una investigación en la que se concluye que una cuarta parte de los trabajadores de Reino Unido fueron elegidos por sus acentos. La discriminación a veces es inconsciente, como también lo es el cambio de acento.

Un cambio que, además, puede adaptarse rápidamente, simplemente por cambiar de conversador. Por eso, puede que si no vivimos en nuestra ciudad hayamos cambiado de acento, pero al charlar por teléfono con nuestros padres o cualquier otro ser querido de nuestro lugar de origen volvamos a nuestro acento original. Ocurre porque estamos ante personas que no nos juzgan y a las que ya nos sentimos más que unidos.