Cada vez son más los dispositivos que permiten hacer un seguimiento de la salud de las personas a tiempo real. La mayoría actúan desde fuera, aunque algunos suelen implantarse. Pero, por pequeña que sea, para introducirlos en el cuerpo se necesita una cirugía. Sería ideal crear dispositivos que puedan comerse y, en realidad, es algo que lleva mucho tiempo estudiándose. Se trata de la electrónica comestible.

Estos son aparatos electrónicos que pueden descomponerse y digerirse, una vez que han llevado a cabo su función. Lógicamente, deben estar construidos con materiales que no sean tóxicos. Los materiales que normalmente se emplean en electrónica, como el silicio, el magnesio y el cobre, son seguros a unas dosis tan bajas que no habría suficiente para hacer funcionar un dispositivo. Por eso, la electrónica comestible se basa sobre todo en materiales procedentes de alimentos.

En ese aspecto, las baterías son un gran reto. Pero, por suerte, un equipo de científicos del Istituto Italiano di Tecnologia (IIT) ha logrado construir una en la que todos sus componentes se podrían encontrar en una receta de cocina. 

Así es la pila que se puede comer

Una pila funciona gracias a una corriente de electrones, que circulan desde un electrodo en el que se liberan, llamado ánodo, hasta otro que los capta, conocido como cátodo. Es decir, se da una reacción de oxidación-reducción, en la que una sustancia se oxida, perdiendo electrones, y otra se reduce, ganándolos. Este tipo de reacciones son muy habituales en los alimentos, por lo que los autores del estudio que se ha publicado en Advanced Materials decidieron empezar estudiando ese tipo de procesos.

Así, encontraron lo que sería su ánodo y su cátodo. El primero está confeccionado a base de vitamina B2, que se puede obtener de las almendras. En cuanto al cátodo, la sustancia elegida es la quercetina, que se encuentra en las alcaparras

Por otro lado, las pilas deben tener un electrolito a través del que circulan esos electrones, para llegar de un lado a otro. En este caso, se usa agua, pero además se añade carbón activado para aumentar la conductividad eléctrica. Este se comercializa en algunos lugares como fármaco de venta libre y está presente en muchos productos supuestamente detoxificantes. Cabe destacar que esos productos suelen ser un timo, pues no es necesaria una dieta para desintoxicar, y también que no es bueno abusar del carbón activado. No obstante, en las dosis que se añade a esta pila para la electrónica comestible, no hay ningún problema. 

Finalmente, como separador para evitar cortocircuitos se añade alga nori, la misma que se emplea para hacer sushi. Todo esto se encapsula en cera de abeja y, hacia el exterior, se colocan dos contactos, como los de las pilas. En este caso, fabricados de oro de grado alimenticio, como el que se utiliza en repostería.

electrónica comestible
IIT-Istituto Italiano di Tecnologia

¿Para qué sirve la electrónica comestible?

La electrónica comestible puede ser muy útil para realizar diagnóstico de enfermedades digestivas de una forma poco invasiva. El paciente se come el sensor, este hace las mediciones oportunas y, después, se digiere. También puede usarse para introducir medicamentos en el cuerpo y liberarlos en lugares muy concretos. O incluso para monitorizar la calidad de los alimentos. Dado que es perfectamente comestible, el sensor después se puede dejar en el producto sin problema.

Ahora que existe una pila para abastecer estos dispositivos de electrónica comestible, sería mucho más fácil manejarlos. Pero eso no es todo.

Los autores de este nuevo estudio creen que su pila podría emplearse, por ejemplo, en la confección de juguetes. La ingestión accidental de pilas es muy peligrosa. Muchos niños pueden llegar incluso a morir por ella. Por eso, si las pilas, con componentes extremadamente tóxicos, son totalmente comestibles, se eliminaría este serio problema.

Además, si bien esta pila no serviría para alimentar grandes aparatos eléctricos, como los coches, si podría inspirar en un futuro la fabricación de nuevas baterías con materiales más sostenibles. Cuanto menos litio, mejor. Y si se come, todos ganamos.