En la historia de los vuelos supersónicos de pasajeros, dos aeronaves acapararon todas las miradas. Por un lado, el mítico Concorde de Aérospatiale y British Aircraft Corporation (BAC); por el otro, el Tu-144 de Tupolev. La historia de este último estuvo plagada de condimentos que, incluso hoy, siguen generando mucho interés entre los fanáticos de la aviación.
El Tupolev Tu-144 venció al Concorde en dos puntos que hoy son anecdóticos, pero que en su momento fueron vistos como grandes victorias de la URSS sobre Occidente. El prototipo soviético voló por primera vez dos meses antes que su rival anglofrancés, y también fue el primero de los dos en volar a velocidades supersónicas. Sin embargo, sus éxitos en esta carrera se detuvieron allí.
Si bien el Concorde nunca llegó a operar en la cantidad de rutas y aerolíneas que se habían pensado originalmente, sí tuvo un historial de servicio mucho más destacado que el de su par ruso. El Tupolev Tu-144 sirvió apenas por tres años como avión de pasajeros —de 1975 a 1978—, y luego tuvo un poco glamoroso desempeño como aeronave de carga hasta 1983.
A lo largo de los años, mucho se ha hablado sobre los motivos del fracaso del “Concorde soviético”, o Concordski. El consenso entre los expertos es que la aeronave nunca logró ser confiable. Es cierto que sufrió de muy mala publicidad tras el famoso accidente aéreo del Salón Aeronáutico de París de 1973; pero los problemas técnicos del Tu-144 fueron un obstáculo permanente para Tupolev. Y si el proyecto no se descartó antes fue simplemente por motivos políticos, para no mostrar debilidad ante Estados Unidos y el resto del mundo.
Un claro ejemplo de esto se dio a comienzo de 1978, cuando un Tupolev Tu-144 sufrió múltiples fallos durante un vuelo de pruebas en el que viajaban periodistas de distintos países. Los problemas iniciaron desde el momento en el que se encendieron los motores; al punto tal que Alexander Larin, el piloto, le pidió a su ingeniero de vuelo que le informara de los inconvenientes de forma calmada, sin gritar, para no llamar la atención de los pasajeros.
Según su relato, más de 20 sistemas fallaron en ese vuelo, y hasta último momento no supo si el tren de aterrizaje se desplegaría correctamente. Años más tarde reconoció que tuvo el poder de cancelar el despegue, pero que optó por no hacerlo. “No puedes pasar vergüenza frente a los extranjeros”, fue su explicación.
Golpeando la puerta de los fabricantes del Concorde en busca de ayuda
Con una lista interminable de problemas técnicos en sus manos, Tupolev salió a buscar ayuda para salvar al Tu-144. En primer lugar, acudió a Lucas Industries, la empresa británica que proveía algunos de los sistemas computarizados que se utilizaban en el Concorde. Fue en 1977, cuando intentó obtener algunos de los equipos destinados a la gestión de los motores del avión supersónico anglofrancés. No obstante, su pedido no fue escuchado.
Así las cosas, el buró soviético fue a golpear la puerta de British Aircraft Corporation, uno de los fabricantes del Concorde. En principio, Tupolev pretendía mejorar el diseño de las tomas de aire del Tu-144, pero las dificultades a resolver eran, en realidad, mucho más complejas. Los rusos también debían reforzar el fuselaje, así como impedir el congelamiento de los bordes de ataque de las tomas de aire. Otras falencias se encontraban en las válvulas de drenaje de los tanques de combustible, los sistemas de navegación y el equipamiento de protección contra incendios, por solo mencionar algunas.
Como se podrán imaginar, Tupolev volvió a recibir una negativa a su súplica ante su principal competidor. El gobierno del Reino Unido vetó la ayuda a los soviéticos por temor a que la tecnología que pudiera ser implementada en el Tu-144 luego se utilizara en desarrollos militares de Tupolev. No olvidemos que, por entonces, los rusos ya trabajaban en el Tu-160, un bombardero pesado supersónico con alas de geometría variable y aires de Concorde.
¿Qué tan distinta pudo haber sido la historia si BAC ayudaba a Tupolev a resolver los problemas del Tu-144? ¿El destino de la aviación comercial supersónica habría sido diferente? ¿Era válido el temor de las autoridades a confiar en los soviéticos? Son todos interrogantes que hoy no tienen respuesta, claramente. Pero es imposible no plantearlos.
El Tupolev Tu-144 y la salvación que no fue
El pedido de ayuda de Tupolev a BAC no pasó desapercibido para la prensa internacional. De hecho, la prestigiosa revista Aviation Week le dedicó cobertura al suceso en su edición del 4 de diciembre de 1978. “Solicitan ayuda técnica para el Tu-144. Se notó la franqueza soviética en las discusiones con los expertos del Concorde luego de dos accidentes fatales y la cancelación del servicio”, indicaron los estadounidenses. La segunda fatalidad referida en el artículo había ocurrido en mayo de ese año y llevó a que la aeronave dejara de utilizarse en vuelos de pasajeros.
La negativa británica al pedido de asistencia de Tupolev terminó siendo crucial para el destino final del Tu-144. El programa del avión de pasajeros supersónico se canceló en 1983, sin poder erradicar todos sus problemas de confiabilidad. Pese a ello, la aeronave logró mantenerse activa en años subsiguientes.
En primera instancia, se la utilizó para entrenar a los pilotos del Transbordador Buran, aunque este último voló una sola vez y sin tripulación. En la segunda mitad de la década de 1980, en tanto, se transformó en un laboratorio médico y biológico para investigaciones a gran altura. Pero lo verdaderamente curioso fue su uso tras la caída de la Unión Soviética.
En los noventa, de la mano de la NASA, sirvió como plataforma experimental para el desarrollo de un avión de pasajeros supersónico estadounidense. Un proyecto que los norteamericanos ya habían abordado con el fallido Boeing 2707. Sin embargo, la iniciativa quedó en la nada y el Tupolev Tu-144 pasó a retiro definitivo en 1999. Una historia con más sombras que luces, sin dudas, pero que aún hoy sigue despertando pasiones.