No nos cansamos de remarcar que el SR-71 Blackbird fue una de las más grandes maravillas de la industria aeronáutica. Y tenemos motivos de sobra para hacerlo. Todo lo que rodea al desarrollo del mítico avión de reconocimiento estadounidense es apasionante, y está claro que la ingeniería necesaria para lograr que funcione se cuidó al detalle. De hecho, uno de los tantos obstáculos que debieron superar en Skunk Works fue cómo desarrollar las "ventanas" de su cabina.
En el pasado hemos hablado sobre los efectos de las infernales temperaturas sobre el SR-71 Blackbird. Para que la aeronave soportara volar a velocidades superiores a Mach 3 durante largos intervalos de tiempo, debió ser fabricada utilizando una "piel" de titanio. Mientras que sus tanques de combustible dependían del calor extremo para sellar las fugas que sufrían por diseño.
Pero los cristales del avión secreto también debieron ser especialmente preparados para no sufrir inconvenientes. Que uno se resquebrajara cuando el SR-71 Blackbird volaba a 26.000 metros de altura y más de 3.600 kilómetros por hora, no era una opción; ni siquiera considerando que los pilotos utilizaban trajes presurizados y especialmente diseñados para sus temerarias misiones.
Es que lo que estaba en juego no era solo la vida de los pilotos y los oficiales de sistemas de reconocimiento (RSO), sino la finalidad general del avión. Si los vidrios del SR-71 Blackbird no eran resistentes, también podían afectar la calidad de las fotografías que las cámaras integradas tomaban. Así las cosas, volar sobre territorio hostil para regresar con imágenes inutilizables era inadmisible.
La carlinga del SR-71 Blackbird debía soportar temperaturas infernales
La doble carlinga del SR-71 Blackbird estaba compuesta por varios paneles que permitía la visión desde y hacia la cabina. Para lograr que fueran lo suficientemente resistentes, Lockheed se alió con una empresa conocida hasta 1989 como Corning Glass Works. Sí, la misma que desarrolla la tecnología Gorilla Glass que hoy dice presente en todos los smartphones, tablets o smartwatches del mundo.
Lo que se hizo fue incorporar vidrio de cuarzo de más de 3 centímetros de espesor en la cabina del avión. De esta forma se creó una suerte de "parabrisas" resistente a las condiciones de vuelo únicas que proponía el SR-71 Blackbird.
Otro dato curioso es que se utilizaron ondas sonoras de alta frecuencia para soldar el vidrio de cuarzo al marco metálico de la carlinga. Según la Smithsonian Magazine, fue la primera vez que se utilizó dicho método para una labor de ese tipo.
Pero que los cristales soportaran la exposición a las brutales temperaturas exteriores de volar a Mach 3 no protegía del todo a los ocupantes de la aeronave. El citado reporte indica que, pese a que dentro del cockpit del SR-71 Blackbird la temperatura rondaba los 65 °C, los casi 300 °C del exterior se hacían sentir de todos modos. Al punto tal que tanto el piloto como el RSO no podían tocar las ventanas más que por un par de segundos sin quemarse. Un dato no menor, considerando que llevaban guantes todo el tiempo.
Como mencionamos anteriormente, la necesidad de que fueran resistentes también impactaba sobre las fotografías. Por ello, además del vidrio de cuarzo, Skunk Works trabajó junto a la empresa Perkin-Elmer para desarrollar tres sistemas de cámaras dotados con tecnología de punta y lentes especiales que impedían la distorsión óptica provocada por la diferencia entre la temperatura interna y externa del SR-71 Blackbird.