Normalmente, un terremoto se origina por causas puramente geológicas. Es decir, por el movimiento de las placas continentales en torno a los bordes de una apertura conocida como falla. Sin embargo, la mejora de los sistemas de detección en las últimas décadas ha permitido detectar temblores mucho más leves, cuyo origen no tiene nada que ver con esto, sino más bien con la actividad humana. Es lo que, en algunos casos, se conoce como sismicidad inducida y puede ir desde el llenado o vaciado de un embalse hasta la inyección de líquidos en el suelo. Además, pueden darse pequeños temblores por algo tan curioso como la victoria de un equipo de fútbol.
Este tipo de sismicidad se comenzó a estudiar al detectar temblores en lugares sin apenas actividad sísmica por la ausencia de fallas. O por su poca actividad. En casos como el del estadio de fútbol, el temblor es detectable por los sismógrafos, pero demasiado leve para que alguien llegue a sentir un terremoto. Sin embargo, en otros casos, como el de los embalses, sí que puede llegar a sentirse un seísmo pequeño.
Y estos son solo dos ejemplos. En realidad hay varios más y son todos de lo más curioso. De hecho, el del estadio de fútbol no es el único sorprendente.
Cuando la euforia de la afición hace temblar el suelo
Si muchas personas saltan a la vez, se puede originar un pequeño terremoto. De hecho, esto se ha comprobado con experimentos realizados para ver qué le pasaría a nuestro planeta si todos sus habitantes saltaran al mismo tiempo.
Pero también ha ocurrido de forma totalmente espontánea en los estadios de fútbol. Por ejemplo, en 2017, tras una remontada histórica del Fútbol Club Barcelona frente al Paris Saint Germain en un partido de Champions, los sismógrafos del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, ubicados a 500 metros del Camp Nou, detectaron varios pequeños temblores con cada gol. Los primeros fueron apenas imperceptibles. Sin embargo, el sexto gol, que dejaba el marcador en un 6-1 y encumbraba al Barça a los cuartos de final, provocó un temblor mucho más claro.
El temblor fue el resultado de una afición de 100.000 personas, saltando prácticamente a la vez mientras celebraban el gol de Sergi Roberto. Los geólogos que midieron la actividad sísmica publicaron los resultados en redes sociales a modo de curiosidad. Sin embargo, también declararon que podría ser útil, ya que las mediciones ayudarían a comprender mejor cómo se propagan las ondas sísmicas.
Embalses que causan un terremoto
En enero de 2003, se detectó un terremoto de magnitud 4,3 en la población de Ricobayo, en Zamora. Además, a continuación tuvieron lugar varias réplicas. Esta no es zona sísmica. De hecho, se considera una de las más estables, sísmicamente hablando, de la península ibérica. Por eso, el temblor llamó la atención de los geólogos, que no dudaron en lanzarse a estudiar el caso.
La investigación llegó a concluir que la presión generada por el vaciado y llenado de un embalse cercano había provocado movimientos en torno a una falla en la que normalmente no se originaba actividad sísmica. No es la primera vez que ocurre algo así, pues la sismicidad inducida a menudo se ha asociado con embalses.
El temblor de las campanadas
Los sismógrafos suelen colocarse en lugares tranquilos, para evitar posibles interferencias. ¿Y qué hay más tranquilo que una iglesia de pueblo?
Eso es lo que pensaron los geólogos que colocaron uno de estos instrumentos en la iglesia de Santa María de Montmagastrell, en Lleida. Sin embargo, inmediatamente comprobaron que sí había algo en estos sitios que generaba actividad sísmica: las campanadas.
No se trata de un terremoto perceptible. Sin embargo, las ondas acústicas se transformaron en vibraciones que son detectadas por los sismógrafos. Esto llamó la atención de los investigadores, que decidieron colocar más aparatos en iglesias de países como Italia, Francia o Grecia, con el objetivo de comparar la actividad generada. Eso no solo serviría para ver diferencias culturales en el modo de hacer sonar las campanas. También podría ayudar a establecer diferencias en las características del suelo de cada paraje. Es algo que también interfiere en cómo se desplazan las ondas, por lo que fue una buena manera de revisarlo.
El terremoto de Bruce Springsteen
En 2016, Bruce Springsteen comenzó su gira europea en Barcelona. Unas 65.000 personas se reunieron en el Camp Nou para recibir al artista. Y, de nuevo, los científicos del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera analizaron los movimientos sísmicos generados.
Curiosamente, se podía distinguir el inicio de cada canción estudiando los temblores detectados por estos instrumentos. Las dos que más actividad sísmica generaron fueron Dancing in the Dark y Shout, pues fueron las que más hicieron saltar a los espectadores. De nuevo, cabe destacar que no fue un gran terremoto. Estos son temblores pequeños, imperceptibles para la población y seguros para las estructuras urbanas. Aun así, es curioso hasta dónde puede llegar una afición emocionada por ver a sus ídolos.
Armas que provocan seísmos
En 1961, el ejército de Estados Unidos construyó un arsenal de armas químicas en Rocky Mountain, cerca de Denver. Estas fueron inyectadas en el suelo, a unos 3.600 metros de profundidad, para mantener segura a la población.
Pero lo que no esperaban es que la presión ejercida por los líquidos, que además eran muy corrosivos, alterara la estructura de las rocas y acabara provocando más de 700 terremotos. En este caso, considerado como un ejemplo típico de sismicidad inducida, sí que fueron perceptibles por la población, llegando incluso a superar la magnitud 4.
Generalmente, la sismicidad inducida no provoca grandes terremotos, que supongan un peligro. Aunque sí que es cierto que hay estudios que apuntan a que el que tuvo lugar en Lorca en 2011 podría haberse ocasionado por la extracción de agua del subsuelo durante décadas. Este superó la magnitud 5 y sí que generó grandes daños. Por eso, es importante estudiar qué fenómenos humanos pueden desencadenar un gran terremoto. Está claro que algunos temblores no se pueden prevenir, pero otros sí. Solo hay que saber qué los desencadena.