Algo habita bajo tierra en Kansas City. En su episodio anterior, The Last of Us mostró que la amenaza de los contagiados no está fuera de la ciudad. Kathleen y su lugarteniente Perry, de pie entre las sombras, vieron el suelo ondular en una imagen de pesadilla que augura algo peor. El caos que reina en la superficie, entre balas y amenazas, es una sombra del que se esconde en la oscuridad. El que espera liberarse para atacar y destruir la precaria paz lograda a fuerza bruta. 

Hasta ahora, la adaptación del juego de Naughty Dog, mostró el apocalipsis desde una calma enrarecida. El mundo fue devastado en días, como contó Joel, y los supervivientes se aferran a la vida con todos los recursos a su alcance. FEDRA creó un estado autoritario que se sostiene en el miedo, mientras que los Luciérnagas aspiran un tipo de libertad radical. 

Pero en su capítulo cinco la serie da un giro directo hacia los horrores. No solo muestra a los Clickers (chasqueadores) en todo su esplendor, también la crueldad de la violencia humana. Ambas situaciones convierten a los que aún se enfrentan al Cordyceps en víctimas del fuego y la muerte, además del posible contagio.

The Last of Us es el estreno del año y solo puedes verla en HBO Max

Lo que yace bajo la penumbra en 'The Last of Us'

Kansas City está liberada. Es lo que afirma Kathleen mientras las calles a su alrededor se sacuden en quemas y saqueos. Ningún militar sobrevivió al asedio de este grupo armado, enfurecido y con deseos de venganza. El guion de Craig Mazin convierte la atmósfera terrorífica del material original en tensión. Sobre todo cuando debe mostrar que la civilización cayó pero sus peores rasgos persisten. 

Las oleadas de fuego arrasan con todo a su paso. Las llamas envuelven edificios, cuerpos que se sacuden sobre el suelo y la poca vegetación que rodea a las calles. La cámara de Jeremy Web convierte al capítulo en escenas de un tipo de miedo que va más allá del peligro de los infectados.

En el piloto, el realizador Craig Mazin detalló el estallido de la infección a través de un caos general que se hizo imparable. Por su parte, el quinto es el reverso oscuro de ese planteamiento. Esta vez no son monstruos creados a partir del contagio los que matan y disfrutan al hacerlo. Son los hombres al mando de una líder colérica, convencida que lo que le rodea debe precipitarse a las cenizas. “No hay nada más allá de esto, de morir o terminar infectado” dice Kathleen, casi resignada. El personaje es la encarnación de lo que Neil Druckmann imaginó para su realidad destruida por un desastre total.

The Last of Us

El bien y el mal después del apocalipsis

El episodio hace especial hincapié en mostrar que el recorrido de Ellie y Joel es una exploración, más que un trayecto. Casi por accidente, les llevó a un escenario que, seguramente, se multiplica en lo que fue un país. Provienen de un centro de cuarentena, sometidos a una disciplina militar más interesada en el orden que en la convivencia. Ahora, comprenden qué está pasando más allá de los límites de los parajes desolados y las promesas de los Luciérnagas. 

Los rebeldes prosperan en el caos. En la destrucción total de cualquier orden que intente sostener el precario equilibrio de vivir entre escombros. En mitad de la noche, mientras continúa en la búsqueda de Henry, los equipos armados celebran los asesinatos a mansalva, las ejecuciones en plena calle. Joel mira todo lo que ocurre desde un rascacielos, el lugar que fue símbolo de lujo y prosperidad. El fugitivo y su hermano Sam les acompañan. Ellie comprende que lo que conoció hasta ahora en los centros de cuarentena era una mínima versión de lo que ocurre más allá de las murallas. 

El sacrificio por un bien mayor en 'The Last of Us'

Por ahora, el viaje de Joel y Ellie se ha detenido. Luego que los hermanos les hallaran, la prioridad es salvar la vida. En especial, al comprender que Kansas City está bajo asedio y que sus posibilidades de sobrevivir son mínimas. Al igual que Henry, Kathleen les persigue y les conviertie en objetivo. Los cazadores les buscan y están dispuestos a matarles sin mediar motivo. “Es la ciudad de los horrores” murmura Henry, cansado. 

El guion expande el universo de The Last of Us hacia regiones que se adivinan en el juego, pero que, en pantalla, toma proporciones dolorosas. Henry explica el aislamiento de los que necesitan sobrevivir por otros, en un claro paralelismo entre su situación y la de Joel. El argumento de Craig Mazin muestra el conflicto que atraviesa la mayoría de los supervivientes. “¿Por quién vives cuando todo se corrompe?” se pregunta el personaje en voz alta. Es el mismo planteamiento de Bill al cuidar y mantener con vida a Frank. La forma en que Joel comienza a comprender la petición de Tess de resguardar a Ellie. 

The Last of Us, en HBO Max, protagonizada por Pedro Pascal.

A pesar de sus evidentes diferencias con la historia de origen, la adaptación se plantea las mismas preocupaciones existenciales. A la vez, las interrogantes sobre cuál es el verdadero peligro que acecha, en la oscuridad iluminada por el fuego que llena la calle. ¿La de los civiles armados, dispuestos al asesinato, o lo que prospera bajo la tierra, cada vez más cerca de escapar? 

Los monstruos llegan a la medianoche

Pero a pesar de la insistencia de Kathleen que Kansas City es un lugar seguro en manos del pueblo, pronto queda claro que está a punto de sucumbir. Ya sea entre los enfrentamientos callejeros, cada vez más hostiles, un posible ataque de FEDRA o lo que yace al fondo de la oscuridad. En su último tramo, la producción toma los tintes de una película de horror y celebra el género de en una larga secuencia terrorífica. La cámara va de un lado a otro e imita, la paciente observación del videojuego. Mientras finalmente Henry, Sam, Joel y Ellie intentan cruzar la resistencia armada y abandonar la ciudad, el estrépito del mundo exterior provoca lo inevitable. 

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Una horda de Clickers (chasqueadores), emergen de una grieta en el suelo en mitad del estrépito del concreto roto. Por primera vez, la serie homenajea a la experiencia para videoconsolas de Naughty Dog sin intentar suavizar su impacto. Las figuras que corren por la noche, hambrientas, no son restos de seres humanos. Criaturas débiles o confusas. Son una oleada de muerte que muestra la total transformación del cuerpo humano por la micosis. Pero también, de lo que redujo el mundo a escombros, al miedo y a la desesperanza. 

La amenaza en todas partes

Los contagiados se abalanzan para devorar e infectar, incluyendo sobre Ellie y Joel. La primera vuelve a demostrar su asombrosa capacidad inmune en un ataque frontal. Pero, en medio del caos, es evidente que su excepcional condición es un punto en blanco en mitad de una tragedia a gran escala.

Los hombres y mujeres se desploman, solo para levantarse y unirse a la multitud terrorífica que corre por esquinas y callejones. Jeremy Web logra captar la destrucción que en el primer episodio Craig Mazin apenas insinuó. El efecto se extiende como una oleada de brutalidad que arrasa con todo a su paso y termina por ser la oscuridad definitiva. 

En especial, cuando Ellie debe comprender el alcance de lo que la mordida monstruosa provoca. Lo hace al ver la transformación de alguien cercano y, al final, su muerte, en una secuencia violenta y dolorosa que define en esta ocasión el argumento.

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Kansas City ha caído. El terror medra en todas partes. En los cadáveres que se alzan del suelo con zarcillos de infección alrededor de los labios. En los que huyen sin mirar atrás, conscientes que en cualquier dirección, un paisaje semejante es todo lo que queda del mundo. 

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