La ballena (The Whale) no es una película sencilla de ver. En buena parte de sus escenas produce una incómoda sensación de repugnancia y lástima. Charlie, interpretado por Brendan Fraser, está atrapado entres dos límites bien definidos. En su pequeño piso lleno de basura y en el sobrepeso, que le impide moverse más allá de la silla en la que pasa buena parte del día. Este profesor de escritura, que lee en voz alta para imaginar la presencia de otro ser humano, está aterrorizado por la soledad. Pero no conoce nada más. 

Por singular que parezca, Brendan Fraser reconoció en más de una ocasión que en los últimos años y, en especial, antes del éxito de la serie de DC Doom Patrol, se sintió igual. Convertido en un paria de Hollywood y en medio de problemas físicos, su carrera se eclipsó por completo.

Además, Brendan Fraser atravesó una larga serie de conflictos personales, incluyendo una ruptura matrimonial y un proceso depresivo, que le llevaron a un aislamiento total. También, a sufrir un cuadro de obesidad que hizo que sintiera repulsión por sí mismo y que le produjo severos problemas de autoestima.

Brendan Fraser y su personaje, Charlie, compartieron en algún punto el mismo sufrimiento emocional que se refleja en La ballena (The Whale). El directo Darren Aronofsky comentó en una entrevista a The Hollywood Reporter que la obesidad como símbolo físico de padecimientos psiquiátricos fue algo que tuvo en cuenta la mayor parte de la película.

Se trata de un tema que se toca con poca frecuencia en el cine y que, en el caso de La ballena, fue un reto que implicó hacer el aspecto del personaje realista. “Una de mis primeras llamadas después de elegir a Brendan Fraser fue a mi maquillador, Adrien Morot. Le pregunté: ¿Podemos hacer algo que sea realista? Porque si va a parecer una broma, entonces no deberíamos hacerlo”. El realizador consideró de crucial importancia que no se tratara de una burla. Mucho menos de un truco publicitario.

Brendan Fraser se enfrenta a sus dolores en La ballena (The Whale)

Pero fue Brendan Fraser el que atravesó el mayor reto. Con una experiencia personal semejante a la que describe el papel, tuvo que afrontar su propio sufrimiento al ponerse en la piel de Charlie. En una entrevista a EW, el intérprete fue franco al admitir que hacerlo fue también una forma de cerrar un momento de puro dolor en su vida personal. Aceptar, además, que se trató de un trayecto psiquiátrico y físico que le llevó a regiones oscuras de su mente.

“Más allá de los desafíos creativos estaba el material como obra. Es un hombre que vive solo, que se arrepiente de las elecciones que ha hecho, y de las que la vida ha hecho por él, y en una profunda tristeza, que lleva en su piel como una manifestación del trauma que ha soportado. Podía identificarme con eso. Es importante recordar que es un ser humano, una persona que merece dignidad y respeto. Si bien su tipo de cuerpo se diferenciaba del mío en este momento, he tenido mis propias fluctuaciones en el peso corporal, pero fue útil poner los dos juntos para crear a Charlie desde un punto de vista auténtico y acercarlo tanto como fuera seguro para mí. Pero, sin duda, comprendí en profundidad a Charlie en medio del dolor”.

Brendan Fraser

En la narración, basada en una obra de teatro de Samuel D. Hunter —que también es guionista—, el personaje se hunde en un aislamiento total, que se hace más duro a medida que el tiempo transcurre. La historia, basada a medias en la del escritor, se transformó en un reto al ser adaptada.

Brendan Fraser en La ballena (The Whale)

En concreto, porque Charlie siente repugnancia por su apariencia. Aronofsky, en La ballena (The Whale) profundiza en la concepción del cuerpo como refugio. A la vez, en qué ocurre cuando esa idea se transforma en un sentimiento más retorcido. Plasmar algo semejante en pantalla, sin llegar a la caricaturización, permitió tanto al director como al actor a reflexionar sobre los límites del relato cinematográfico que deseaban relatar. Fraser insistió en que debía ser cuidadoso al mostrar los pesares de la obesidad mórbida en pantalla.

“Creo que esos disfraces, sean o no con malas intenciones, ponen entre comillas a una persona que vive con un grave problema de peso. Eso no existía en el diseño de Charlie. Tiene problemas de movilidad, transpira profusamente, no se ve bien, no come por placer, tiene defectos. Es alguien que, a pesar de todas estas cosas, sigue siendo, de alguna manera, eternamente optimista. Necesitaba tomar una decisión sobre si simplemente no existir o apoyarse en lo que sabía que le importaba: los libros, la literatura, la enseñanza y ser educador y extraer la verdad y la honestidad de las personas como una forma de redención”.

Brendan Fraser

Charlie come sin parar, a pesar de que quisiera contener el hambre provocada por el estrés que le tortura. Pero, en el contexto de la cinta, los kilos le protegen del dolor. De los traumas de una vida llena de pesares que no logra superar. Durante el primer tramo de La ballena (The Whale), la atención del guion apenas abandona la habitación desordenada en la que el personaje imparte clases. Su rostro retorcido por la angustia, los dedos llenos de grasa que sostienen la comida. El aislamiento absoluto en que intenta sobrevivir con esfuerzo. Brendan Fraser insistió en la importancia de que fueran las emociones del personaje, y no solo su aspecto, las que se profundizaran en el mensaje central del relato.

La ballena (The Whale) es un relato realista sobre la violencia y los miedos contemporáneos

Charlie va a ciegas. No se mira, ni tampoco permite que nadie lo contemple. Jamás muestra su rostro a sus estudiantes en línea ni se mira al espejo. “A veces, es como no existir”, dice el personaje. En muchas formas es un rehén del confinamiento en un espacio pequeño, que la cámara muestra como un laberinto de muebles destartalados y desperdicios. De su incapacidad para moverse o recuperar el control de su organismo. El personaje es una criatura destinada a la desdicha. Tan desgraciada e infeliz que analiza su vida “como una cadena de errores sin valor”.

La ballena (The Whale) es una colección de escenas sobre la desesperación. Brendan Fraser brinda al personaje una vulnerabilidad creíble. En manos de otro actor, quizás habría sido un hombre patético o una simple figura repugnante.

Pero el intérprete, que también atravesó su propia época oscura, y que considera necesario mostrar, comprende el papel desde un ángulo poderoso, debido a que debió superar una circunstancia muy semejante. Lo que permite entender los matices de un trastorno físico que se mezcla con un padecimiento psicológico. Su encarnación de un espíritu desdichado y presionado por la necesidad de escapar de su agobio emocional en La ballena es profunda y adulta. A la vez, una historia dentro de otra.

Sadie Sink, La ballena (The Whale)

Durante la campaña de promoción de La ballena (The Whale), Brendan Fraser confesó que se identifica con Charlie más de lo que querría. Ambos son víctimas de abuso sexual y han sufrido violencia estética. El que fuera ídolo de la década de los noventa, fue acosado en el ámbito de la industria del cine, lo que terminó por hundir su carrera. Después, una lesión de espalda le hizo aumentar de peso y limitó su capacidad de movimiento. Para principios del milenio, el actor era un hombre que, admite, “apenas se reconocía” y que terminó por ser olvidado por Hollywood.

Aronofsky añade la experiencia del actor para hacer más completa la óptica de La ballena (The Whale). Charlie, que perdió a su amante, declaró su orientación sexual siendo adulto y rompió vínculos con su exesposa e hija, es un paria. Un hombre roto que encuentra en la comida un peligroso espacio seguro.

El personaje sufre de todo tipo de achaques, sin embargo, no puede contener la voracidad compulsiva. Siempre fue “robusto”, dice entre lágrimas, los ojos enormes y aterrorizados. Pero, en la soledad, es “como una ballena blanca” a punto de ser cazada por la muerte o, todavía peor, por sus recuerdos más dramáticos. 

Paso a paso hacia la redención

Uno de los grandes atributos de La ballena (The Whale) es que jamás utiliza la apariencia en forma de burla o como emblema de vergüenza. Tanto el guion como el punto de vista del director exploran la angustia a través del autocastigo corporal. De hecho, los primeros planos al rostro de Brendan Fraser son el centro de gran parte de las secuencias más potentes. En particular, cuando Charlie comienza el viaje hacia la liberación de todo lo que le ata a la inmovilidad, emocional y física.

Brendan Fraser, La ballena (The Whale)

La ballena (The Whale), que relata una semana en la vida del personaje, no se detiene únicamente en explorar el desconsuelo. Con lentitud, Charlie comprende que puede y tiene todas las posibilidades de escapar del miedo. Cada conversación y presencia erosiona la capa de autocompasión que lo confina.

Desde la bondad de su amiga Liz (Hong Chau), hasta la singular relación que le une a su hija adolescente, Ellie (Sadie Sink). Paso a paso, Charlie va en busca de su identidad. Más allá de sus padecimientos, del terror que le produce lo que hay al otro lado de la puerta, el personaje encuentra que vivir vale la pena. Incluso si solo se trata de un último esfuerzo fugaz. 

La ballena es un tipo de rebelión contra los estándares de belleza y la concepción de la estética

En una época obsesionada por la imagen, La ballena (The Whale) es un tipo de rebelión contra los estándares de belleza y la concepción de la estética. No obstante, la cinta enfoca todo su interés en un elemento claro: la vida es mucho más que las heridas del pasado. Es una puerta abierta hacia la oportunidad de la recuperación. Algo que Charlie simboliza mejor que cualquier otro personaje en el cine reciente.

En la entrega de los Critics Choice Awards, Brendan Fraser obtuvo el premio al mejor actor. En su discurso de aceptación, recordó la importancia de la aceptación propia y dejó claro que La ballena es una película “basada en el amor”. Un punto esencial que la separa de otros tantos que ridiculizan o basan su efectividad en el aspecto físico como un defecto insalvable. Al contrario, se trata de un poderoso alegato sobre la compasión. El punto más significativo de una producción que explora el valor de la esperanza.