Cada gato es un mundo. Como cada persona, cada perro… Cada uno tiene su propia personalidad, pero lo cierto es que es bastante común entre ellos amasar lo que se les ponga por delante, desde una manta mullidita hasta las piernas de sus amigos humanos. 

Resulta muy curioso ver cómo apoyan las patas delanteras estiradas y las extienden y contraen una a una, como un panadero moldeando una bola de masa. Lógicamente, esto no tiene nada que ver con comida ni masas. En realidad, cuando los gastos hacen esto están mostrando satisfacción o un vínculo afectivo, ya sea con humanos o con otros gatos.

Eso sí, si lo hacen compulsivamente, también puede ser un problema, por lo que es importante saber diferenciarlo. Lo han explicado recientemente en un artículo para The Conversation Susan Hazel y Julia Henning, profesora y candidata a doctorado de veterinaria en la Universidad de Adelaida.

¿Por qué le encanta amasar a los gatos?

Según estas investigadoras, la afición de amasar de los gatos comienza cuando son cachorros. Entonces se dedican a amasar a sus madres con dos fines muy concretos.

Por un lado, la estimulación promueve la liberación de oxitocina. Esta es una hormona que también se secreta en humanos y que tiene múltiples funciones. Por ejemplo, se segrega durante el parto para promover las contracciones. Pero también después interviene en el apego madre-hijo. De hecho, se conoce como hormona del amor por su papel en el desarrollo de vínculos afectivos, también con respecto a la pareja.

No obstante, en el caso de los gatos, la oxitocina que se libera con el amasado tiene otra función más: estimular la producción de leche. Lo consiguen a la vez que estimulan el apego de sus madres hacia ellos, así que es un win win.

Por otro lado, los gatos tienen en las almohadillas de sus patas unas glándulas que liberan durante el amasado feromonas encargadas de reforzar aún más el vínculo con sus madres. Esto ocurre tanto en machos como en hembras. Pero, además, las hembras tienen alrededor de las mamas otras glándulas que liberan feromonas relacionadas con vínculos afectivos. Así, el vínculo se vuelve totalmente recíproco.

Todo esto les resulta muy útil cuando son cachorros, pero se mantiene cuando son adultos. Y se piensa que si se mantiene es precisamente porque es beneficioso para ellos.

Del mismo modo que la oxitocina no crea solo vínculos entre madres e hijos, las feromonas que desprenden al amasar les ayudan a interaccionar y comunicarse con otros gatos. Pero también con los humanos. De hecho, algunos se afanan mucho en amasar las piernas de sus compañeros de casa.

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No les regañes

En el artículo para The Conversation, sus dos autoras recomiendan a las personas que conviven con gatos que no les regañen si tienden a amasar sus piernas. Es cierto que a veces puede ser incómodo, pero siempre se pueden usar mantas gruesas para poner encima y proteger la piel. Además, es posible adiestrarlos, acariciándoles y dándoles una recompensa cuando lo hagan sin apenas usar las uñas.

Como mucho, hay que llevarles al veterinario si vemos que empiezan a amasar de forma obsesiva. Pueden hacerlo puntualmente sobre una manta o un cojín, simplemente porque les hace sentir bien. Y con nosotros para mostrarnos cariño. Pero si lo hacen con insistencia e incluso se llegan a dañar las patas, es el momento de consultar a un profesional.

Por lo demás, regañarles cuando amasan sobre nosotros puede ser muy confuso, ya que hemos visto que ellos lo usan para mostrar afecto. ¿Trataríamos reiteradamente con desprecio y apartaríamos a una persona que nos demostrara su cariño y su afecto? Bueno, hay quien lo hace. Pero al menos no debería ser lo habitual. Y si no lo hacemos entre humanos, tampoco deberíamos hacérselo a nuestro gato. 

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