Las fiestas navideñas están a la vuelta de la esquina. Muchas personas ya han decorado sus casas. Otras planean hacerlo próximamente. Pero si hay algo en lo que coinciden unas y otras es en que la inmensa mayoría pondrán un árbol de Navidad como parte de la decoración. Aunque la tradición comenzó en la Edad Media en el norte de Europa, hoy en día es habitual en casi todos los países que celebran estas fiestas. Pero hay diferencias. En algunos lugares es habitual ir a un vivero cada año para elegir un abeto natural. Mientras, en otros países es mucho más común usar año tras año un mismo árbol de plástico. Ahora bien, ¿cuál es la mejor opción para el medioambiente?

A bote pronto podríamos pensar que lo mejor es el árbol de Navidad de plástico. Al fin y al cabo, lo usamos durante muchos años y no requiere talar una planta real. Sin embargo, según explican en un artículo de IFLScience sobre este tema, los matices nos harán cambiar de opinión.

Y es que, en realidad, el árbol de Navidad supone una huella de carbono mucho menor que el de plástico. Además, puede llegar incluso a ser beneficioso para el medioambiente si con él se hace un uso responsable de los bosques. 

Las ventajas del árbol de Navidad real

Para que un árbol de Navidad tenga unos 1,8 metros de alto, debe haber pasado en el vivero al menos 10 años. En ese tiempo, se convierte en el hábitat de infinidad de fauna silvestre y, además, como el resto de árboles, se convierte en una gran herramienta natural para captar carbono de la atmósfera.

En general, todas las plantas captan dióxido de carbono y lo incorporan a sus estructuras: hojas, tallos, etc. Básicamente, lo necesitan para crecer. Esto, cuando hablamos de árboles, es muy útil, ya que pueden captar buena parte del dióxido de carbono que, de otro modo, estaría contribuyendo al efecto invernadero y el calentamiento global. Por lo tanto, los árboles de Navidad de los viveros son muy eficaces en ese sentido. Pero claro, llega un momento en que se talan. Este es un problema, sí, pero en realidad, según la Asociación Nacional de Árboles de Navidad de Estados Unidos, por cada abeto que se tala se siembran en la primavera siguiente de una a tres plántulas, con las que se inicia un nuevo proceso. 

Lo malo de estos árboles es que solo duran un año. Por eso, tras la Navidad suelen seguir tres vías. Bien un vertedero, bien la incineración o bien su reducción a astillas. En el vertedero se dejaría descomponerse lentamente en un proceso que libera metano a la atmósfera. Este es otro gas de efecto invernadero, por lo que lo ideal sería evitarlo. Si se incinera, liberará todo ese carbono que previamente había captado de la atmósfera, de modo que no habría servido de mucho. Es por este motivo que siempre la mejor opción será su reducción a astillas y serrín, a los que se dan diferentes aplicaciones.

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Lo reutilizable no siempre es mejor

El árbol de Navidad de plástico nos puede durar muchísimos años. Sin embargo, eso no compensa todo el proceso previo.

Se calcula que el 80% de los árboles de Navidad que se venden en todo el mundo se fabrican en China. Por lo tanto, mientras que los naturales se pueden traer de viveros cercanos, en este caso será necesario transportarlos a lo largo de distancias tan largas que la huella de carbono será inmensa. Pero no solo hay que tener en cuenta las emisiones de gases contaminantes durante el transporte. También en su fabricación, que además suele llevarse a cabo con PVC, uno de los plásticos más dañinos para el medioambiente.

Puede usarse durante años. Sin embargo, pasará más tiempo en el vertedero que en nuestra casa, ya que este material tarda más de 100 años en descomponerse. En ese tiempo, empieza a contaminar el terreno, donde podría pasar a las aguas subterráneas y, en general, afectar a los seres vivos que habiten zonas cercanas.

En cuanto a la huella de carbono total, no solo del transporte, se calcula que un solo árbol de Navidad artificial produce unos 40 kilos de emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual es más del doble de uno natural que se deja en un vertedero, y 10 veces uno que se incinera.

¿Significa eso que deberíamos correr a tirar nuestro árbol de Navidad de plástico? Pues no, porque entonces estaríamos acelerando ese proceso dañino que hemos visto. En todo caso, si estabas pensando en tirarlo para comprar uno más bonito o más grande, quizás deberías valorar o mantenerlo un tiempo más, o regalarlo a alguien que no pueda tener su propio árbol. Y, a la hora de comprar, quizás sea el momento de optar por el natural. Cada vez hay más viveros dedicados a ello, también en España.

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