Beber alcohol no es recomendable nunca. Sin embargo, es cierto que hay situaciones en las que es menos recomendable que en otras. Por ejemplo, puede ser peligroso mezclarlo con determinados fármacos. Ante la duda, la mejor opción siempre es prescindir de esa copa. Sin embargo, es cierto que no todos los medicamentos se ven afectados por igual. Hay algunos que ven sus efectos disminuidos por el alcohol, otros en los que aumenta o unos cuantos en los que se puede producir daño hepático. Pero, además, algo curioso es que hay algunos que solo se ven afectados por determinados tipos de alcohol. Por ejemplo, algunos antidepresivos pueden ser peligrosos si se mezclan con bebidas fermentadas, como la cerveza o el vino, especialmente si son artesanales. Con las bebidas destiladas, en cambio, no habría problema.
Y, dado que interrumpir bruscamente un tratamiento con antidepresivos puede ser muy peligroso, lo lógico es prescindir de esas bebidas alcohólicas. Si no se hace, el síntoma más leve puede ser algo de dolor de cabeza. No obstante, también pueden darse subidas de la tensión arterial, en algunos casos tan graves que pueden derivar en infartos.
Por eso, lo mejor es tener cuidado y no mezclar cerveza y antidepresivos de los conocidos como inhibidores de la monoamino oxidasas. Bueno, y esos no son los únicos. Hay otros fármacos que también pueden interferir con el vino y la cerveza artesanal. Estos, según han explicado en The Conversation los profesores de la Universidad de Sydney Nial Wheate y Jessica Pace, serían el antibiótico linezolid y el fármaco para el párkinson conocido como selegiline.
Así funcionan estos antidepresivos
Los inhibidores de las monoamino oxidasas actúan, como su propio nombre indica, bloqueando el efecto de las monoamino oxidasas. Estas son enzimas (un tipo de proteína) cuyo papel es favorecer la degradación de ciertos neurotransmisores, como la serotonina, la noradrenalina o la dopamina.
Como es lógico, al inhibir su efecto se evita que se produzca esa degradación y aumentan los niveles de todas esas sustancias que, entre otras funciones, tienen un efecto positivo sobre el estado de ánimo. Algunos ejemplos de este tipo de antidepresivos son la fenelzina, la tranilcipromina y la moclobemida.
¿Qué tiene que ver la cerveza artesanal en todo esto?
Algunos alimentos fermentados, como el queso curado, contienen grandes cantidades de tiramina. Esta es una sustancia con un gran efecto vasoactivo. Es decir, interviene tanto en la contracción como en la dilatación de los vasos sanguíneos.
Como resultado, un exceso de tiramina puede producir migrañas, por la constricción de los vasos sanguíneos cerebrales, seguida de la dilatación de los mismos. Afortunadamente, puesto que la tiramina es una monoamina, como la serotonina o la dopamina, su exceso se suele regular a través de los monoamino oxidasas. Y aquí llega el problema de mezclar cerveza y ciertos antidepresivos.
Si se inhiben las monoamino oxidasas, se evitará que se degrade la serotonina o la dopamina, pero también se evitará que se degrade la tiramina, que se seguirá acumulando. El efecto inicial son los dolores de cabeza. No obstante, si la dosis de tiramina es muy elevada, también puede darse un incremento de la presión arterial. Y el problema es que no hay una dosis que se pueda controlar, ya que varía mucho de unas personas a otras.
Por eso, lo que para alguien es solo un dolor de cabeza, para otra persona puede ser una subida de tensión grave. Además, es difícil saber la cantidad de tiramina presente en los diferentes alimentos. Lo que sí sabemos es que la cerveza contiene mucha más si es artesanal, de ahí que se deba evitar a toda costa si estamos tomando este tipo de medicamentos.
De cualquier modo, mezclar antidepresivos con alcohol en general no es una buena idea. Hay que prestar especial atención al vino y la cerveza. Pero, por si acaso, no está de más evitar el resto de las opciones. Está claro que es mejor prevenir que curar y, además, todo lo que sea reducir la cantidad de alcohol que se bebe debe ser para bien.