En el primer capítulo de la última temporada de The Walking Dead es evidente que la historia comienza ya a profundizar en su final. Daryl logró que Hornsby y los suyos cayeran en su emboscada. También demostró que hay una debilidad patente y cada vez más complicada en la Macomunidad. De modo que, no es sorprendente que el segundo dedique buena parte de su trama a mostrar las nuevas relaciones del poder que se forjan a la sombra de la batalla. 

El cierre de la serie The Walking Dead, disponible en Disney+, tiene al menos tres elementos en los cuales profundizar. En primer lugar, si el totalitarismo que se cierne sobre la Mancomunidad podría ser el principio de un nuevo mundo o, al contrario, reflejo de algo más tétrico. 

Después, hasta qué punto la influencia de Pamela Milton y la necesidad de enfrentamiento de Lance Hornsby crearán un nuevo panorama. Y, por último, si Daryl, Negan y el grupo de esforzados sobrevivientes a todo tipo de penurias podrán vencer el poder de un grupo organizado y con herramientas que les sobrepasan. 

Un recorrido por lugares conocidos en The Walking Dead

The Walking Dead siempre ha sido una historia acerca del poder y la naturaleza humana. Más allá de los monstruos, el acecho de la muerte y los horrores del apocalipsis, la serie profundiza en la supervivencia como impulso primitivo. Pero, poco a poco, evolucionó para convertir esa necesidad imperiosa de vivir — a cualquier coste — en una intricada red de decisiones.

Una cuestión esencial para entender por qué su última temporada está centrada en las múltiples negociaciones, pactos y subtramas relacionadas con acuerdos en apariencia trascendentales. La Mancomunidad es el gran enemigo a vencer y nadie lo duda. Pero también son todos los que se benefician, de una forma u otra, de los rigores de la caída de la civilización. ¿Quiénes son en realidad los héroes y villanos en un mundo en que todo lo relacionado con el hombre está sujeto a la posibilidad de lo monstruoso? 

El problema de The Walking Dead es la sensación de que se avanza poco a pesar de la gran cantidad de situaciones que ocurren. En el episodio previo, la serie recapituló sobre el tiempo transcurrido gracias a la misteriosa voz en off que relató los mayores eventos del argumento. Para su continuación, la acción se plantea desde lo inmediato. 

Esta vez, es Carol la que toma decisiones sobre qué debe hacer para asegurar la vida de sus amigos. Por supuesto, incluye negociar con Pamela, el eslabón que une a los que están fueran de las murallas de la Mancomunidad y la sociedad que se resguarda dentro de ellas. Ya el primer episodio dejó entrever la posibilidad de que pese a lo que ocurra con el centro de poder, la historia está destinada a cumplirse. ¿Es la decisión de Carol de entablar comunicación con la líder de la Mancomunidad un paso inevitable para lo que ocurrirá? La serie no lo deja claro. Mucho más preocupante aún, plantea la situación como uno entre tantos hechos sucediendo a la vez. 

Después de todo, Pamela sabe cuánto le debe a Carol: lo ocurrido con Sebastian le dejó claro que puede confiar en ella. Pero, al fin y al cabo, culpar a Hornsby de todos los crímenes cometidos por el muchacho no deja de ser una solución breve. Lo que en realidad desea la cabeza visible de la Mancomunidad es redención. Es limpiar, de una vez por todas, la sensación de inminente desastre en torno a su hijo. El capítulo dos de la tercera parte deja claro que, esta vez, The Walking Dead es una extraña combinación entre humanidad y ambición. La misma que sostuvo el inesperado lado humano de Negan. La misma que hace que, poco a poco, sea evidente que a un enemigo corrupto y violento, como es el centro de poder liderado por Milton, no se le derrotará por la fuerza. 

The Walking Dead

The Walking Dead, intrigas rodeadas de una amenaza inminente

Era inevitable que Aaron, Jerry, Lydia y Elijah decidieran comenzar su trayecto a Oceanside. Una decisión que abre también el camino hacia un plan que se hace cada vez más evidente y más necesario. De nuevo, The Walking Dead juega con la eventualidad de lo que podría o no ocurrir en escenarios pequeños. ¿Hay una manera real de enfrentar el peligro más allá de las armas? Todo parece indicar que sí, pero el argumento cae en su habitual escollo de mostrar los errores a pequeña escala, a punto de suceder y en medio de la inestabilidad patente.

Mientras la Mancomunidad celebra el Día de los Fundadores, The Walking Dead se prepara para otro de sus giros vertiginosos. Pero, mientras tanto, la narración sigue siendo ese espacio paciente en que los pequeños detalles se hacen cada vez más significativos. Con Negan planeando una hoja de ruta hacia el ataque y Daryl en medio la decisión certera de vencer, el choque parece inevitable. 

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También, la concepción de que, de nuevo, The Walking Dead está más interesada en mostrar que los verdaderos monstruos no son los Caminantes. A pesar del enjambre que se acerca a la Mancomunidad, de los horrores en los túneles subterráneos. Pero, para el argumento, el miedo proviene de la salvaje necesidad de dominio y control. Una sensación de horror que se incrementa poco a poco y con una extraña percepción sobre un cierre definitivo a una historia cada vez más elaborada. 

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