Aegon II, fue coronado rey. A pesar de la demostración de poder de Rhaenys a lomos de Meleys, el destino de Los Siete Reinos está en manos del segundo en sucesión de Viserys. Una victoria total que tendrá repercusiones próximas en Rocadragón. Tal vez por ese motivo, la primera secuencia del final de temporada de La Casa del Dragón, que puede verse en HBO Max, muestra a Lucerys. Su mano acaricia La Mesa Pintada, en la que mostrará la estrategia de guerra. 

A pesar de que las noticias sobre lo ocurrido en La Fortaleza Roja no llegan todavía al enclave tradicional de los Targaryen. Pero la imagen del hijo del heredero despojado es simbólica. Incluso de manera implícita, su bastardía es un obstáculo para el poder y el camino al Trono de Hierro de su madre. Una demostración de la importancia que tendrá, en adelante, la descendencia de Rhaenyra en la defensa de la línea de herencia rota por usurpación.

De hecho, es la primera conversación entre madre e hijo lo que abre la trágica sucesión de eventos que arrasará con la dinastía Targaryen. Lucerys, en medio de la incertidumbre sobre la suerte de Corlys Velaryon, se pregunta si tendrá la fortaleza de ocupar su lugar. Rhaenyra le recuerda que a los quince años fue nombrada heredera del reino. “También tuve miedo y dudas sobre mi futuro”, explica. Lucerys mira asombrado a su madre. “Siempre me has parecido perfecta”, dice con devoción. La heredera sonríe y, de nuevo, la última influencia de Viserys sigue latente. “Tuve buenos padres que me guiaron por el buen camino”. 

El comentario, que resume simbólicamente el impacto de Viserys en la vida de su hija, se interrumpe por las noticias que llegan desde Desembarco Del Rey. Rhaenys logró evitar ser detenida y llega para informar a la heredera de lo ocurrido. Junto a Daemon, escucha sobre la muerte de su padre. Un instante doloroso que La Casa del Dragón muestra en toda su tensión y trascendencia futura. No solo se trata del fallecimiento del último partidario de Rhaenyra, su padre. También de un tránsito de poder para el que se preparó durante toda su vida. 

“Aegon fue coronado rey”, anuncia Rhaenys con pesar. Daemon, tenso y enfurecido, pregunta cómo murió su hermano. “No lo sé”, informa con sinceridad la “reina que nunca fue”, mientras la atmósfera se hace más densa e irrespirable. “¿Fue Alicent la que coronó a Aegon?”, pregunta entonces la heredera despojada, que alcanza a comprender los alcances de la traición. “Sí”, afirma Rhaenys, y detalla con cuidado lo acontecido en la accidentada coronación. Para los Targaryen de Rocadragón, la traición es algo más que un hecho. Es un cisma irremediable que los empuja a una decisión urgente. Pero para Rhaenyra se trata de algo más duro de afrontar. La forma en que los dolores de su padre, su agonía, fueron utilizados en su contra.

Un hilo de sangre cierra la secuencia de La Casa del Dragón. El trabajo de parto de la heredera despojada acaba de comenzar. En mitad de una situación que la desborda, del horror que se abre como un abismo alrededor de reclusión forzosa. La hija de Viserys I comprende que tendrá que matar para vivir, o morir, en medio de la defensa del derecho que le ha sido arrebatado. 

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El miedo y el dolor en La Casa del Dragón

Daemon comienza a reunir fuerzas en Rocadragón. Si en el noveno capítulo el argumento detalló la envergadura de la estrategia Hightower, el final de temporada observa a los Targaryen con detenimiento. Una y otra visión contrastan, dejan claras las formas en que la batalla por el poder tendrá lugar. Si en el anterior episodio la cámara seguía el silencio en La Fortaleza Roja, su continuación lo hace con la apresurada actividad de Rocadragón. La enfurecida vehemencia de Daemon y, en especial, su colérica necesidad de llevar a cabo un tipo concreto de retorcida justicia.

“La reina que nunca fue” va en busca de sus nietos ante la noticia de la condición de su madre. Más que en cualquier otra ocasión, es evidente que, a pesar de sus reticencias, siente cariño por ellos. Además, es un apoyo tácito. Viserys II es ahora el heredero de su madre, que lucha por su vida y la del hijo en su vientre. La Casa del Dragón juega en su cierre de temporada con una mirada a lo primitivo. Al poder convertido en una forma de expresar el odio, el rencor, la impotencia y la frustración.

Rhaenyra da a luz, mientras Daemon se asegura de la lealtad de los que le rodean. En las afueras del enclave tradicional de los Targaryen, los aliados hincan la rodilla y se muestra el primer asomo del enfrentamiento que se avecina. Será a fuego, a sangre, en medio de un escenario desesperado, con el reloj de la historia en contra. Por cada hora que pasa con Aegon reinando, — “un rey sin talento, sin capacidad”, se encoleriza Daemon — la influencia de la heredera legítima retrocede. Tanto como para que incluso su largo trabajo de parto sea una forma de comprender la debilidad y el crítico movimiento que atraviesa. 

De hecho, los augurios parecen ser nefastos para los Targaryen en Rocadragón. Rhaenyra logra alumbrar — en una escena terrorífica en su poder y dolor — por su propia mano y sin otra ayuda que su voluntad. Pero el bebé ya ha muerto. La sucesión, que lleva la sangre de dragón en las venas, anuncia un futuro que se desploma con lentitud en La Casa del Dragón. De pie, en la pequeña ceremonia en la que despide a su hija fallecida, Rhaenyra es coronada por Daemon frente a la promesa de lealtad Erryk Cargyll. “Puesto que es a la única reina a la que prometí lealtad”, dice el caballero. 

Poniente se encuentra en medio de la línea que divide el futuro. Los Siete Reinos tienen ahora dos reyes. Uno que no sabe reinar, pero desea el Trono de Hierro. El otro, una monarca que se preparó durante toda su vida para el poder y ahora tendrá que ejercerlo a la fuerza. 

Una estrategia para vencer en un intrigante final de temporada

La nueva reina de Rocadragón debe tomar decisiones. La Mesa Pintada reluce en fuego. El reino entero se refleja bajo las manos de la monarca y, también, las dificultades que enfrenta. Daemon informa que tienen 300 hombres para luchar. Lo que quiere decir que Rocadragón estará protegida, pero es poco probable que pueda atacar a Desembarco del Rey. También les apoyan los soldados más cercanos del rey consorte y los parientes de Aemma Arryn. Las opciones de la pequeña corte en el enclave tradicional de los Targaryen en La Casa de Dragón son pocas. Sus aliados, escasos. 

Sin embargo, como recuerda Daemon, el fuego hace la diferencia. Mientras que la corte en Desembarco del Rey tiene solo cuatro dragones, en Rocadragón el número podría llegar a casi la docena. Una diferencia sustancial que podría inclinar la balanza a su favor. Rhaenyra se niega. “Los dragones no son solo armas”, recuerda. Pero para Daemon, ahora, su importancia es trascendental: el poder de las bestias míticas es lo que logrará que el enfrentamiento sea total. Que la victoria sea segura y que el poder regrese a las manos legítimas, tal y como lo dispuso Viserys I. “No seré una reina entre cenizas y huesos”, insiste Rhaenyra.

La Casa del Dragón

Pero no todo es tan sencillo. La llegada por sorpresa de Otto Hightower deja claro que la corte de Aegon II tiene más recursos que solo el poder del fuego. Desembarco del Rey cuenta con aliados, oro y también un ejército nutrido. La Mano del Rey de tres reyes Targaryen, incluyendo su nieto, sabe que tiene, por ahora, todas las de vencer. Únicamente necesita que Rhaenyra manifieste que acepta lo que ocurrido en el círculo del Trono de Hierro. Al menos, para que la victoria sea limpia.

De modo que ofrece una estrategia pacífica. Si Rhaenyra acepta a Aegon II como rey, la paz podría ser duradera en La Casa del Dragón. “Viserys deseaba que Lucerys fuera el heredero de Marea Alta y toda la influencia Velaryon”, explica. Es evidente que Otto Hightower tiene una idea muy clara del poder de los Targaryen de Rocadragón. Pero, también, que está convencido de que la codicia de Daemon puede ser suficiente para que traicione a Corlys Velaryon. “Tus hijos serán recibidos en la corte sin enemistad alguna”, insiste el hombre detrás del poder en Desembarco del Rey. Una forma sutil de dejar claro que los hijos de Rhaenyra no tendrán vínculo con el poder. Un reconocimiento implícito de su bastardía. 

Pero, para Daemon, el panorama está claro. Prefiere que sus hijos sean devorados por dragones que ceder el poder “a un rey estúpido” como Aegon II. Otto no parece sorprendido y le recuerda sus alianzas actuales. Para Rhaenyra se trata de una humillación mayor. “Todos juraron ante mí cuando mi padre me nombró heredera”, recuerda. “Si tu padre no hubiese tenido otro hijo, las cosas habrían sido diferentes”, refuta Otto. La reina de Rocadragón no se deja amilanar. “Eres un traidor y solo eso”, dice al abuelo del nuevo monarca de Desembarco del Rey. 

Entonces, Otto usa lo que parece su último recurso. “La reina no desea ser la villana en todo esto”, dice Otto y un lacayo entrega a Rhaenyra una hoja. Se trata de una arrancada de un libro que mucho tiempo atrás leyó junto a su hija Alicent. Pero, antes de que Rhaenyra pueda decir cualquier cosa, Daemon responde. Sabe que Hightower trata de manipular los sentimientos de su esposa. “Ya tienes tu respuesta”, dice sin dudar.

Para Rhaenyra no todo está tan claro en La Casa del Dragón. Aunque para Daemon es evidente que utilizar los dragones es la opción para una victoria segura, la reina desea proteger a sus súbditos. La discusión hace obvio que, incluso en Rocadragón, el cisma es evidente. La diferencia, cada vez más amplia, de criterio entre los esposos es una forma de comprender el terror que se avecina. “¿No te habló de La Canción de Hielo y Fuego?”. Mucho más cuando Daemon, despojado de su habitual frialdad, sujeta con peligrosa violencia a la reina. “Mi hermano era esclavo de las profecías y visiones, yo no lo soy”, susurra como una amenaza latente. Para cuando sale de la habitación, Rhaenyra comprende que no solo tendrá que enfrentar a la rebelión encabezada por los Hightower. 

La Casa del Dragón, en los confines del abismo de fuego

Corlys Velaryon, débil pero consciente, escucha de su esposa la condición del reino. En especial, la peligrosa grieta en la familia real de La Casa del Dragón. Se trata de una guerra en ciernes. Una tan despiadada, peligrosa y potencialmente devastadora como ninguna otra. La Serpiente Marina lo sabe y no solo por simple deducción. Conoce la ambición de Daemon y también la necesidad de abrirse paso al Trono de Hierro. Incluso la muerte de Vaemond cobra un nuevo sentido. ¿Fue la reacción de Daemon una forma de defender el honor de su familia o una puerta abierta para lograr mayor poder? 

Con todo, Corlys Velaryon sabe que sus opciones son pocas. Apoyar a los Hightower no solo es una traición a su sangre. También es un reconocimiento inmediato de la ilegitimidad de los hijos de Laenor. Por lo que acepta luchar junto a Rhaenyra. Un apoyo marítimo de inestimable valor. Pero la reina insiste: “No deseo la guerra”. Para la monarca de Rocadragón, la posibilidad de atacar atraviesa el terreno de reconocer a sus aliados. Poco a poco, sus ansias de una solución pacífica traslucen cierta debilidad. Al menos, esa es la visión de Corlys, que arriesgará su nombre y su casa en una cruzada que sabe que, quizás, no logrará vencer. 

Por ahora, los líderes de la resistencia de La Casa del Dragón en el asentamiento tradicional de los Targaryen son Rhaenyra, Corlys y su esposa. Daemon, en busca de apoyos, es una notoria ausencia. Pero una que, también, deja entrever hasta qué punto la Casa Real en Rocadragón está fracturada desde sus cimientos. 

La muerte junto a la orilla del mar en calma

Por el momento, lo esencial en La Casa del Dragón es encontrar la solidaridad de los que juraron, hace tanto ya, apoyo a la reina. Para la misión, los hijos de Rhaenyra deberán recorrer Los Siete Reinos con el compromiso de anunciar las palabras de su madre. De modo que Lucerys irá como mensajero hacia Invernalia, tierra de los Stark y a Bastión de Tormentas de los Baratheon. El Nido de Águilas, territorio de los Arryn, será responsabilidad de Viserys. 

Es entonces cuando los acontecimientos se precipitan. Una vez en Bastión de Tormentas, Lucerys descubre que Aemond ya está allí, a lomos de Vaghar. No solamente eso, sino que el monarca del territorio ya aceptó el soborno de Desembarco del Rey. Mucho más, después de sus esperanzas de que Lucerys fuera prometido a una de sus hijas. Pero el príncipe heredero de Rocadragón explica que ya hay un lazo con la casa Velaryon que no podrá romper. Cualquier posibilidad de alianza con la Casa del Ciervo queda entonces cerrada. 

Aemond, satisfecho, trata de confrontar a su primo. Después de todo, la enemistad entre ambos no es algo simple y representa, en cierta forma, la línea entre el bastión Verde y el Negro. El enfrentamiento llega a una lucha en el aire, en la que Lucerys trata de escapar a lomos de Arrax. Sin embargo, el espléndido, antiguo y poderoso Vaghar termina por ser el elemento que determina el comienzo de la guerra civil Targaryen. A pesar de que no es la intención de Aemon, el dragón más grande de Poniente avanza hacia cielo abierto. La bestia ataca a Lucerys y su montura, para terminar, al final, por devorarlos a ambos. 

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Rhaenyra escucha las noticias de la muerte de su hijo a manos — en apariencia — de Aemond y la decisión que no deseó tomar llega por sí sola. Habrá guerra con Desembarco del Rey en La Casa del Dragón, tal y como Daemon lo deseaba y la historia lo reclamaba. La monarca de Rocadragón da entonces el primer paso hacia un conflicto que arrasará no solo su vida, sino también su dinastía. Un escenario que, sin duda, explorará la segunda temporada de La Casa del Dragón en HBO Max.

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