El iPad de décima generación es un producto curioso. Por un lado, trae múltiples mejoras respecto a su predecesor: es más rápido, adopta el puerto USB-C, trae consigo un diseño renovado, llega de la mano de un nuevo teclado con trackpad, etc. Por otro, también es más caro que la generación anterior. Más aún en Europa, un tema del que hablaré más adelante.

En el catálogo de la marca, este se posiciona en un hueco que, hasta ahora, no había sido cubierto: entre el iPad Air de quinta generación y el iPad básico de novena generación –que, a diferencia de otras ocasiones, sí seguirá a la venta–.

Es decir: este nuevo iPad no reemplaza al de novena generación en el catálogo de Apple, aunque su nomenclatura nos haga pensar que ese es el caso. La explicación desde el punto de vista estratégico / empresarial es la siguiente:

  • El chasis del iPad de novena generación tiene más de un lustro de antigüedad. Su fabricación es tan económica que Apple se puede permitir venderlo por 329 dólares sin sacrificar su margen de beneficio.
  • El chasis del iPad de décima generación, en cambio, es más reciente. Su base es el iPad Pro de 2018. Y, cuando hablo del chasis, no me refiero al diseño exterior únicamente. También implica cambiar la estructura interna del iPad, así como el uso de componentes distintos (baterías, antenas, sensores, etc.) que probablemente sean también más caros que los del modelo previo.
  • Según los cálculos que Apple ha debido hacer internamente, vender el iPad de décima generación tal y como lo han concebido al mismo precio que el anterior es imposible. Quizá sí lo sea en el futuro, cuando su fabricación se vaya abaratando con el paso del tiempo. En la actualidad, no obstante, la única forma de que este iPad sea una realidad, por lo tanto, es venderlo más caro.
  • El problema de lanzar un iPad de décima generación por 120 dólares más que su modelo previo es que pierdes competitividad en ese mercado de entrada que tan jugoso resulta en el ecosistema de las tablets. ¿Solución? Seguir cubriendo esa ventana con el iPad de novena generación y posicionar el nuevo modelo como uno a caballo entre la gama de entrada y el iPad Air con procesador M1.
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¿Por qué es más caro en Europa?

En los párrafos anteriores he hablado principalmente en dólares. Y no es algo al azar. En un entorno de divisas cambiantes como el que vivimos, la forma más objetiva de juzgar la estrategia de Apple es usando su moneda local.

Como expliqué en el análisis del iPhone 14, Apple determina los precios de sus productos en dólares, su moneda local y de referencia. Posteriormente hace la conversión al resto de divisas –además de sumar factores específicos de cada región, como el IVA, posibles costes de importación, etc.–.

Este iPad, de base, es más caro que el modelo anterior. En EE.UU., que, como decía, es el mercado de referencia, el de décima generación sale a la venta por 449 dólares, mientras que el de novena se vendía –y se sigue vendiendo– por 329 dólares.

En Europa, además de esa subida de precio –porque el producto es en sí más caro de hacer– tenemos que sumar el tipo de cambio euro-dólar, que en este 2022 perjudica notablemente a los consumidores europeos. Hagamos un cálculo para ejemplificar esto:

  • El iPad sale a la venta en Estados Unidos por 449 dólares. Sin impuestos. Si usamos el tipo de cambio vigente a 1 de octubre de 2022 (0,96), el precio es 467 euros, aproximadamente. Si sumas el IVA, la cifra resultante es 565 euros. Una cifra bastante cercana a los 579 euros por los que Apple lo va a vender.
  • Si hacemos el mismo cálculo, pero utilizando el tipo de cambio vigente hace justo un año (1,16), el precio sería 387 euros, aproximadamente. Si le sumas el IVA, la cifra resultante es 468 euros.

Es decir: si la coyuntura económica en Europa fuese la misma que hace un año, este iPad costaría 111 euros menos. Es algo parecido a lo que vimos con los iPhone: la conversión dólar-euro perjudica a los clientes europeos.

Esto, por cierto, no solo está ocurriendo en Europa. El yen, la moneda japonesa, también se ha desplomado en los últimos meses. Y lo mismo se podría decir, por ejemplo, del yuan, la moneda china, o la libra británica.

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La vida con el iPad de décima generación

Hecha la introducción sobre la estrategia, el precio y la razón por la que en Europa es mucho más caro, hablemos, ahora sí, del iPad. Del producto en sí.

Este iPad de décima generación, en esencia, es un iPad Air de cuarta generación. Justo el anterior al que venden en la actualidad. No es exactamente igual, pero sí tiene muchos elementos comunes.

Un ejemplo de ello es la estética. Salvo detalles menores, la apariencia de este iPad de décima generación es idéntica al citado Air. Y eso es una fantástica noticia, pues dicho tablet, a su vez, está basado en el iPad Pro que la marca presentó a finales de 2018 y cuyo diseño, en mi opinión, es uno de los mejores que Apple ha producido en los últimos años. Es delgado, pesa poco, transmite calidad por todas partes… Un diseño, insisto, excelente.

El procesador también es el mismo que encontramos en el iPad Air de cuarta generación: un A14 Bionic. Un chip fantástico que encaja perfectamente con el público al que está orientado este iPad.

En el día a día, he de admitir que no he notado diferencias entre este chip y el M1 del iPad Air que uso a menudo. He tenido que hacer tareas muy concretas y exigentes –como medir el tiempo de exportación de un vídeo o realizar pruebas de rendimiento como Geekbench– para percibir la diferencia existente entre el M1 y el A14 Bionic. Una diferencia que, numéricamente, es de casi el doble en algunos aspectos. Sin embargo, el buen trabajo que Apple hace tanto con sus chips como con la optimización del software hacen que, en el día a día, la diferencia sea imperceptible.

El A14 Bionic, por cierto, tiene 4 GB de memoria RAM, mientras que el M1 del iPad Air está acompañado de 8 GB. Si haces tareas normales, ni te enteras. El iPad de décima generación tiene margen de sobra. Consumir series o películas, tomar apuntes, redactar documentos, navegar por internet, abrir varias apps de forma simultánea… Todo eso lo digiere con una gran facilidad.

Si, en cambio, haces un uso muy exigente de la máquina –trabajar en proyectos de Procreate con cientos de capas de elevada resolución o abrir decenas de pestañas en Safari a la par que usas otras aplicaciones exigentes, por ejemplo–, ese extra de RAM sí se hace más notorio.

Dicho eso, es importante aclarar que ese no es el público objetivo de este iPad de décima generación. Para esos casos de uso más exigentes, Apple ofrece el iPad Air y el iPad Pro. Por lo tanto, no se puede decir que sea algo negativo per sé del iPad de décima generación. Simplemente, es una limitación implícita por la gama a la que pertenece que debes conocer para evaluar si se ajusta a lo que planeas hacer con este dispositivo.

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Una sorpresa negativa relacionada con el A14 Bionic es que este iPad de décima generación no es compatible con Stage Manager, la función estrella de iPadOS 16.1. Esta opción permite crear espacios de trabajo con diversas ventanas flotantes a las cuales, incluso, se les puede cambiar el tamaño. Es una aproximación al flujo de ventanas al que estamos acostumbrados en macOS que abre un nuevo mundo de posibilidades para aquellos que usan el iPad para trabajar y necesitan utilizar diversas aplicaciones de forma simultánea.

Apple, en cambio, sí va a implementar esta opción en los iPad Pro con el A12X, que tienen la misma cantidad de memoria RAM (4 GB) y una CPU más o menos similar (algo inferior en pruebas mononúcleo y algo superior en las multinúcleo). No conozco la razón tras esta decisión, pero he de admitir que me ha sorprendido. El resto de opciones de multitarea, afortunadamente, sí están disponibles en este modelo.

La pantalla, como cabe esperar en un producto de Apple, es de gran calidad, en líneas generales. Elevada densidad de píxeles, buenos niveles de brillo, buena calibración de color, etc. Eso sí: no es exactamente la misma que encontramos en el iPad Air. Por ejemplo: no soporta el espacio DCI-P3 y tampoco está laminada. Ninguna de ellas, eso sí, creo que sea una carencia significativa considerando el público al que va destinado este producto.

En lo que a conectividad se refiere, este modelo da la bienvenida al 5G –si se adquiere la versión compatible– y, también, al USB-C. Un conector más versátil, estándar en la industria tecnológica y, sin duda, mejor que el Lightning del modelo previo.

También ha desaparecido en este iPad de décima generación el botón home, que deja paso a la interfaz por gestos. Y el lector de huellas, al igual que en el iPad Air, ahora se sitúa sobre el botón de encendido.

Otro cambio interesante lo encontramos en la cámara frontal, que ahora se sitúa en el lateral más largo, en lugar de en la parte superior, como en el resto de iPad. Si has usado algún iPad para hacer videollamadas mientras está conectado, por ejemplo, a un Magic Keyboard, sabrás que la ubicación de la cámara no es la mejor, pues te capta desde una perspectiva extraña. Con este nuevo modelo, en cambio, eso no es problema en absoluto, pues el sensor está ubicado justo en el centro. La cámara, además, es compatible con encuadre centrado, por lo que, si te mueves, se ajusta automáticamente para mantener el rostro centrado. Y, como en otros modelos, funciona a las mil maravillas.

Hablemos del Magic Keyboard Folio

Este iPad de décima generación llega acompañado de dos accesorios: el Apple Pencil de primera generación y un nuevo teclado con trackpad incorporado al que Apple ha bautizado como Magic Keyboard Folio.

El nuevo teclado con trackpad incorporado he de reconocer que me ha convencido. Tanto el tacto como el recorrido de las teclas es excelente, la precisión del trackpad es fantástica, los acabados son de calidad, el soporte posterior hace un buen trabajo tanto sosteniendo el iPad como permitiendo ajustar el grado de inclinación y, además, está compuesto por dos piezas independientes. Gracias a esto último puedes desconectar el teclado pero mantener el soporte trasero para, por ejemplo, ver una película mientras estás en un avión.

Sobre este teclado, me gustaría hacer algunos apuntes adicionales:

  • El teclado para el iPad de décima generación no tiene un puerto USB-C extra, como sí ofrece el Magic Keyboard para el iPad Air o el iPad Pro.
  • El Magic Keyboard Folio ocupa más superficie al situarlo sobre una superficie que el Magic Keyboard para el iPad Pro / Air debido al soporte posterior que sostiene el iPad.
  • Si usas el iPad sobre las rodillas, el Magic Keyboard del iPad Pro / Air resulta más cómodo, al no tener un soporte posterior, que el Magic Keyboard Folio del iPad de décima generación.
  • El Magic Keyboard Folio para el iPad de décima generación tiene un trackpad más grande que el del iPad Air / Pro del mismo tamaño. También tiene una fila de teclas de función (cambiar brillo, controlar música, modo no molestar, etc.) que el otro modelo no incorpora. Resultan bastante útiles, he de decir.
  • En cuanto a peso o grosor, la diferencia entre un iPad Air con su teclado correspondiente y este iPad de décima generación con su Magic Keyboard Folio no es significativa.
  • Los teclados no son intercambiables entre los diferentes modelos de iPad, pues el de décima generación tiene los pines de conexión en el lateral inferior, mientras que los Pro y el Air los tienen en la parte trasera. Es decir: no puedes usar este teclado nuevo con un Pro o un Air, ni tampoco el Magic Keyboard original con el iPad de décima generación.
  • El teclado cuesta 299 euros. Entiendo que se trata de un accesorio de calidad, pero ese precio hace que se encarezca bastante el conjunto (878 euros el combo de iPad de 64 GB solo Wi-Fi con el citado accesorio). Y, si quieres convertir, el iPad en una herramienta de productividad, probablemente quieras tenerlo.

Hablemos del Apple Pencil

Este iPad de décima generación también es compatible con el Apple Pencil. Me refiero, eso sí, al de primera generación, no al que se vende para los iPad Air o Pro. Este modelo tiene un diseño distinto, pierde alguna funcionalidad (como los gestos) y no se fija magnéticamente al lateral de la tablet para cargarse.

Hasta aquí, todo en orden. Es un lápiz levemente inferior en algunos sentidos, pero sigue siendo un producto de calidad que permite dibujar con gran precisión, como muchos artistas han demostrado en los últimos años. El problema está en la carga. O, mejor dicho, en cómo Apple lo ha resuelto.

El Apple Pencil de primera generación, recordemos, tiene un conector Lightning, pero este nuevo iPad tiene un puerto USB-C. Por lo tanto, no se puede conectar el lápiz directamente al iPad como sí permitían modelos anteriores.

Teniendo en cuenta que la opción de traer el Apple Pencil de segunda generación a este modelo probablemente esté descartada por razones económicas (el coste de producción del iPad probablemente sea mayor al incorporar los mecanismos necesarios dicho accesorio), solo quedan dos opciones alternativas:

  • Lanzar el mismo Apple Pencil de primera generación, pero con un puerto USB-C.
  • Lanzar un adaptador que permita conectar el citado stylus a un USB-C.

Lo ideal habría sido lo primero, pero, intuyo que por razones económicas, Apple prefirió optar por lo segundo. No es la solución óptima, insisto, pero se acepta.

La gota que, en mi opinión, colma el vaso, es que ese adaptador no es de Lightning hembra a USB-C macho. ¡Es hembra en ambos casos! Por lo tanto, no puedes conectar directamente el Pencil al iPad. Sí o sí tienes que utilizar un cable USB-C. Y, además, cuando terminas de cargarlo, tienes que quitar sí o sí el adaptador si quieres poner de nuevo la tapa que recubre el puerto del Pencil. Me sorprende que una empresa como Apple, conocida mundialmente por cuidar su atención al detalle, haya pensado que esto es una buena idea. Y por si te lo preguntas: no se puede usar mientras se carga.

Si, por razones económicas o estratégicas, necesitas que este iPad sea compatible con el Apple Pencil de primera generación en lugar de con el modelo más reciente, desarrolla, al menos, un adaptador mejor. Por ejemplo: haz que el adaptador sea de Lightning hembra a USB-C macho y, además, incluye en la caja una tapa compatible con ese USB-C macho. Así, no solo no tienes que transportar un cable USB-C para cargar el lápiz si este se queda sin batería, también puedes dejar el citado adaptador puesto de forma permanente en el lápiz, pues tienes un tapa que encaja con ese USB-C.

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¿Merece la pena este iPad?

Este iPad de décima generación, como decía al inicio de este texto, es un producto peculiar. Como máquina, es realmente convincente. Equilibrada, capaz, versátil, atractiva… Salvo detalles como lo mencionado sobre el sistema de carga del Apple Pencil o la ausencia de Stage Manager, poco se puede objetar. Evidentemente me hubiese gustado que el tipo de cambio dólar-euro fuera menos perjudicial para los ciudadanos europeos, pues sería aún más interesante pero no está en manos de Apple.

Eso sí: es importante juzgar este iPad como un producto intermedio entre el iPad económico al que nos habíamos habituado y el iPad Air con M1, no como un reemplazo del modelo de entrada –aunque su nombre nos haga pensar eso–.

En la actualidad, parece imposible fabricar un iPad con este nuevo diseño y prestaciones y venderlo por el mismo precio que los iPad básicos de los últimos años. Por eso Apple sigue vendiendo el modelo de novena generación.

No obstante, eso no quita que sí sea interesante tener un iPad intermedio para aquellas personas que quieran este diseño sin ‌botón home, busquen algo más de potencia pero no necesiten un M1 y quieran tener un teclado con trackpad incorporado para poder trabajar mejor. Y sí, aunque tenga ciertas limitaciones respecto a un Mac o PC, el iPad es también una máquina de productividad.

En cierto modo, para finalizar, este modelo es la culminación de un camino que Apple arrancó en 2018 con el iPad Pro lanzado a finales de aquel año, el cual trajo muchas ideas nuevas que, ahora, se democratizan por completo al llegar al iPad estándar.

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