Las claves para adelgazar son el ejercicio físico y el mantenimiento de una dieta equilibrada, en la que la educación alimentaria sea un factor clave. Estas han sido y siguen siendo las mejores herramientas de las que disponemos para perder peso. No obstante, a todos nos gustaría disponer de una pastilla que nos ayudase a quemar la grasa que nos sobra. Ya hay algunos intentos, tanto en investigación como comercializados, pero generalmente producen efectos secundarios indeseados. Por eso, se sigue probando con opciones tan curiosas como el sílice obtenido de la arena purificada.

El sílice es conocido por ser un buen adsorbente, gracias a su porosidad interna. Esto quiere decir que tiene la capacidad de atrapar ciertos átomos a través de los poros de su interior. Se usa, por ejemplo, para retener la humedad en determinados productos. Pero esa es solo una pequeña muestra de todo lo que puede llegar a hacer.

Y es que, según un estudio publicado recientemente en Pharmaceutics por científicos irlandeses y australianos, también podría ser una buena herramienta para adelgazar, ya que secuestra a algunos de los componentes que intervienen en la liberación y posterior almacenamiento de grasas y azúcares en nuestro organismo. De momento, la mayor parte de la investigación se ha llevado a cabo en sistemas digestivos simulados y modelos animales. No obstante, se espera poder comenzar pronto los ensayos clínicos en humanos.

Arena para adelgazar

El papel del sílice en el tratamiento de la obesidad ya se ha observado en estudios anteriores. No obstante, estos tenían muchas lagunas sobre cómo ayudaría a quien lo consume a adelgazar. 

Por eso, los autores de este nuevo estudio obtuvieron sílice a partir de la purificación de arena y lo separaron en varios grupos, según su tamaño y su forma. A continuación, simularon una digestión y observaron cómo interferían las nanopartículas de sílice en la acumulación de grasa. Curiosamente, la clave parecía estar en el secuestro de las enzimas que intervienen en el metabolismo de las grasas.

Es decir, cuando digerimos un alimento, se llevan a cabo diferentes reacciones en las que los nutrientes que este contiene se separan y, bien se absorben, bien pasan a la sangre, o se acumulan en los tejidos. Pero todas estas reacciones no pueden llevarse a cabo así porque sí. Necesitan que intervengan en ellas unas proteínas llamadas enzimas, que son específicas para cada tipo de reacción. Si estas no están, el proceso no puede llevarse a cabo con normalidad.

Por lo tanto, si el sílice obtenido de arena purificada secuestra parte de las enzimas del metabolismo de la grasa, se evita que esta finalmente se acabe acumulando en los tejidos. Algo similar ocurrió también con la digestión del almidón, en la que se liberan gran cantidad de azúcares.

El tamaño sí importa

Los autores de este estudio vieron que las partículas de sílice perfectas eran aquellas cuyos poros tenían un ancho de entre 6 y 10 nanómetros. Eran las dimensiones ideales para optimizar el proceso. 

Esto se vio en el sistema digestivo simulado, pero también se ha visto en numerosos estudios con ratones. Cuando se les hace comer partículas de sílice poroso procedentes de arena purificada, engordan menos con una dieta rica en grasas que los que no ingieren este tratamiento. También se ha llevado a cabo un pequeño ensayo con humanos con obesidad, en los que se consiguió reducir los niveles de glucosa y colesterol en sangre. Pero solo eran diez personas. Será necesario replicar la investigación con muchos más participantes. Y ese es el deseo de estos científicos.

De momento, parece ser que se puede obtener resultados con prácticamente ningún efecto secundario. Esa es la mejor parte. Pero todavía queda mucho por investigar. Mientras tanto, habrá que seguir con el ejercicio y la dieta saludable. Al fin y al cabo, adelgazar es solo una de las muchísimas ventajas de llevar a cabo estos hábitos. Ni siquiera la arena o el sílice podrían hacer que los abandonemos.

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