El pasado lunes, 29 de agosto, los científicos de la misión Artemis se vieron obligados a posponer su primer intento de lanzamiento a la Luna. Uno de los motores del cohete SLS, que debía impulsar a la nave Orión, no se enfrió adecuadamente durante las tareas de refrigeración y, por si eso fuera poco, se detectó una posible fuga de hidrógeno. El motor fue un quebradero de cabeza, porque por más que se probaron distintas formas de refrigerarlo, no había manera de lograrlo. Pero ahora sabemos que no es que no lo consiguieran, sino que no lo estaban midiendo adecuadamente, pues el fallo no estaba en el motor, sino en uno de sus sensores de temperatura.

Lo ha explicado la NASA en la misma rueda de prensa en la que se anunció que finalmente el segundo intento no sería el 2, sino el 3 de septiembre. En él, han explicado las consecuencias de este hallazgo. Y es que, si bien es una buena noticia que el único fallo sea del sensor, para solucionarlo tendrían que llevar el cohete de nuevo al Edificio de Ensamblaje de Vehículos del Centro Espacial Kennedy, en Florida. Esto llevaría su tiempo y posiblemente la primera fase de Artemis tendría que posponerse ya hasta octubre.

Lógicamente, es mejor eso que perder la nave. Sin embargo, podría no ser necesario. El plan de la NASA de momento es comprobar si, a través de otras mediciones, se puede garantizar la buena salud de los motores, sin necesidad de que ese sensor concreto arroje valores adecuados. Es arriesgado y, sin duda, solo lo harán si consideran que el riesgo es mínimo. Ellos son los primeros que quieren que todo salga bien.

El motor que no se enfriaba

El hidrógeno líquido y los propelentes de oxígeno que se usan para cohetes están a temperaturas muy bajas. Por eso, antes del lanzamiento es importante refrigerar los motores, para que no se sometan después a un cambio muy brusco de temperatura. El lunes pasado todo iba bien hasta que uno de los cuatro motores del cohete de Artemis empezó a dar problemas. Mientras que los otros se refrigeraban sin problema, el número 3 seguía muy caliente. No podría recibir adecuadamente el combustible.

Se intentaron varios trucos, como cerrar las válvulas del resto de motores, para que este tomara el refrigerante con más presión. Sin embargo, ni siquiera eso funcionó. Además, la formación de escarcha en un punto del cohete hizo temer a los ingenieros que pudiera haber fugas de hidrógeno. Eran dos fallos preocupantes, por lo que finalmente se abortó la misión apenas unos pocos minutos después de que se abriera la ventana de lanzamiento.

Desde ese momento, los científicos de Artemis siguieron estudiando el cohete y sus motores, en busca del error. ¿Qué tenía el motor 3 que no tuvieran los otros? Una inspección detallada arrojó una respuesta bastante inesperada: las mediciones de uno de los sensores de temperatura no estaban alineadas con la física que le rodeaba. O, dicho de un modo más sencillo, no funcionaba correctamente.

¿Qué pasará ahora con Artemis?

Si ese es el único problema, los científicos de Artemis creen que los datos del resto de sensores, especialmente los que miden parámetros como la presión, pueden dar una idea sobre la refrigeración del motor. Al fin y al cabo, la presión también se ve afectada por la temperatura. Si todos y cada uno de los parámetros que podrían verse influidos se modifican adecuadamente, se podría prescindir de ese sensor en concreto.

No obstante, también se deberá prestar especial atención a la zona en la que se produjo la posible fuga. Hay que asegurar que no hay pérdidas de hidrógeno, pues esto podría ser fatal para la misión. Si todo esto, además de las condiciones meteorológicas, va bien, este sábado, 3 de septiembre, Artemis tendrá una nueva oportunidad para viajar a la Luna. Esperemos que esta sea la definitiva.