¡Nop!, de Jordan Peele, no es una película de terror en estado puro. Aunque lo parece, la mayor parte del tiempo solo utiliza los códigos del género para hacer más denso el suspense. Tampoco es una crítica social o un argumento engañoso. En realidad, la tercera película del director es una aterradora visión de la codicia, el miedo y la percepción de lo extraordinario desde sus lugares más oscuros, temibles y angustiosos.
Una premisa semejante es complicada y Peele se toma una considerable cantidad de tiempo en desarrollarla. Al principio avanza hacia la idea de mostrar la vida al borde de lo cotidiano. El sur de California es una mirada a lo remoto, con sus montañas enormes y su cielo interminable. El director establece de inmediato que el misterio está a la distancia, en lo que se difumina en el horizonte y el paisaje engañosamente apacible.
Pero más que eso, profundiza en la tensión de lo desconocido que está a simple vista. De la misma manera que Ari Aster en Midsommar, para el Peele de ¡Nop! lo inquietante no está del todo escondido. O mejor dicho, está en la periferia, latente y amenazante en medio de la condición de lo desconocido.
Peele, veterano en la idea retorcida que el mal está a la distancia de un descubrimiento, utiliza la misma fórmula en ¡Nop!. Si en Get Out la amenaza era un peligro vicioso y siniestramente burlón y en Us una fantasía brutal, en ¡Nop! es lo inminente. Algo está a punto de ocurrir. Un suceso fascinante, brutal y curiosamente desprovisto de significado. O al menos, no uno evidente o el que se pueda señalar de inmediato.
¡Nop!
¡Nop!, de Jordan Peele, es todo un enigma. Y no solo porque su tramposo, singular y sinuoso guion evite dar pistas sobre su conflicto central. También porque el director logró depurar su estilo y enfocar toda su energía en un relato inquietante que sorprende por su ambición. La reafirmación que Peele está en busca de un lenguaje y que lo más probable es que su nuevo film, sea uno de los puntos más altos de esa búsqueda. Con tres películas a cuestas, es evidente que el director se convirtió en pionero de un género por completo nuevo que todavía espera por sus mejores momentos.
¡Nop!, como historia, es la suma de muchos espacios. A la vez, de su lento y comedido tránsito hacia lo trágico y lo violento. Pero mientras eso ocurre, y tarda en ocurrir, Peele dejó claro que el terror también es humano. Que lo que está a punto de desatarse en toda su fuerza destructora, forma parte de algo más inquietante que solo un fenómeno. Y allí se encuentra el principal punto de interés de la película.
Los pequeños horrores y lo desconocido, al borde del cielo azul
Otis ‘OJ’ Haywood Jr. (Daniel Kaluuya) y su padre (Keith David) son hombres de trabajo. Uno duro, que requiere esfuerzo, dedicación y un tipo de devoción que la película ensalza para luego dirigir toda esa persistencia hacia lugares nuevos. Cuando el padre muere, Otis se hace cargo del negocio de una forma por completo distinta a la de su padre. Y no solo se trata de la idea de la modernización y el salto hacia puntos nuevos de la empresa familiar.
La película avanza en esa noción del trabajo como dignificante fuera de pantalla y es, de hecho, un truco del director al hacerse preguntas sobre la naturaleza de la ambición. Por supuesto, Peele también establece que Haywood Hollywood Horses, que se encarga de entrenar caballos a un nivel profesional, es una propiedad de hombres afroamericanos. De nuevo, el comentario social está aquí y la noción sobre su importancia, es evidente.
Peele construyó en Get Out un mecanismo incómodo contra el racismo y en Us una versión inquietante sobre la violencia cultural. En ¡Nop! es mucho más comedido. El vaquero negro —un concepto norteamericano que puede pasar desapercibido en otras latitudes— analiza la concepción sobre la propiedad y la pertenencia. A la vez, el motivo por el cual ocurrirá lo que ocurrirá en el film y como ese fondo brumoso acerca del individuo es importante. Y lo hace a través de símbolos.
¡Nop!, el miedo que es más que un mecanismo efectista
Cuando sucesos inexplicables y potencialmente peligrosos comienzan a ocurrir en el Rancho Haywood, la película cambia por completo de tono y de forma. Pero no al estilo de mezclar géneros — que lo hace — sino en su ingeniosa manera de narrar la reacción a lo inexplicable. ¿Qué ocurre cuando un evento total trastoca la vida cotidiana? ¿Cómo los personajes pueden lidiar con una condición monstruosa que desarticula todo lo que hasta ahora conocían?
¡Nop! es brillante en la medida que no concede lugares comunes, que se niega por completo a recorrer espacios sutiles o fáciles. Lo que está ocurriendo podía ser una tragedia, un horror devastador o solo un “mal milagro”. Pero Peele no desea que la audiencia saque conclusiones inmediatas. Mucho menos que lo haga a través de la percepción que lo inexplicable puede ser perverso. Lo hace porque aunque el contexto es surreal y temible, los personajes siguen siendo el centro de interés. Cómo reaccionan, se entremezclan y se enfrentan para construir una mirada sobre algo que les rebasa pero que puede comprenderse desde lo humano.
Por supuesto, ¡Nop! es una película de Peele y, quizás, es la más norteamericana y menos universal de todas las que ha dirigido hasta ahora. De modo que la necesidad de lucrarse con un fenómeno violento es parte de una reflexión más completa. El capitalismo funciona en todos los sentidos y también en los horrores que se avecinan. Como si eso no fuera suficiente, el miedo está aquí. Cercano, peregrino, violento y decodificado para una audiencia codiciosa. El mayor triunfo de esta película inclasificable y magnífica, destinada a convertirse en una pieza de culto.