La franquicia Dragon Ball ha tenido tantas mutaciones como transformaciones de sus protagonistas. El relato que comenzó con un niño recreando una clásica historia de aventura evolucionó hasta convertirse en un relato de acción puro y duro. Goku, sus amigos y villanos se convirtieron en referencias pop que trascienden el anime y el manga para mezclarse con distintas capas de la cultura. El más reciente suceso vinculado con esta narrativa es el auge en taquilla de Dragon Ball Super: Super Hero.
Durante su primer fin de semana en Estados Unidos, Dragon Ball Super: Super Hero recaudó más de veinte millones de dólares. Se convirtió en el mejor estreno de anime en la historia del género en ese país. Las cifras invitan a pensar que el relato sigue vivo, moviendo masas y alcanzando nuevos espacios. Un universo enorme a través del cual ha crecido una mitología que, aún con esas dimensiones, puede ser reconocible.
Lo anterior ocurre incluso en un contexto, el actual, en el que las producciones relacionadas con Dragon Ball han ido transformándose en algo muy distinto al comienzo del relato, con historias que en ocasiones dan más peso solo a los combates y no a la narrativa interna. Esto se entiende desde una perspectiva comercial, con una base de seguidores y de oportunidades abiertas a casi cualquier contenido. Pero es más complejo de validar cuando se piensa en la esencial de la historia. Aun así, no hay dudas: sigue siendo un referente contemporáneo del anime.
El origen de Dragon Ball
La historia de Goku y sus amigos comenzó el 3 de diciembre de 1984. Ese día, la editorial Shūeisha publicó el primer número del manga. Esa historia, en esencia, se basó en el clásico camino del héroe. Un personaje que debe atravesar distintas situaciones, evolucionar en ese trayecto y alcanzar una meta. Dragon Ball, desde un principio y hasta la actualidad, se presentó como un shonen apegado a la teoría de ese subgénero del manga. Aquellas primeras entregas de Akira Toriyama, fueron el comienzo de uno de los fenómenos culturales y comerciales más importantes en la historia de las novelas gráficas y la televisión.
La base original de Dragón Ball guarda una estrecha relación con una antigua novela china, Viaje al oeste. Fue desarrollada por Wu Cheng’en y publicada en el siglo XVI durante la dinastía Ming. El relato, con el pasar del tiempo, se hizo famoso por contar las aventuras del Rey Mono. En un principio, influenciado por esta historia, el relato de Goku fue presentado como Dragon Boy, unos años antes de 1984. Se trataba de compaginar la idea de un personaje realizando un viaje junto con la tradición del kung-fu, como se recuerda en el canal de YouTube Toffee Díaz.
La relación entre ambas obra, se puede percibir en detalles gráficos como la cola de Goku o la presencia de un cerdito, Woolong. A estos personajes se sumaron otros, como Bulma y Yamcha, que han trascendido a través de las distintas etapas de la historia. Aunque la posterior cantidad enorme de contenido no estaba en los planes iniciales de Akira Toriyama. ¿Qué ocurrió? El manga tuvo un éxito inesperado. Había que darle la vuelta para que ese viaje se convirtiera en otra cosa, junto con la búsqueda de las esferas del dragón. Entonces, se pensó en el torneo. Así se abrió una brecha distinta en el relato: dejaba de ser uno de aventuras para volverse, de manera progresiva, en uno de acción.
El cambio definitivo
La transformación paulatina del relato en un manga y anime de acción, marcó un antes y un después. Lo hizo tanto en la franquicia de Dragon Ball como en los géneros. Durante los 80, los lectores disfrutaron del crecimiento natural de Goku. Hacia finales de esos años, el 26 de abril de 1989 se estrenó Dragon Ball Z. El niño se hizo adulto debía hacer frente a distintas amenazas. Dentro de ellas, a largo plazo, apareció uno de los villanos más importantes: Freezer.
Para hacerlo, Dragon Ball dejó de ser un relato enfocado en las aventuras y las relaciones de los personajes. Se expandió más allá de la tierra y adversarios humanos. De esa forman aparecieron criaturas extraterrestres o inventos de laboratorio, como los androides, Cell y, luego, las versiones de Majin Buu. A través de ellos, Goku comenzó a expandir sus niveles de poder. No bastó con vencer a Vegeta, en un primer momento. Con Freezer, sin tener en cuenta las películas, se reveló la posibilidad del Súper Sayayín. Así se abrió otra línea en clave de acción: las transformaciones, un éxito tanto gráfico como narrativo.
Sin embargo, eso que en un principio fue parte clave del relato, con los sayayines desbloqueando niveles de poder, también propició la corrupción del discurso. Goku se convirtió en Super Sayayín debido a una situación traumática (el asesinato de Krillin, a manos de Freezer). Luego de esto, el siguiente gran guerrero en presentarse bajo esa forma fue Trunks. A partir de entonces, ese power up que parecía exclusivo se hizo común. Fue necesario expandirlo en fases hasta llegar a la tercera, dentro de Dragon Ball Z, y la cuarta, en Dragon Ball GT. Luego se buscó otros niveles en las posteriores expansiones de la historia. Adiós al viaje tradicional del héroe en favor de la espectacularidad.
El detalle no es menor: puede que esa decisión alejara a algunos seguidores, los que crecieron con base en las primeras etapas (Dragon Ball, Dragon Ball Z y Dragon Ball GT) pero, a su vez, acercara a otros, enganchados por las muestras de poder en las posteriores adaptaciones (Dragon Ball Z Kai y Dragon Ball Super). Todo esto confluye en una idea: la expansión y el cultivo de la mitología basada en la historia de Goku y sus amigos.
Dragon Ball: un relato para distintas generaciones
Desde los 80 hasta la actualidad, la narrativa Dragon Ball se diversificó. Dejó de ser solo un manga para convertirse en un anime con películas y extensas temporadas. Su auge en este formato propició su traslado a otros formatos. Álbumes, camisetas, figuras de colección, y casi cualquier recurso de entretenimiento. A la par, seguía avanzando en la construcción de su historia, con base en la relación de personajes, hasta llegar a la espectacularidad de combates.
Mientras tanto, Goku fue tomando mayor espacio dentro de la oralidad cotidiana. Como quien hace un chiste sobre Star Wars, Juego de Tronos o El señor de los anillos. Esto es relevante. sugiere que muchas personas comparten un mismo sistema de referencias con base en Dragon Ball. El relato vive más allá de las páginas, la televisión y el cine. Eso explica parte del éxito de Dragon Ball Super: Super Hero. Una nueva entrega que revive ese universo y lo vuelve una experiencia compartida dentro de la sala de cine.
La globalización del género
Dragon Ball se produjo en un momento donde no había la conectividad ni los medios de distribución que se tienen en la actualidad. Un relato que comenzó con una emisión diaria de un capítulo en algunas partes del mundo llegó hasta la era del streaming, con todas sus historias a disposición. El manga, quizá relegado o exclusivo para los lectores más comprometidos, alcanzó otras fronteras a través de internet.
De forma progresiva, la imagen de Goku fue creciendo y llegando a ser representada en botines para futbolistas profesionales o convertida en memes del tipo: “A mis hijos les diré que este fue Jesús” o alguna otra variante de ese estilo. En eso influye que el contexto actual de la industria del entretenimiento se ha abierto de forma progresiva al anime y el manga como formatos narrativos. En esa búsqueda, una de las referencias clave es Dragon Ball. Esta historia ha inspirado decenas de relatos más, desde Naruto hasta Demon Slayer tienen alguna relación con Dragon Ball.
¿Qué implica esto? Dragon Ball, al crecer en un entorno distinto al actual, cuenta con esa base de seguidores y, debido a los medios presentes, ha sumado nuevas capas de aficionados. Una narrativa capaz de nutrirse a sí misma hasta el punto de seguir llenando salas y cautivando audiencias más allá de su sentido narrativo, mientras una parte importante de los espectadores y lectores siguen reconociéndose y emocionándose con ella.