Avatar, la primera película del universo creado por James Cameron, regresará a los cines en septiembre. El reestreno, que de alguna forma preparará el terreno para su esperada secuela Avatar: el sentido del agua, es algo más que una estrategia publicitaria. Es un recuentro de la audiencia con una de las historias más populares de la ciencia ficción contemporánea.
La producción de Cameron engloba una evolución del cine de entretenimiento hacia terrenos más filosóficos, sobre todo en el campo de la ciencia ficción. También fue el antes y después de la creación de universos convincentes usando efectos digitales. No solo del el entorno, también los personajes y todas las posibilidades que esto puede ofrecer.
Avatar es una alegoría a gran escala de las relaciones del ser humano con el medioambiente, la conciencia del otro y el prejuicio. Se trata de temas frecuentes en el cine, que el guion —también escrito por Cameron— explora con un punto de vista conmovedor. El director, conocido por su capacidad para convertir a la ciencia ficción en escenarios emocionales, exploró la reflexión moral desde puntos nuevos. La película le permitió analizar el poder de los ideales y la voluntad para sobrevivir, sin recurrir a un tono sobrio o severo.
Avatar, un gran espectáculo digital, pero con corazón
Al fin y al cabo, Avatar también celebra el espectáculo del cine. Lo que convirtió a la historia en un fenómeno de masas perdurable. Al éxito en taquilla —por diez años fue la película más taquillera de la historia—, le acompañó una huella de considerable importancia en la industria cinematográfica. Después de todo, la historia no se trataba solo de un recorrido colorido y deslumbrante por nuevos terrenos de la tecnología de punta. A la vez, Avatar fue la quintaesencia de una experiencia que se despojó del cinismo para meditar sobre ideas significativas de forma sutil. El resultado fue un éxito sin precedentes que creó un hito en la forma de narrar la ciencia ficción.
Así que su regreso a las salas es una experiencia que vincula audiencias de varias generaciones distintas. Pero en específico, celebra el hecho de que Avatar es una revisión a la repercusión del llamado blockbuster en la cultura de masas. No obstante, la gran pregunta engloba el impacto de la producción en una audiencia que ya no le sorprenderá los efectos digitales o su mensaje entre líneas. ¿Será el reestreno del largometraje la gran prueba de fuego para la franquicia imaginada por James Cameron?
Pandora y un nuevo reino que explorar
En realidad, la pregunta es más complicada que la mera experiencia en salas, o cómo reaccionará la audiencia con el regreso a la pantalla grande de una película que formó parte de la infancia de muchos. Avatar fue la responsable de un discurso más elaborado en la ciencia ficción, que sin llegar a lo autoral se cuestionó sobre tópicos relevantes. Su larga sombra, además, permitió al cine de género evolucionar de maneras nuevas.
De la misma forma que antes lo hizo Jurassic Park de Steven Spielberg, Avatar fue una revolución. En específico, en cómo concebir un tipo de cine con una marcada personalidad sin olvidar el espectáculo visual. Pero ahora, tendrá que enfrentar una nueva sensibilidad colectiva acerca de sus temas centrales.
¿Cómo reaccionarán las plataformas y redes sociales sobre su exploración sobre el colonialismo, racismo, exclusión y explotación ecológica? Todos son cuestiones de relevancia en la actualidad, que, además, suponen un debate público que implica incluso un puntual comentario político.
Avatar, adelantada a su tiempo
Avatar, que llegó mucho antes que la gran conversación cuestionara elementos establecidos de la cultura pop, tiene un mensaje concreto. Uno que coincide con puntos de vista contemporáneos sobre la búsqueda de la identidad, la idea de lo social y lo ecológico.
Incluso la renovada espiritualidad actual, vinculada a la percepción de la naturaleza como un todo creativo, podría verse reflejada en Avatar. ¿Significa eso que la película tendrá un renacimiento en el gusto y el debate colectivo? La probabilidad es alta, sobre todo porque a pesar de su aparente sencillez, el film tiene un trasfondo complejo.
A pesar de ser comparada con frecuencia con la historia de Pocahontas y la escarizada Danza con Lobos, Avatar tiene una identidad definida. Esa es la que profundiza en cómo los Na’vi están convencidos de que la naturaleza está viva.
En el argumento, la forma en que el único personaje humano entre los nativos de Pandora contempla ese misterio, sorprende por su sensibilidad. Para la tribu de criaturas con pieles azules, la fauna y flora de su planeta coexisten en armonía con su identidad.
El concepto, en plena época de los grandes debates sobre la responsabilidad de nuestra cultura sobre el daño medioambiental, tiene un cariz nuevo. Lo que podría convertir a Avatar en un descubrimiento para una nueva audiencia que, además, podría entender a cabalidad su importancia.
El vuelo a la magia de un planeta desconocido
Avatar llegó al cine como la conclusión de un largo trayecto de su director y guionista para lograr un proyecto asombroso. Cameron comenzó la producción en 1994, con el plan a futuro de estrenar la película en 1999. Pero para entonces, la tecnología que necesitaba todavía no se encontraba lo suficientemente avanzada. O al menos, no a los niveles que requería su visión acerca de un planeta desconocido con un ambiente totalmente diferente a la Tierra, y por lo tanto, imposible de recrear con efectos prácticos. EL componente digital era obligatorio para la creación de un mundo nuevo, y el director se negaba a que el resultado no sea absolutamente convincente.
Al no encontrar los recursos que requería, el director se dedicó a crearlos. Cameron inventó tecnologías de captura de movimiento que deslumbraron por su exactitud. También, trabajó en un software de texturización de imágenes digitales que todavía es revolucionario y un avance apreciable en el uso del color en el los efectos digitales. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, brindó nueva relevancia al formato 3D, algo que con toda seguridad volverá a ocurrir con Avatar: El sentido del agua.
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Pero el mayor legado de Avatar es demostrar que el llamado cine espectáculo, también tiene una profundidad espiritual. Algo que puede convertir su reestreno en uno de los puntos más altos de la nueva experiencia que supondrá su secuela. Un legado a futuro para el resto de la franquicia y una celebración para los amantes de una épica de ciencia ficción especialmente querida.