Top Gun: Maverick se convirtió en uno de los grandes éxitos cinematográficos del año. La combinación entre un tributo a una película generacional, una historia simple de entender y un apartado visual impresionante, nos deslumbró. Es una demostración que hay espacio en las salas más allá de las franquicias y la ciencia ficción, la acción pura y dura aún atrae a la taquilla y esta producción lo demuestra.

Además, el largometraje reavivó el interés en un género tradicional en el cine. Las grandes épicas aéreas, con su atractivo apartado técnico y premisas trepidantes, han sido favoritas de la audiencia durante décadas. Pero Top Gun: Maverick logró que la experiencia llegara a un nuevo nivel. Desde la concepción de la aventura —inevitable en tramas semejantes— hasta la celebración al espíritu de solidaridad que comparten los héroes de turno. Las narraciones acerca de cómo el cielo puede ser el escenario de audaces perspectivas de la acción, son de nuevo el centro de interés de grandes audiencias.

Algo a lo que no escapan las plataformas de streaming. Te dejamos cinco recomendaciones de películas en Netflix que recorren los puntos más altos de gestas aéreas. Narraciones que logran convertir lo que podría suponer únicamente logros de habilidad técnica, en epopeyas emocionales que celebran la voluntad de sus protagonistas. Una revisión a un tipo de acción que va más alla de solo explosiones y momentos de tensión, lo cual siempre es de agradecer. 

Top Gun, la antecesora de Top Gun: Maverick

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Uno de los grandes clásicos de los años ochenta, predecesora de Top Gun: Maverick, ahora forma parte del catálogo de Netflix. Una adición que permite completar la experiencia de la secuela que llegó este año a la pantalla grande. Con todo su aire frenético, y una historia que sorprende por su buen uso de la emoción, el largometraje desafía los cánones habituales. Es, a la vez, un argumento de acción en estado puro, pero que tiene la paciencia de mostrar las motivaciones profundas de sus personajes. 

Tony Scott fue un director diestro para combinar formidables escenas de vuelos con una dimensión emocional más sutil. A pesar de que al momento de su estreno se le criticó por obvia y predecible, Top Gun es una narración que contiene dos a la vez. Por un lado, la que ocurre en el estrato de la competencia entre rivales y el vuelo —incluso el mecánico— como alegoría a la libertad. Entre ambas cosas, la película tiene la suficiente amplitud para admitir varias reflexiones acerca de sus puntos centrales. 

¿Se trata de una exploración a la virilidad desde un aire agresivo, juvenil y primario? ¿Un recorrido a los motivos por los cuales tomamos grandes riesgos en potencia mortales? Top Gun es mucho más compleja de lo que su aparente sencillez insinúa. Tanto, como para que hasta el director Quentin Tarantino le dedicara tiempo a unas cuantas disertaciones de su simbología. Un clásico del cine que envejeció con dignidad y buen gusto. 

Triple frontera

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Cuando cinco ex soldados unen fuerzas para robar a un narcotraficante, lo que ocurre a continuación solo podría describirse como una tragedia previsible. Pero la dirección de J. C. Chandor convierte una corrompida versión de una película de atracos en una renovada óptica sobre el riesgo, el miedo y la acción imparable. El argumento tramposo muestra las habilidades militares de sus personajes y cómo esa destreza les pone en el centro de una trampa. Resulta fascinante la forma en que la cámara detalla, desde maniobras aéreas limpias y bien estructuradas al estilo Top Gun: Maverick, hasta estrategia de reacción inmediata.

El conjunto de elementos dota a Triple frontera de una personalidad curiosa. Por un lado, sigue de cerca al grupo de ladrones, que llevan a cabo un crimen con un despliegue de recursos que asombra por su variedad. Por otro, la película se hace preguntas acerca de los motivos que impulsan las extrañas y duras decisiones de sus integrantes. Con un reparto de lujo encabezado por Ben Affleck y Oscar Isaac, ninguno de los criminales es lo que parece. Cada uno de ellos tiene la capacidad de sorprender y desconcertar en apenas un par de escenas o, incluso, con una única frase. 

Todo en medio de las múltiples consecuencias que provocó la intentona de un robo imposible. El director sigue la acción a través de tres países, explosiones, persecuciones en tierra y por aire. Pero sin evadir el hecho de que las dificultades muestran capas desconocidas de los hombres que se enfrentan al peligro por codicia.

Sin embargo, ¿solo se trata de eso? La incógnita se plantea una y otra vez. Al final, la respuesta es más impactante de lo que podría suponerse en las primeras escenas. Un triunfo narrativo que sorprende por su habilidad.


Spectral

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Hay un elemento poco convencional en la forma en que el director Nic Mathieu explora la premisa de su película. No solo trata que sea una experiencia de batalla inmersiva. También, incorpora códigos del cine de terror para crear una atmósfera tensa y, por momentos, claustrofóbica. El resultado es un recorrido a través de una situación imposible a mitad de varios estratos de la violencia, similar a Top Gun: Maverick. Una serie de complicadas situaciones para la supervivencia que convierte la percepción sobre la realidad en un juego descarnado. 

Cuando un soldado descubre que una presencia espectral y potencialmente letal puede atacar desde lo invisible, el concepto de la guerra cambia. Lo anterior mientas se presenta un escenario volátil y cada vez más agresivo. La eventualidad de un enemigo sobrenatural voraz se convierte en un punto a vencer. Uno de tantos conforme el peligro comienza a definirse con lentitud y pocos datos reales para analizar. ¿Se trata de una fuerza consciente? ¿Un fenómeno natural?

Spectral está consciente de su carácter de mirada a la violencia desde un espacio privilegiado: el espectador sabe qué ocurre, aunque los personajes no. Después de todo, la cámara sigue a los combatientes mientras intentan comprender qué se esconde en la oscuridad. Lo mejor es que la cinta toma elementos reconocibles de películas como Alien y La caída del Halcón Negro, y los versiona en un punto más duro.

El argumento deja claro desde el principio que la supervivencia depende de la habilidad táctica, pero también, de la intuitiva. Una combinación improbable que, al final, se transformará en el mayor escollo con que deben sortear los personajes. 

La batalla olvidada

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Más concentrada en lo emocional que en el apartado técnico, esta historia, que contiene tres a la vez, es una historia sólida y sobria. En plena Segunda Guerra Mundial, los aliados avanzan a través de una Europa dividida y en escombros. Transcurre el año 1944 y el puerto de Amberes ya es un punto seguro; tanto para los sobrevivientes de las atrocidades bélicas, como para soldados aliados.

Pero hay un inconveniente: el estuario del Escalda, punto de tránsito de los suministros, continúa bajo el control alemán. La eventualidad hace que el triunfo sea agridulce. El territorio fue arrebatado al eje del mal. Sin embargo, todavía hay una influencia real del enemigo con la cual los personajes deben lidiar. 

De modo que la película enfoca su conflicto en cómo los soldados ingleses debieron superar el escollo y lograr vencer a los alemanes en su terreno. Lograrlo, además, sin perder más vidas y en medio de una situación tan volátil como para que la mera idea resulte improbable. Pero el guion se las arregla para especular que, aunque la muerte es inevitable, hay la posibilidad del triunfo. No únicamente contra los alemanes, sino, a la vez, contra la desesperanza de un conflicto bélico que pone a prueba lealtades, fortalezas y dolores. 

La Batalla olvidada rinde tributo al hecho de la guerra en un terreno donde se entrecruzan historias destinadas a quedar sepultadas bajo el horror. Desde la de un piloto que intenta llevar a cabo una misión casi imposible —como la que plantea Top Gun: Maverick—, hasta la de un recluta renuente y aterrorizado.

Por si eso no fuera suficiente, el guion todavía tiene la ambición suficiente para abarcar también el estrato alemán. Juntos, todos los hilos narrativos miran el futuro con una desoladora necesidad de encontrar sentido a todos los esfuerzos. Quizá, el punto más doloroso y amargo del largometraje. 

Interceptor

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La capitana J. J. Collins (Elsa Pataky) tiene años de experiencia estratégica y militar a cuestas. De hecho, su mayor atributo como funcionario es una mente rápida y brillante que le permite comprender posibilidades desapercibidas. Y tendrá que poner todo ese talento misterioso a disposición de una situación imposible, cuando un grupo de terroristas la sometan a un ataque despiadado. 

La película, que transcurre casi en un único escenario y que depende de la habilidad de Pataky para ser creíble, falla en más ocasiones de las que acierta. Pero con todo, el argumento tiene la suficiente solidez para interpelar una idea central. ¿A qué armas recurrir cuando tu enemigo te supera en casi todo lo técnico? Aquí es donde recuerda a Top Gun: Maverick. La premisa se hace más robusta y bien planteada a medida que el personaje se hace más consciente de su ventaja en habilidad. Es entonces cuando Interceptor encuentra sus mejores momentos. 

Probablemente, el largometraje necesita diálogos mejor escritos, y la trama un empujón de interés en sus momentos de mayor tensión. Pero la narración, que demuestra que la estrategia siempre es un arma peligrosa, es creíble. Sin duda, su mayor atributo. 

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