Todos hemos tenido alguna vez esa discusión con un amigo sobre qué calor es más incómodo: ¿el calor húmedo o el seco? Generalmente, cada persona lo pasa peor con el que no tiene. Quienes viven en zonas costeras consideran que el calor seco es más incómodo y las personas de interior lo pasan fatal con el húmedo. Esta es básicamente una cuestión de supervivencia. Si no te acostumbras al tipo de calor al que estás más expuesto, vas muy mal. Pero lo cierto es que hay un tipo de calor con el que la sensación térmica es mucho mayor: el calor húmedo.

Da igual si estamos acostumbrados o no. Está claro que en las zonas de calor húmedo es más común que nos sintamos incómodos y pegajosos. Con el calor seco también se suda, pero la sensación es que ese sudor se desprende más fácil de nuestros cuerpos. Y no es solo una sensación. Es la pura verdad.

La sensación térmica cuando la humedad del aire es muy elevada es siempre superior a la temperatura real. Por eso, puede que el termómetro marque 30 °C, pero nos sintamos como si hubiese 40. Eso no quiere decir que el calor seco sea cómodo, ni mucho menos. Pero sí que es verdad que la sensación de bochorno se correlaciona mucho más con el húmedo. Ahora solo queda saber por qué. 

Sensación térmica y calor húmedo

Los seres humanos somos animales homeotermos. Esto quiere decir que contamos con mecanismos que nos permiten mantener nuestra temperatura corporal dentro de unos límites, a pesar del frío o el calor que haya en el ambiente. En nuestro caso esa temperatura es de unos 36,5 °C, aunque en el pasado se solía decir que era de 37 °C. ¿Pero cómo conseguimos que no varíe mucho bajo un frío como el de Filomena o una ola de calor?

Básicamente, mediante la transpiración y el control del flujo sanguíneo. Cuando hace mucho frío, los vasos sanguíneos se contraen, ralentizando el flujo sanguíneo para retener el calor corporal y evitar que nuestro organismo se enfríe demasiado. En cambio, cuando fuera hace mucho calor ocurre lo contrario. No solo se aumenta el flujo sanguíneo por la dilatación de venas y arterias. También se enfría el cuerpo a través de la transpiración, que ocurre en dos fases. En primer lugar, se libera sudor a través de la piel. Después, este se evapora en un proceso que requiere la liberación de calor por parte del cuerpo.

Hasta aquí todo bien, pero hay un problema. Esa evaporación del sudor ocurre porque se traspasa humedad al aire circundante. Sin embargo, si ese aire ya está muy húmedo, no podrá captar más agua. Por lo tanto, el sudor no se evapora y el proceso de enfriamiento por transpiración se queda a medias. Nos sentiremos pegajosos y, lo que es peor, la sensación térmica será mucho mayor, porque no habremos podido refrigerar el cuerpo adecuadamente.

También ocurre con el frío

La sensación térmica puede ser muy diferente a la temperatura real también cuando hablamos de frío. 

En este caso, no se trata tanto de la humedad como del viento. Y es que, además de los mecanismos mencionados anteriormente, los humanos también tenemos sobre nuestra piel una capa de aire aislante que evita que perdamos demasiado calor. No es una capa tan eficaz como la grasa de las focas, pero en realidad no lo necesitamos.

El problema es que el viento puede hacer que perdamos parte de esa capa. Por eso, cuando hace mucho, sentimos más el frío. En definitiva, la sensación térmica es muy inferior a la temperatura real.

Ya vemos que la humedad y el viento son nuestros grandes enemigos. Los que se oponen a ese mecanismo de relojería suiza que es la homeotermia. Afortunadamente, no se suele llegar a límites preocupantes, aunque hay veces que la situación se vuelve tan extrema que sí que podemos caer en la hipotermia o el golpe de calor.

Es por eso que hay que seguir los consejos pertinentes, tanto para protegernos del frío como para lidiar con las altas temperaturas. Y mientras tanto, si te toca discutir de nuevo sobre qué tipo de calor es peor, recuerda: el calor húmedo es el que pone por las nubes la sensación térmica. Si vives en una zona seca, seguro que no es un consuelo, pero bueno, al menos ya lo sabes. El saber no ocupa lugar. 

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