La borrasca Filomena nos ha dejado como regalo de despedida unas temperaturas extremadamente bajas. Buena parte de España ha estado estos días levantándose con temperaturas bajo cero. También está pasando en otros puntos del mundo afectados por olas de frío. En algunos lugares, en cambio, el mercurio no llega a descender tanto, pero eso no impide que sus habitantes se sientan igualmente helados. Esto se debe a que, en realidad, su sensación térmica es mucho más baja que la temperatura real. ¿Pero qué es exactamente esa sensación térmica?
Factores que influyen en la sensación térmica
La sensación térmica se define como la reacción del cuerpo humano ante el conjunto de condiciones asociadas a la temperatura del ambiente que le rodea. Dicho muy grosso modo, se refiere al frío o el calor que realmente sentimos, más allá de los grados que marque el termómetro.
Cabe destacar que los seres humanos somos animales homeotermos. Esto significa que regulamos nuestra temperatura corporal, manteniéndola en un rango constante, independientemente de la que haya en el exterior. Solíamos mantenernos a unos 37ºC, aunque algunos estudios recientes han mostrado que esta cifra se ha ido reduciendo con los años, hasta aproximadamente 36’5ºC.
Esta termorregulación se logra a través de cambios en el diámetro de los vasos sanguíneos que se encuentran bajo la piel. Así se logra alterar el flujo sanguíneo a conveniencia. Cuando hace frío, se disminuye, para retener el calor. En cambio, si la temperatura es alta, se aumenta, para que podamos perder calor a través de la transpiración. El problema es que hay varios factores que afectan a estos procesos, provocando que sí podamos sentir frío o calor. Estos son principalmente el viento y la humedad.
Los efectos del viento y la humedad
Nuestra piel se encuentra rodeada de una fina capa de aire que previene la pérdida de calor. Sin embargo, cuando el viento sopla a gran velocidad esta capa disminuye su grosor, favoreciendo que perdamos calor. Es precisamente por este motivo por el que la sensación térmica se mide a través de una fórmula en la que se incluyen la temperatura en grados Farenheit y la velocidad del viento en millas por hora. También es posible el cálculo usando grados Celsius y metros por segundo.
De este modo, según explican en la web de Meteo Navarra, con viento en calma y 0ºC en el ambiente la sensación térmica será también de 0ºC, pero si el viento sopla a 25 km/h descenderá hasta los -6ºC.
En cuanto a la humedad, aumentará la sensación térmica porque dificulta la transpiración. De este modo, se bloquea uno de los principales mecanismos de termorregulación de nuestro cuerpo, provocando que sintamos más calor.
También depende de la persona
Hoy en día, muchas de las aplicaciones de meteorología que tenemos en nuestros smartphones nos dan la temperatura real de nuestra zona junto a la sensación térmica. Este es un cálculo general. No obstante, el frío o calor que sintamos dependerá también de factores individuales. Lógicamente, por un lado tendrá que ver lo bien climatizada que esté nuestra viviendo. Por otro, cómo sintamos el frío o el calor nosotros mismos.
Existen diversos estudios que analizan la sensación térmica individual en diferentes personas. Hay muchos factores que influyen, empezando por el sexo, ya que las mujeres suelen ser más sensibles al frío.
También debe tenerse en cuenta la edad. Por ejemplo, en un estudio sobre confort y sensación térmica publicado en 2010 con individuos jóvenes y ancianos, se comprobó que estos últimos preferían temperaturas ambientales más altas para sentirse más a gusto.
Finalmente, afectan a este fenómeno otros factores como la actividad física, la hora del día o la masa corporal. Las personas más activas mantienen su temperatura más elevada, mientras dormimos nuestra temperatura corporal desciende y los individuos con una mayor masa corporal suelen protegerse mejor del frío. Todo cuenta. Sin embargo, sea como sea, si vives en el hemisferio norte posiblemente tu sensación térmica pueda medirse como “necesito abrazarme ahora mismo a esa estufa”. No es exacto ni científico, pero sí fácilmente imaginable.