Se puede enseñar a un robot a realizar tareas complejas, propias de un ser humano entrenado. Sin embargo, cuando se trata de imitar a los bebés, la cosa cambia. Sí, por extraño que parezca. Y es que los seres humanos en nuestros primeros meses de vida tenemos una visión del mundo aún sin manipular. Nuestro aprendizaje, aunque lógicamente se ve influido por la crianza, tiene una alta dosis de intuición, que se observa claramente cuando un bebé se sorprende al ver movimientos que no obedecen a las leyes de la física. Esto es algo que hasta ahora no podía hacer una inteligencia artificial (IA). Pero solo hasta ahora, pues un equipo de científicos de la compañía DeepMind ha diseñado un algoritmo que puede entrenarse de un modo similar a como lo haría un bebé de pocos meses.

Durante su entrenamiento, el algoritmo de inteligencia artificial, llamado PLATO por las siglas en inglés de Aprendizaje de Física a través de la Codificación Automática y el Seguimiento de Objetos, se expuso a vídeos de bolas moviéndose en diferentes conformaciones. Así, pudo ir adquiriendo poco a poco los conocimientos que le permitían discernir las leyes básicas que puede diferenciar un bebé recién nacido.

Al igual que un niño de meses, la IA no entiende las profundidades físicas como tal. Sin embargo, sí que puede diferenciar algo posible de algo imposible. Del mismo modo que el bebé se sorprende con algo que no puede ser, la inteligencia artificial detecta que hay algo que no va bien. Al fin y al cabo, es su forma de sorprenderse.

Las leyes básicas que un bebé domina sin darse cuenta

Estos científicos se basaron en los estudios que han hecho los psicólogos a lo largo de los años sobre la conducta de los bebés. Se sabe que estos son capaces de distinguir el funcionamiento de una serie de conceptos.

En primer lugar, la solidez. Es decir, detectan que dos objetos sólidos no pueden atravesarse entre sí. Por otro lado, son totalmente conscientes de la permanencia. Esto significa que un objeto que se encuentra fijo en un lugar no puede desaparecer de buenas a primeras. Finalmente, detectan la continuidad, por lo que un objeto se mueve a través del espacio siguiendo una coherencia. No puede saltar de repente de un lugar a otro. 

Esto es lo básico que hacen los bebés. Sin embargo, estos científicos añadieron a su inteligencia artificial la capacidad de discernir la inmutabilidad, por la que las propiedades de los objetos no pueden cambiar, y la inercia de movimiento.

Todo esto se le enseñó a PLATO a través de una serie de vídeos con bolas. Estos formaron parte del proceso de capacitación, por el que se introducen datos a un algoritmo de inteligencia artificial para que este pueda confeccionar patrones que le permitan llevar a cabo una determinada acción. Por ejemplo, si se quiere entrenar una IA para que detecte cáncer de mama en imágenes de mamografías, previamente se capacita con miles de fotografías con y sin cáncer, de modo que establezca sus propios criterios.

Cabe decir que, en parte, esto es también lo que hacen los bebés. Observan el mundo y toman sus propias conclusiones. Aunque parece ser que se les da mejor que a los robots. Increíblemente.

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El exitoso aprendizaje de la inteligencia artificial PLATO

Según relatan los autores de la investigación en un estudio publicado en Nature Human Behaviour, el entrenamiento de la inteligencia artificial fue tan eficaz que en algunos casos se pudo llevar a cabo en solo 28 horas.

Tras ese tiempo, si se exponía a PLATO a nuevas escenas, esta vez reales, se sorprendía con las que no tenían sentido. Incluso detectaba algo extraño en escenas físicamente imposibles que no salieron en ninguno de los vídeos con los que se capacitó. ¿Pero significa esto que ya podemos hablar de una inteligencia artificial capaz de comportarse como un bebé? No tan deprisa.

Estos científicos consideran que PLATO está aún muy lejos de las capacidades de un niño de tres meses. Y es que, si bien hizo grandes avances, aún se comportó con algunas limitaciones. Por ejemplo, su sorpresa fue mucho menor en escenarios inverosímiles en los que no había objetos. 

Además, los científicos tuvieron que aportarle algo de información adicional para que llegara a adquirir los conocimientos que mostró después. Esto podría responder a una pregunta que los científicos se han hecho durante mucho tiempo sobre la especie humana. ¿Hasta qué punto la crianza supera lo innato? 

En definitiva, esta inteligencia artificial es un paso adelante en la carrera para obtener robots cada vez más parecidos a las personas. Pero también es un nuevo método para entender a los humanos. Porque, aunque la ciencia pone todo su empeño en conseguirlo, está claro que comprendernos no es nada fácil.

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