El proceso de aprendizaje de nuestro cerebro es tan fascinante como intrigante. Entender, por ejemplo, cómo los bebés empiezan a hablar es uno de los ejemplos clásicos que ha fascinado a los investigadores. Desde hace décadas, uno de los grandes debates en neurociencia se ha centrado en determinar si los recién nacidos imitan los gestos de los adultos. ¿Mito o realidad? Un nuevo trabajo, publicado en la revista *Current Biology*, aporta más luz a esta discusión.
Existe una polémica desde hace años sobre si los recién nacidos pueden o no imitar los gestos adultos
"Numerosos estudios entre los ochenta y los noventa indicaban que no había imitación por parte de los bebés, mientras que otras investigaciones sí lo defendían", señala Virginia Slaughter, científica de la Universidad de Queensland (Australia). Su equipo quería aclarar la polémica, dado que el hecho de que los recién nacidos nos imiten es ampliamente citado, no sólo en áreas relacionadas con la psicología, la neurociencia o la pediatría, sino también en fuentes de divulgación para las familias. Los resultados obtenidos en esta investigación sugieren que los bebés, al contrario de lo que se pensaba, no pueden imitar los gestos de los adultos durante los primeros meses de vida. ¿Entonces por qué dicen eso análisis anteriores?
Imitar los gestos adultos: ¿se nace o se hace?
Slaughter sostiene que la principal limitación de los trabajos en el pasado es que los investigadores presentaban a los recién nacidos un pequeño número de gestos. Por ejemplo, según sus palabras, los científicos sólo evaluaban las respuestas de los recién nacidos cuando una persona más mayor sacaba la lengua y abría la boca. Se necesitaba, por tanto, un trabajo más detallado para comprender si la imitación de los bebés existía o no. Anteriormente se medían los niveles de protrusión o desplazamiento hacia delante de la lengua y la apertura de la boca antes de que el adulto haga nada. Los trabajos anteriores mostraban que los bebés sacaban más la lengua cuando veían que esto lo hacía una persona mayor. ¿Pero qué ocurría con otros gestos?
Según el estudio, los bebés no nacen con la capacidad de imitarnos, sino que la adquieren con el paso del tiempo
Según el grupo de Slaughter, este tipo de respuestas se debían no a un comportamiento de imitación, sino más bien a que los bebés podían sentirse emocionados al ver a un adulto hacer algo diferente, interesante o curioso. El estudio ahora publicado analiza la conducta de 106 niños con nueve modelos sociales y dos patrones no sociales. Sus resultados sugieren que los recién nacidos no cuentan con una capacidad innata de imitación, sino que adquieren esta habilidad durante los primeros meses de vida. Esto se debe a que los análisis realizados durante la primera, tercera, sexta y novena semana sugieren que los más pequeños no son capaces de imitar nuestros gestos.
La especialista María José Mas, autora del blog de divulgación ***Neuropediatra**, explica a Hipertextual* que se trata de un estudio "interesante" sobre un tema "sin conclusiones claras". En su opinión, tanto el diseño del trabajo como el análisis de los datos parecen sólidos, con una muestra suficiente y con una selección de individuos adecuada. La experta considera además que es acertado alargar la edad de los bebés evaluados hasta los dos meses. El motivo es que se trata del momento en el que aparece la "sonrisa social" que, a diferencia de la sonrisa refleja, surge en respuesta clara a estímulos que proporciona la persona que examina al niño. "A partir de los dos meses ya no serían gestos sólo por imitación", aclara la neuropediatra.
El debate es importante para aclarar las claves del neurodesarrollo temprano
Mas señala a este medio que "sí hay polémica sobre este tema". "Que la imitación es necesaria para el aprendizaje es indiscutible, el asunto aquí está en poder definir cuándo empieza a haber imitación. La importancia de esto radica en un mejor conocimiento de los procesos del neurodesarrollo", afirma la especialista médica. La experta sostiene que si, tal y como defiende el artículo, nacemos sin la habilidad de imitar, "significaría que las capacidades de análisis visual y la consecuente respuesta con una acción están en "vías" separadas en el neonato y necesitarían coordinarse con el tiempo para poder imitar". En ese caso, el interés médico radica en que "si algo interfiere en ese proceso de coordinación de ambos sistemas se alteraría la capacidad de imitar", prosigue Mas. La experta concluye explicando que le parece "excesiva" la contundencia que los investigadores utilizan al defender sus resultados, algo que, a su juicio, le ocurre en casi todos los estudios psicológicos.