Las dietas de moda no son solo cosa de humanos. Bueno, en realidad seguimos siendo nosotros los que caemos en ellas, pero no siempre para nuestra propia alimentación. Y es que últimamente están teniendo un gran auge algunas formas muy peligrosas de alimentar a las mascotas. Es el caso de la dieta BARF, que consiste en alimentar a perros y gatos básicamente a partir de alimentos crudos.

Eso incluye algunas frutas y verduras, pero sobre todo carne y pescado. En algunas ocasiones se congela antes, pero incluso así puede suponer un riesgo de zoonosis. Por eso, muchos veterinarios se han apresurado ya a advertir de los peligros que puede suponer la dieta BARF para nuestras mascotas, pero también para otros animales y humanos a su alrededor.

El riesgo llega a tal punto que incluso algunas clínicas veterinarias se niegan a atender a animales alimentados de esta forma. O, si lo hacen, tienen un estricto protocolo de desinfección posterior. Está claro que, si quienes más saben del tema quieren evitarlo, deberíamos seguir el ejemplo.

Argumentos con lagunas a favor de la dieta BARF

Los defensores de la dieta BARF para mascotas usan un argumento aparentemente muy sólido, pero con ciertas lagunas. Básicamente, se apoyan en el hecho de que, si nuestros gatos y perros fuesen salvajes, no comerían alimentos cocinados. Y es cierto. Del mismo modo que si nosotros no conociésemos el fuego, seguiríamos tomando carne cruda. Pero por suerte hace miles de años que lo descubrimos. Además, con el tiempo hemos ido perfeccionando las medidas de seguridad alimentaria, previniendo muchísimas enfermedades. ¿Debemos abandonar todo esto simplemente porque hubo un momento en el que no conocíamos la manera de hacerlo mejor? Lógicamente no.

Con los animales pasa lo mismo, como bien ha explicado en declaraciones a Hipertextual la veterinaria Fátima Blanco. “El hecho de empezar a convivir con humanos y adaptar su dieta a ello ha permitido que su esperanza de vida aumente significativamente”, señala. “Esto se debe a que las dietas cocinadas eliminan eficazmente patógenos que podrían provocar serias enfermedades”. 

Además, hay un error de base en asegurar que estos animales serían carnívoros en la naturaleza. Los gatos sí son carnívoros estrictos, pero los perros son omnívoros. De todos modos, la dieta BARF también puede incluir vegetales, así que en ese caso no iría desencaminada. Aun así, sigue sin ser defendible que se alimente a las mascotas con comida cruda.

Pero el tema de la alimentación natural de los perros y gatos no es el único argumento de los defensores de la dieta BARF. Muchos sostienen también que los piensos que generalmente se usan para alimentar a mascotas pueden contener toxinas y compuestos químicos peligrosos. Pero eso no es cierto; ya que, según cuenta Fátima Blanco, estos alimentos siguen controles muy exhaustivos, al igual que los que comemos los humanos. “Obviamente, como en alimentación humana, puede haber casos puntuales de algún producto en mal estado o intoxicaciones, pero precisamente por el exhaustivo control que se realiza se localiza rápido y se soluciona”.

En Europa, por ejemplo, dentro del marco de la Comisión Europea está el proyecto para el control de Calidad y seguridad de los piensos y alimentos para Europa (QSAFFE por sus siglas en inglés). Con él, se busca mejorar la calidad de estos alimentos para animales a través de técnicas de prevención de riesgos, pruebas de calidad y medidas para prevenir futuros problemas en relación con este tema. 

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Ni siquiera cumplen lo que prometen

La dieta BARF a menudo se ofrece como una opción mejor para las mascotas desde un punto de vista nutricional. Esta hipótesis se apoya en el hecho de que la carne cruda contiene enzimas digestivas que aumentan la disponibilidad biológica de muchos nutrientes que, además, podrían perderse con el cocinado.

No obstante, no hay suficientes evidencias científicas de que esto sea así. La mayoría de estudios no encuentran grandes beneficios a nivel nutricional en animales alimentados de esta manera. De hecho, en muchos casos ocurre lo contrario y pueden verse muchas sustancias desbalanceadas en sus analíticas. Pero incluso si realmente hubiese un beneficio, no llegarían a compensar el riesgo de zoonosis al que nos enfrentamos si alimentamos a nuestros animales de esta forma

La dieta BARF es un peligro de salud pública

Quizás en el pasado la palabra zoonosis nos pareciese algo exótico y poco común (aunque no lo era). Sin embargo, desde que la COVID-19 entró en nuestras vidas, somos más conscientes de todo lo que supone.

Se conoce como zoonosis al fenómeno por el que un patógeno se transmite de forma natural desde un animal hasta el ser humano. Puede ser directamente o con intermediarios. Por ejemplo, en el caso del coronavirus causante de la COVID-19, hay muchas evidencias de que surgió en los murciélagos. No obstante, se cree que pudo haber una especie intermedia que propiciara el salto y esa no está claro cuál pudo ser. En un principio se sospechó del pangolín, pero no es algo seguro.

A menudo, esas zoonosis se dan por incumplimientos graves en las medidas de seguridad alimentaria. Y eso, por supuesto, incluye comer alimentos crudos. Pero, llegados a este punto, podríamos hacernos una pregunta. Si la dieta BARF es para perros y gatos, ¿qué tenemos que ver los humanos? Pues, básicamente, todo. Las enfermedades pueden transmitirse a las mascotas, cosa que ya es suficientemente grave per se. Pero también pueden contagiarse a los humanos, a otros animales, o simplemente liberarse al medio.

“Las dietas crudas son una fuente de patógenos, que ni el pH ácido del sistema digestivo de perros y gatos, ni la congelación eliminan”, advierte Blanco. “Estos tienen un potencial peligro zoonótico que hay que tener muy en cuenta”. Además, la veterinaria refiere que “hay estudios confirmando la presencia de estos patógenos en las heces de estos animales, con hallazgos de bacterias resistentes a antibióticos”. Por lo tanto, es todo un problema de salud pública.

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Cuando tus mascotas se convierten en un peligro para el resto

A medida que se siguen publicando nuevos estudios sobre los peligros de la dieta BARF, muchos veterinarios ya están empezando a tomar medidas al respecto. Estas pueden ser de dos tipos.

Por un lado, hay clínicas que no aceptan perros o gatos que sigan este tipo de alimentación. Otras no llegan tan lejos, pero sí que tienen protocolos de aislamiento y desinfección para estos animales. No es para menos, pues ya hemos visto que suponen un riesgo zoonótico para otros perros y gatos o para los humanos a su alrededor.

De hecho, esto va más allá de las clínicas veterinarias. Y es que, si bien todos los propietarios de perros deberían recoger sus heces de la calle, en quienes alimentan a sus peludos con dieta BARF cobra un segundo sentido. “Realmente las deposiciones de esos animales están en la calle y, si no se recogen, ahí ya podemos tener una fuente de contagio”.

Sobran los motivos para tratar a nuestras mascotas como los animales domesticados del siglo XXI que son. Si ellos pudieran elegir, seguro que lo harían.