La receptividad positiva de Top Gun: Maverick es sólida. La película sigue avanzando en la taquilla. Los espectadores parecen satisfechos. La franquicia, que comenzó con la película estrenada en 1986, goza de buena salud. Tom Cruise, en el papel de Pete Mitchell, sigue respondiendo. Sin embargo, no es una película perfecta (ni está cerca de serlo). 

Entre Top Gun y Top Gun: Maverick la autorreferencialidad es enorme si pudiera medirse en cantidades. Hasta el punto de que el segundo rinde homenaje al primero y se anima a ir más allá en algunos aspectos clave, como la velocidad y la búsqueda de maniobras imposibles para distintos escenarios. Uno de los aspectos en los que no evoluciona la película es en el sentimental. 

Jennifer Connelly, en el papel de Penny Benjamin, cubre el espacio dejado por Kelly McGillis, quien interpretó a Charlotte “Charlie” Blackwood. Más allá del choque visual que produce la presentación de otro personaje, esta sirve para tratar distintos aspectos mal llevados en la producción y que se resienten durante la experiencia cinematográfica. 

Top Gun: Maverick y el amor perdido

La relación entre “Charlie” y “Maverick” surge de un juego, producto de una apuesta del protagonista con su amigo “Goose”. La complicidad entre ambos personajes se desarrolla a partir de esa anécdota y del posterior engranaje intelectual de los dos: “Charlie” descubre que “Maverick” es una mente privilegiada dentro de la aviación. El interés, en un principio sexual, muta hacia algo más. 

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Ese resumen de la relación entre ambos no tiene mayor referencia dentro del Top Gun: Maverick. Penny Benjamin se presenta como un personaje que forma parte del pasado de “Maverick” sin que esos antecedentes queden claros; mucho menos si se tiene en cuenta la reputación de Pete Michell. ¿Por qué se entiende esto como un descuido? Cinematográficamente pudo haberse resuelto.

Pudo hacer como ocurrió con el flashback o analepsis que hizo con el personaje de “Goose”. Un resumen de distintos hechos para que el espectador recuerde o conozca qué ocurrió con él y por qué es clave dentro del relato. En el caso de Penny Benjamin no se produce nada similar, más allá de algunos comentarios que permiten inferir parte de la relación. Teniendo en cuenta que se trata de una película que cierra una etapa, también habría convenido que se aclarara qué ocurrió con Charlotte “Charlie” Blackwood.

El efecto contraproducente

Mientras los aviones vuelan a máxima velocidad y el hombre se impone por sobre la máquina, “Maverick” aún no puede superarse a sí mismo en clave sentimental. No tiene a alguien por quien luchar, más allá de Bradley Cooper, interpretado por Miles Teller. Hasta que, con el pasar de la película, el personaje lo comprende y se anima a arriesgarse con los pies sobre la tierra en un terreno delicado para él: sus emociones. 

Tom Gun Maverick, el amor y la masculinidad fragil

Cuando esto ocurre, el vínculo con Penny Benjamin sigue sostenido con pinzas, sin que el espectador comprenda del todo el pasado al que ella y su hija le temen ni las razones por las cuales “Maverick” se apartó. Sin noticias sobre “Charlie”, la nueva relación sentimental carece del fondo que luego se le quiere dar. La ascendencia del personaje femenino no se logra sostener más allá de momentos específicos, como cuando ella le explica por qué es necesario que busque la manera de recuperar a “sus” pilotos, antes que el protagonista se convierta en el líder del equipo. 

En oposición con la primera película, en la que el vínculo sentimental entre los protagonistas tiene más desarrollo, en Top Gun: Maverick parece algo accesorio y que luego se ridiculiza con un par de escenas. En ellas, en vez de parecer una producción para la gran pantalla, evoca sensaciones más próximas a la telenovela latinoamericana. Entonces, la emotividad que varios de los momentos clave tiene no alcanza todo su potencial. Queda como un relato de hombres que solo hablan un lenguaje, uno en el que sus emociones son contenidas, reprimidas, transpirando masculinidad frágil, en un momento en el que distintas sociedades apuestan a todo lo contrario.

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