Geopolítica. Medio ambiente. Religión. Tradición. Mitos. Cada una de esas palabras es parte de la propuesta de Spriggan, un anime rico en contenido, repleto de referencias a diversas cuestiones (como las citadas) y un dibujo adecuado. Sin ser la mejor representación gráfica que se puede conseguir en la actualidad, funciona para acompañar el relato. ¿Qué resultado genera todo eso, en uno de los contenidos más recientes de Netflix? Lo vemos.

Spriggan cuenta la historia de una organización que protege distintas reliquias. Este organismo está compuesto por una serie de individuos con múltiples habilidades especiales y una tecnología de primera línea. ARCAM, dedicada a resguardar esos objetos especiales, es el ente que está por detrás de ese selecto grupo. Funciona como el brazo armado para atender misiones de alto riesgo porque exponen el equilibrio del mundo, sujetado de alguna forma por esas joyas de la humanidad. 

El principal encargado de velar por ellas es Yu Ominae, un joven que cuando entra en deberes se transforma en una máquina de guerra. Su paso por la primera temporada de Spriggan, compuesta por seis episodios, trata de una misión por cada capítulo. Salvo breves tramos, esto propicia un ritmo acelerado en el que la acción predomina en el relato, mientras se va construyendo la historia de ese chico de 16 años sobre el que reposa parte del futuro de la humanidad. 

Spriggan, acción a todo dar

Energía nuclear. Tecnología. Diplomacia. Ciencia. Asesinatos. Aunque Spriggan no trata ninguno de estos temas con la profundidad de un ensayo teórico-literario, tampoco es un anime en el que solo importa la acción. Se apoya en distintos mitos y leyendas para contar lo que desea: cómo es su protagonista. En ella, la existencia de súper seres, cual supersoldados del Universo Cinematográfico de Marvel, que por ventajas físicas, dopaje médico o tecnológico, pueden influir sobre diversas dinámicas políticas y sociales. 

Cada misión, es decir, cada capítulo, permite explorar de forma sutil distintas tradiciones. Desde mitos clásicos como el Arca de Noé hasta parte de la tradición asiática en relación con las artes marciales. El relato pone el mayor peso en las secuencias de acción, pero no se aleja de la construcción de los personajes. Por eso se descubre, entre otras cosas, que el cable a tierra de Yu Ominae son sus compañeros de escuela. 

Porque sí. Suceden ese tipo de particularidades propias del anime, con adolescentes asumiendo tareas de adultos mientras intentan compensar su vida. En el caso de Spriggan, los compromisos del joven lo relacionan hasta con la simbología nazi. Más allá de las conveniencias que se puedan encontrar, sirven para describir el mundo en el que se produce el relato y contrastar filosofías, como la oriental contra la occidental. ¿Una conclusión posible? Los seres humanos hacen todo lo posible para destruirse como especie. 

Esa estructura, las reliquias como medios para abordar distintos momentos y hechos históricos, se sostienen durante toda la primera temporada. Podría parecer monótona, sí, pero no lo es debido a su diversidad: una estructura clara para un anime que sabe qué experiencia quiere generar, hasta hacerlo con éxito. 

Durante los últimos años, Netflix viene haciendo esfuerzos por ampliar su base de contenido anime. Esa industria, manga y digitalización mediante, no para de crecer. En esa búsqueda, no toda propuesta resulta atractiva. Spriggan contradice esa tendencia, rescatando la obra escrita por Hiroshi Takashige, con el dibujo de Ryoji Minagawa durante el final de los años 60. Una reversión fresca y entretenida de una historia que, en su momento, generó mucho interés.

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