Con la adecuada perspectiva, resulta bastante impresionante hasta dónde ha llevado Netflix a una serie televisiva española como La casa de papel (2017-2021), que probablemente solo habríamos disfrutado en este país si la compañía de streaming no hubiese decidido adquirir los derechos y apostar por ella. Y ahora, con dos spin-off previstos, uno enfocado en el Berlín de Pedro Alonso, se le une un inesperado remake oriental: La casa de papel: Corea (desde 2022).

No cabe duda de que el molde de la creada por Álex Pina está ahí, pero la versión que ha dirigido Kim Hong-seon se revela muy diferente.

Para empezar, el contexto geográfico no es únicamente distinto, sino que sus guionistas optan por irse a un futuro muy cercano e inventarse un cambio considerable de la situación. Además, pese a que el recurso de la narradora persiste en cada capítulo con la voz en off, desdeñan los enigmas sobre su pasado y el relato más poliédrico y escogen lo común.

Van a cara descubierta, de modo que la intriga consiste por entero en descubrir lo que sucederá a continuación. Pero La casa de papel: Corea falla en varios aspectos importantísimos.

Por una parte, tanto los actores como sus personajes protagonistas carecen del carisma necesario para colocarse a la altura de los ibéricos. Y, si se analiza al Profesor de Yoo Ji-tae, parece indiscutible que nuestro Álvaro Morte se preocupó por aportarle al suyo muchos más matices.

La casa de papel: Corea

La casa de papel: Corea, dirigida por Kim Hong-seon, es tan desangelada y mediocre que ni siquiera consigue que nos inquiete lo que le ocurre a sus personajes principales. La situación política futurista del país que nos propone parece bastante curiosa, pero esto se queda en agua de borrajas porque ni el guion posee la elocuencia y la chispa del escrito por los españoles, ni la intriga logra absorbernos en ningún instante ni la propuesta audiovisual se luce lo más mínimo. Si queréis que os cuenten bien esta historia, será mejor que os quedéis con la serie original.

Puntuación: 2 de 5.

‘La casa de papel: Corea’, un atraco que nos importa un pimiento

En este pálido reflejo de la propuesta de Álex Pina, no se construye demasiado bien la óptica heroica de los atracadores, todo lo más, sujetos mayormente desagradables y casi siempre pueriles, y ni siquiera experimentamos empatía por ellos, algo indispensable en una historia como esta. Tampoco, la verosimilitud, que se resiente en los giros, las soluciones y en la evolución sentimental de determinados personajes. O una elocuencia siquiera parecida a la que se encontraba en los guiones del robo español.

la casa de papel: corea crítica netflix
Netflix

Su desarrollo rutinario se precipita, con Kim Hong-seon no muy atento a los detalles ni a que han montado los episodios de La casa de papel: Corea con un ritmo inoportunamente desaforado a veces. Y, aunque nos brindan puestas en escena y planificaciones con cierto vigor, algunas excesivas en transiciones aceleradas de un enfoque al siguiente, en absoluto se aproximan al montaje potentísimo de la obra primigenia, mucho más minuciosa y alejada de lo funcional.

Esta última es fruto de una imaginación febril y de un talento para la composición audiovisual muy evidentes, y cada pormenor de esta ha sido considerado por Álex Pina y su equipo para originar y mantener la hipnosis de los espectadores. Pero el cineasta coreano, al que ya se le debían múltiples capítulos de otras series como Black (2017), Voz (2017-2019), Son: The Guest (2018) o Luca (desde 2021), no le llega ni a la altura del betún en lo suyo, por lo que se ve.

Un elenco conocido en todo el mundo al que desaprovechar

Ya le gustaría, por otra parte, al compositor Kim Tae-seong haber entregado una partitura con la energía abrumadora de la que resuena en nuestros oídos por cortesía de Iván Martínez Lacámara y Manel Santisteban, que hasta tiene ecos de la de Hans Zimmer pera Interstellar (2014) o la de Tom Holkenborg para Mad Max: Furia en la carretera (2015). Ahí es nada, amigos. Mientras que la del músico oriental para La casa de papel: Corea cumple pero no provoca éxtasis alguno.

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Triste resulta el reconocimiento de que Kim Hong-seon han procurado reunir en el desangelado remake de Netflix a un puñado de intérpretes a los que el público internacional recuerda de producciones exitosas. Jeon Jong-seo, su Tokio, encarna a Shin Hae-mi en Burning (2018); a Yoo Ji-Tae, el Profesor, le identificamos por el Woo-jin Lee de Old Boy (2003); y a Kim Yoon-jin, trasunto de Raquel Murillo como Seon Woojin, por su Sun-Hwa Kwon de la celebérrima Lost (2004-2010).

Pero no son los únicos. El Berlín de La casa de papel: Corea posee el rostro de Park Hae-soo, a cuyo Cho Sang-woo de El juego del calamar (desde 2021) no habréis olvidado; y Park Myeong-hoon, en el papel de su Arturito particular como Cho Youngmin, es nada menos que el Geun Se, de la oscarizada Parásitos (2019). Y su implicación no basta para que los seis primeros capítulos levanten el vuelo desde esta rampante mediocridad que nos llega en streaming desde Oriente.