La historia de la aviación civil, comercial y militar nos ha entregado un sinfín de aeronaves sencillamente espectaculares; entre tantas, el Antonov An-225 Mriya. Estamos hablando de uno de los aviones de carga más impactantes del siglo XX, que tuvo lazos estrechos con el programa espacial de la Unión Soviética, pero que posteriormente pasó al olvido durante años; que ya en el siglo XXI se reinventó para transportar cargas imposibles a todas partes del mundo, y que encontró su trágico final en 2022 durante la guerra de Ucrania.
El Antonov An-225 ha sido único en varios sentidos. Para empezar, porque solo se fabricó uno de su tipo. Pero también porque a lo largo de su historia operativa ha marcado varios récords que todavía se mantienen vigentes y que, muy probablemente, continúen de esa manera por bastante tiempo. Partiendo de la base de haber sido el medio de transporte aéreo más pesado y capaz, se ganó el mote del avión más grande del mundo.
También se ha destacado por ser uno de los últimos grandes desarrollos aéreos de la Guerra Fría, cuando la URSS quemaba sus últimos cartuchos en su histórica disputa con Estados Unidos antes de afrontar su irremediable disolución. Pero a lo largo de su vida fue mucho más que un simple símbolo de una época marcada por los gigantescos avances de la industria aeroespacial. Mucho, mucho más.
El Antonov An-225 nace como una pieza más del programa soviético Energia-Buran
Los primeros indicios del Antonov An-225 datan del programa espacial de la Unión Soviética, ya que el avión fue una pieza clave del desarrollo del transbordador espacial Buran y el gigantesco cohete Energia en la década de 1980. Su diseño se encomendó al ingeniero Viktor Tolmachev, quien partió de la base de otra de sus creaciones, el Antonov An-124 Ruslan, para darle vida al colosal espécimen.
El proyecto del Antonov An-225 se puso en marcha en 1985 y avanzó en tiempo récord, ya que la aeronave voló por primera vez en 1988. La intención de los soviéticos era usarlo para mover las piezas esenciales de su programa de transbordador espacial desde Moscú hacia el Cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán.
Nikolay Kalashnikov, jefe de ingenieros a cargo de desarrollar el avión, le manifestó a BBC en 2017 que las autoridades de la URSS consideraban que era más barato producir el Antonov An-225 que construir una carretera que uniera la capital rusa con el territorio kazajo ya que, de hacerla, debía cruzar dos ríos y atravesar los Montes Urales.
Mucho más que una versión extendida del 'Ruslan'
Si bien Antonov se basó en el An-124 para desarrollar el An-225, no eran aeronaves calcadas que solo se diferenciaban por ser una más inmensa que la otra. Ciertamente, compartían elementos técnicos, mecánicos y de diseño, pero el Mriya tenía características particulares que lo hacían único más allá de su tamaño.
No obstante, es innegable que los números detrás de este gigante eran impactantes. El Antonov An-225 medía 84 metros de largo por 18,2 metros de alto, con una envergadura de 88,4 metros. Utilizaba seis motores Progress D-18T, capaces de un empuje máximo de 23.400 kilogramos-fuerza cada uno durante el despegue. El tren de aterrizaje, en tanto, estaba compuesto por 32 ruedas, 4 bajo la nariz y las 28 restantes en la sección principal, a mitad del fuselaje.
El estabilizador horizontal en la cola de la aeronave medía 32 metros y presumía de estabilizadores verticales en sus extremos que lo hacían ver aún más intimidante. Y todavía no hemos hablado de peso...
Antonov An-225, una maravilla única en el mundo
El Antonov An-225 pesaba 250.000 kilogramos cuando estaba descargado y podía llevar otras 250 toneladas en su interior. En caso de ubicar la carga encima del fuselaje, el máximo que podía trasladar era de 200.000 kilogramos. Se estima que su peso máximo al despegue (MTOW) era de 600.000 kilogramos.
Y la carga que se colocara por encima del fuselaje podía ser de hasta 70 metros de extensión. Esto quiere decir que el cohete Energia, que impulsaba al transbordador espacial Buran, tenía espacio de sobra para viajar "cómodo" montado sobre la estructura de esta mole, considerando que medía poco menos de 59 metros.
En cuanto al alcance, los números también sorprenden. Descargado, el Antonov An-225 podía volar por 15.400 kilómetros, una autonomía que —lógicamente— se reducía drásticamente al añadirle peso. No obstante, la aeronave podía recorrer unos 9.600 kilómetros llevando hasta 100.000 kilos de carga, o 4.500 kilómetros con 200.000 kilogramos. Esto les daba a los soviéticos un margen mucho más importante que el logrado por la NASA de la mano de los Shuttle Carrier Aircraft, salvando las distancias en cuanto al tamaño de ambas aeronaves.
Los Boeing 747-100 utilizados para transportar el transbordador espacial estadounidense no podían volar más de 2.000 kilómetros. Es cierto que estos no se pensaron de fábrica para transportar los 80.000 kilogramos de un vehículo orbitador sobre el fuselaje, sino que fueron adaptados a partir de aeronaves comerciales.
Esto no les quita méritos ni a unos ni a otros, sino que prueba dos enfoques distintos para lograr un mismo resultado. Aunque es un hecho que, en cuanto a utilidad, el Shuttle Carrier Aircraft de la NASA le terminó sacando varios cuerpos de distancia al Antonov An-225. Pero no por capacidad operativa de las aeronaves en sí, sino por los disímiles destinos que tuvieron los programas del transbordador espacial de EE.UU. y la URSS.
Brillar con el Buran, su cuenta pendiente
El Antonov An-225 fue una obra maestra de la ingeniería aeronáutica que se construyó en tiempo récord, pero que prácticamente no se utilizó para su fin original. Y en esto ha tenido que ver muchísimo un evento histórico no menor: la disolución de la Unión Soviética.
Si bien la aeronave se fabricó para trasladar el orbitador Buran y el cohete Energia de Moscú a Kazajistán, comenzó a operar cuando el programa del transbordador espacial de la URSS entró en declive.
El primer vuelo del Antonov An-225 se registró el 21 de diciembre de 1988 y duró una hora y 14 minutos. El evento resultaría solamente anecdótico, de no ser porque se produjo poco más de un mes después del primer —y a la postre único— lanzamiento del Buran, registrado el 15 de noviembre.
Esto significa que a lo largo de su historia operativa, el gigantesco avión nunca trasladó al transbordador en una misión destinada a devolverlo al espacio. Así, una de sus experiencias más notorias cargando el orbitador fue durante su presentación en el Paris Air Show de 1989; es decir, una actividad netamente promocional.
Con el colapso de la URSS, era solo cuestión de tiempo antes de que se le empezara a bajar la persiana a los proyectos rusos más grandilocuentes. El programa Energia-Buran se canceló oficialmente en 1993, sin registrar otro vuelo al espacio más que aquel logrado en 1988; mientras que el Antonov An-225, ya con la bandera de Ucrania, dejó de volar en 1994 por motivos económicos.
Los años en el olvido y la recuperación
Desde que la aeronave se vio obligada a dejar de operar, pasó prácticamente siete años varada en un hangar. Con el paso del tiempo, su destino parecía ser cada vez más evidente; especialmente, cuando le extirpaban nuevas partes para suministrarlas a otros aviones en operación. Así, por ejemplo, le quitaron los motores para aprovecharlos en la flota del An-124 Ruslan. Y se estima que distintas partes del instrumental y sus luces de aterrizaje también se reubicaron en otros proyectos de la compañía con sede en Kiev.
Sin embargo, a medida que la década de 1990 avanzaba, comenzaron a darse casos en los que los aviones de carga disponibles comenzaron a quedar chicos. Hasta el Antonov An-124, que de chico no tenía nada pero ni siquiera se asemejaba a las posibilidades de su "hermano mayor" caído en desgracia. Así fue como a comienzos de los 2000 se comenzó a barajar la posibilidad de reactivar el Antonov An-225.
Desde que el gigantesco avión voló por primera vez en 1988, fueron varias las oportunidades en las que se habló públicamente de crear una flota de este modelo. Sin embargo, eso nunca sucedió. Por ello no sorprende que, a pesar de haberse mencionado nuevamente la idea en 1999, finalmente se optara por recuperar el único ejemplar que supo estar operativo.
Gracias a los 20 millones de dólares aportados por Motor Sich, la empresa encargada de producir los motores Progress D-18T, Antonov puso el An-225 nuevamente en condiciones. La máquina volvió a surcar el cielo en mayo de 2001, en un vuelo de pruebas de apenas 15 minutos.
Desde entonces, el majestuoso aparato se mantuvo operativo a las órdenes de Antonov Airlines, hasta encontrar su amargo final en febrero de 2022, cuando fue destruido por Rusia en la guerra con Ucrania. Ciertamente, no se encontraba todo el tiempo en el aire; después de todo, se estima que cada hora de vuelo tenía un costo aproximado de 30.000 dólares. Pero cuando se lo necesitaba, estaba a la orden.
Durante la pandemia de la COVID-19, el Antonov An-225 cumplió un rol logístico crucial al ser aprovechado para trasladar insumos médicos por todo el mundo. En los primeros meses de confinamiento a nivel global, llevó equipamiento desde China hacia otros países; y los vuelos de este tipo se hicieron recurrentes hasta sus últimas días. De hecho, su último viaje comercial fue a comienzos de febrero pasado, cuando llevó casi 90 toneladas de tests para detectar la COVID-19 a Kirguistán y Dinamarca, provenientes del gigante asiático.
Su destrucción
La destrucción del Antonov An-225 se produjo en el combate que se desató en el Aeropuerto Antonov, ubicado a unos 10 kilómetros de Kiev, que tuvo lugar entre el 24 y el 25 de febrero pasado. Sí, en los primeros dos días de la invasión rusa a territorio ucraniano. La aeronave se encontraba en su hangar cuando se desató el conflicto bélico y terminó pagando las peores consecuencias.
En un principio las informaciones con respecto a su situación eran contradictorias. Primero se dijo que la aeronave no había sufrido daños pese al enfrentamiento entre las fuerzas armadas rusas y ucranianas. Sin embargo, con el correr de las horas se comenzó a especular con fuerza sobre su posible destrucción, lo que se confirmó el 27 de febrero con un tuit publicado por la cuenta oficial del gobierno de Ucrania.
"El avión más grande del mundo, 'Mriya' (El Sueño), fue destruido por ocupantes rusos en un aeródromo cerca de Kyiv. Reconstruiremos el avión. Cumpliremos nuestro sueño de una Ucrania fuerte, libre y democrática", decía la publicación.
Con el paso de los días comenzaron a aparecer imágenes que ratificaban la destrucción del Antonov An-225. Las fotos y los vídeos de la nariz y una parte de las alas arrancadas del fuselaje se convirtieron rápidamente en postales del infame final del avión más grande del mundo.
¿Por qué solo se construyó un Antonov An-225?
La respuesta corta y simple es: por motivos económicos. Un segundo Antonov An-225 comenzó a fabricarse en los años 80, pero nunca se completó. La caída de la URSS, la cancelación del programa Buran y la nula actividad de la unidad completada durante más de un lustro, fueron motivo suficiente para no avanzar.
El proyecto se intentó revitalizar en múltiples oportunidades, logrando avances temporarios. En 2018, un informe de CNN reveló que el fuselaje de la unidad no terminada se encontraba por entonces archivado en un almacén en Kiev. La compañía aseguraba que el segundo Mriya estaba avanzado en un 70%, y que para completar el 30% requería de una inversión de entre 250 y 350 millones de dólares.
Vale mencionar que el desarrollo del An-225 estuvo a punto de pasar a manos de China en 2016. De hecho, la propia Antonov hizo público el acuerdo con CASIC (China Aerospace Science & Industry Corporation Limited); el mismo contemplaba que los chinos accedieran a los derechos y datos técnicos del avión de carga para producirlo bajo licencia, aunque finalmente no ocurrió por problemas logísticos.
Pero la destrucción del único Antonov An-225 en la guerra de Ucrania reactivó el interés por la unidad que quedó a medias. Especialistas de la industria aeronáutica han mencionado que el método más efectivo de devolverle la vida al avión más grande del mundo sería tomando los elementos recuperables de la versión destrozada y acoplándolos al segundo fuselaje. Esto ayudaría a recuperar más rápidamente un activo de enorme valor para Ucrania, aunque cualquier intento por completar el segundo An-225 está lejos de ser barato.
En mayo, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky le manifestó a un grupo de estudiantes que desea reconstruir el Mriya como un homenaje a los pilotos ucranianos fallecidos en la guerra, especialmente en Mariúpol. Y también reveló un acercamiento al gobierno de Turquía para afrontar el desarrollo, pero sin lograr el financiamiento necesario.
"Queríamos construirlo, necesitábamos $800 millones. Hice un llamamiento al presidente de Turquía con una propuesta para construir el segundo Mriya, pero no encontramos el dinero. Pero en este caso, no es una cuestión de dinero, es una cuestión de ambición. Nos contactó Ukroboronprom, el equipo de Antonov. Se trata de la imagen de nuestro país y de todos los excelentes pilotos profesionales que murieron en esta guerra. Construir un Mriya por el bien de la memoria de los héroes es la posición estatal correcta".
Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania.
En las últimas horas, el multimillonario Richard Branson, de Virgin Group, estuvo presente en Ucrania y recorrió el Aeropuerto Antonov, donde el An-225 destruido permanece en su hangar. Según publicó el Parlamento ucraniano en Twitter, el empresario se interesó en las posibilidades de recuperación de las instalaciones, aunque no se hizo mención al futuro de la mítica aeronave.
El Sueño
La historia del Antonov An-225 tiene un poco de todo. El colosal proyecto nació, como tantos otros, en una época de avances tecnológicos que se dieron a pasos agigantados por la rivalidad entre Estados Unidos y la URSS por la Guerra Fría. Sin embargo, pasó al olvido durante años para favorecer a otras aeronaves.
Pese a los problemas y la canibalización, el Mriya supo reinventarse y convertirse en un ícono de Ucrania, aunque terminó pagando las consecuencias de un conflicto bélico que ha sido condenado globalmente, pero que todavía está lejos de resolverse.
El Antonov An-225 le hizo honor a su nombre: fue un Sueño hecho realidad. Y mientras se debate qué será de su futuro, el gigante "duerme" a la espera de definiciones.