A la hora de buscar indicios de vida más allá de la Tierra, los científicos no se centran solo en otros planetas. También podrían encontrarla en la Luna, por ejemplo. En la nuestra o en la de cualquier otro planeta. Es el caso de Europa, pues recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Stanford y la NASA ha encontrado indicios de agua superficial en este satélite de Júpiter. 

Ya se sabía que tenía agua. Sin embargo, una costra de hielo impedía estudiarla en profundidad. Era un obstáculo, o al menos eso creían, pues precisamente esta capa helada ha sido la que ha permitido a estos científicos sospechar que podría haber bolsas de agua mucho más superficiales. Y el hecho de que sean superficiales no es una nimiedad, pues esa cercanía a la superficie podría permitirle captar nutrientes procedentes de cuerpos celestes vecinos y, con ello, generar un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de vida.

¿Significa eso que hay vida en Europa? En el continente sí, en la luna de Júpiter no lo sabemos. Simplemente existe la hipótesis de que hay una de las piezas importantes para que pueda haber vida. Pero incluso si esa pieza fuese real, no se puede estar seguro de que indique la presencia actual o pasada de seres vivos. Aun así, es un hallazgo de lo más emocionante, porque sí que supone un buen hilo del que comenzar a tirar.

Europa, la más pequeña de las lunas galileanas de Júpiter

En 1610, el físico Galileo Galilei estaba observando Júpiter con un telescopio fabricado por él mismo cuando algo llamó su atención. En las inmediaciones del planeta había tres estrellas, que tras varios días de observación resultaron ser cuatro y girar alrededor de él. Las bautizó como astros mediceos, en honor a su antiguo alumno Cosme II de Medicis. 

No obstante, tras las observaciones posteriores y más precisas de otros astrónomos se decidió cambiarles el nombre. Se concluyó que se trataba de satélites de Júpiter. Por eso, esta vez en honor a su descubridor, se bautizó a su conjunto como lunas galileanas. Cada una de ellas también recibió un nombre por separado: Europa, Ío, Calisto y Ganímedes

Las Lunas de Júpiter fueron descubiertas por Galileo Galilei en 1610

Europa es la más pequeña de ellas y quizás también la más joven, pues su reducido número de cráteres indica que no ha habido muchos impactos en su superficie. Se cree que puede contener oxígeno y durante mucho tiempo se ha pensado que bajo su capa de hielo puede haber agua líquida. Todo apunta a ingredientes indispensables para la vida, por lo que fue uno de los principales objetivos de la sonda Galileo, con la que la NASA llevó metafóricamente al físico de nuevo hacia su descubrimiento, casi 400 años después, en 1995. 

Los datos tomados por aquel entonces siguen estudiándose en la actualidad y han sido precisamente los que han ayudado a desarrollar la nueva hipótesis que se acaba de publicar en Nature Communications.

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Serendipia y vida extraterrestre

Muchos de los grandes hallazgos científicos se obtienen por casualidad. Esto es algo conocido como serendipia y fue precisamente lo que llevó al desarrollo de esta investigación reciente.

Uno de los autores del estudio, el estudiante predoctoral de la Universidad de Stanford Riley Culberg, estaba desarrollando una investigación que no tenía nada que ver con Júpiter, y mucho menos con Europa.

El hallazgo ocurrió por casualidad, cuando un científico que estaba estudiando el hielo de Groenlandia vio los resultados de otros grupo de investigación sobre Europa

Especializado en ingeniería electrónica, se encontraba analizando computacionalmente las estructuras de hielo presentes en Groenlandia. Es importante, pues el crecimiento y el retroceso de las capas de hielo pueden ayudar a comprender el aumento del nivel del mar y, así, establecer modelos predictivos de diferentes escenarios asociados al cambio climático.

Disponía de datos procedentes de radares empleados entre 2015 y 2017 en la Operación IceBridge, de la NASA. Estos mostraban una curiosa estructura en forma de doble cresta que, según los datos disponibles, debió formarse porque el hielo se fracturó alrededor de una bolsa de agua líquida presurizada que se estaba volviendo a congelar. 

Culberg estaba barajando todos esos datos cuando acudió en su Universidad a una presentación de un grupo de investigación que estaba estudiando la superficie de Europa en base a los datos de la sonda Galileo. Esto es algo bastante común en ciencia. Los investigadores hacen presentaciones periódicas de sus resultados para que sus compañeros puedan estar al tanto.

Aunque no era su especialidad, el estudiante predoctoral acudió a esta y algo llamó poderosamente su atención: la luna de Júpiter tenía una estructura de doble cresta muy parecida a la que él estaba estudiando en Groenlandia. Eso significaba que tenía ante él los datos de un análogo terrestre de Europa, que podría ayudar a discernir si realmente podría haber vida en esta luna de Júpiter. Decidió hablarlo con estos científicos y todos comenzaron una colaboración que desembocó en una nueva hipótesis muy interesante.

Claves ocultas en el hielo de Europa

Partiendo de la base de Groenlandia, se pudieron realizar modelos de lo que podría estar ocurriendo en Europa. Así, estos científicos llegaron a la conclusión de que las crestas debieron formarse porque el agua de un océano superficial subió por el hielo a través de distintas fracturas, dando lugar a esos picos tan característicos.

Por lo tanto, la hipótesis de que realmente pudiera haber agua superficial en Europa cobró de nuevo mucha fuerza. Hasta ahora eran suposiciones, pero esta vez disponían de datos tangibles. Datos tomados en la Tierra, en un lugar con un fascinante parecido con la apariencia de la luna de Júpiter.

En un futuro, estos científicos esperan disponer de un radar de penetración de hielo

En un futuro, estos científicos esperan disponer de un radar de penetración de hielo para ver más allá de esa costra helada de Europa. Solo de este modo podrían comprobar si, efectivamente, hay agua superficial en la luna galileana. De ser así, estaríamos ante un lugar interesante en el que buscar indicios de vida, presente o pasada. Cabe recordar que no se trataría de hombrecitos verdes, pero la más mínima forma unicelular de vida sería un motivo de celebración. Aun así, no lancemos las campanas al vuelo, pues esos indicios pueden significar otras muchas cosas. Paso a paso, de momento tenemos bastante con lidiar con algunas formas de vida aquí en la Tierra. 

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