En una de las escenas de la película de Netflix Granizo, de Marcos Carnevale, Miguel Flores (encarnado por Guillermo Francella) insiste en que predecir el tiempo “es un arte”. Lo dice en medio de la sorpresa general debido a sus acertados pronósticos. Este meteorólogo casi infalible se ha convertido en una celebridad en Argentina. Un hombre al que se le respeta por su capacidad para ser famoso en una rareza. Hay algo devoto en la confianza que la ciudad de Buenos Aires profesa por Miguel. En especial, por lo singular de su precisión y la forma en que reacciona su peculiar y variopinto público. 

Y de hecho, es esa percepción de lo fantástico bajo lo usual lo que convierte a Granizo en una rara mirada a la cultura latinoamericana. Quizás por ese motivo, la película de Netflix se convirtió en un sorpresivo éxito de fin de semana en la plataforma. Pero más allá de eso, el argumento es una combinación extravagante de varias puntos que combinados entre sí, crean una comedia singular. Desde el sentido del humor del icono de la comedia argentina Guillermo Francella, hasta la noción sobre el realismo mágico. Granizo parece crear un equilibrio adecuado e imprevisible entre varios géneros. También, convertirse en una extraña versión sobre el usual tropo de milagros inesperados pero en un contexto mucho más estrafalario. 

Con su tono costumbrista, risa fácil, pero en especial su acento en la identidad argentina, Granizo es un recorrido por lugares novedosos del cine del continente. A la vez, una vuelta de tuerca a los habituales dramas sobre la fama y el reconocimiento, los vínculos familiares y al final, el asombro. Con su considerable carga emocional pero en especial, la atención a la idea de lo maravilloso, Granizo puede parecer una premisa confusa. Pero en realidad, es un trayecto bien planteado — al menos en su primera parte— a través de lo tradicional y lo anecdótico. Una mezcla interesante que esta ocasión, dio buenos resultados. 

Una comedia que se ríe de sus propia inconsistencia 

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En Granizo, Miguel es un meteorólogo de renombre que está convencido que posee un “don”. Uno que le permite predecir el clima con exactitud. No importa que buena parte de su público no esté muy convencido del método o del hecho de que su trabajo podría ser sustituido por la tecnología. 

Con una vanidad casi preocupante, Miguel no duda que “seis años de estudio” y veinte años de oficio le ponen por encima de toda la incredulidad. Y de hecho, basa su fortaleza en una actitud arrogante sobre su capacidad para predecir. Una disyuntiva que el director utiliza para mostrar, en cierta forma indirecta, cómo en Latinoamérica se percibe la fama y la celebridad. Miguel es un rostro reconocido, pero también una figura casi simbólica. Carnevale pone considerable interés en dejar claro que Miguel utiliza el reconocimiento como bastión. Y que su público le profesa una ciega confianza que puede resultar casi peligrosa. 

Cuando uno de sus pronósticos resulta erróneo toda su larga carrera se viene abajo, la película de inmediato cambia de tono

En varias ocasiones Miguel parece ser el símbolo de una idea muy arraigada sobre la influencia y el reconocimiento. Porque de hecho, cuando uno de sus pronósticos resulta erróneo toda su larga carrera se viene abajo. La película de inmediato cambia de tono y forma para mostrar el desastre. Y hacerlo bajo la concepción que en la misma medida que Miguel era querido, ahora resulta repudiado. No se trata de un fenómeno desconocido en tiempos de redes sociales y grandes enfrentamientos virtuales, pero Granizo lo analiza desde una perspectiva fresca. O al menos lo intenta. Miguel, ahora un paria, es el centro del rechazo, el odio y la animadversión de sus fas. Una circunstancia para la que no estaba preparado y de hecho lidia con torpeza. Una mirada ingeniosa sobre el poder de la celebridad y sus baches más oscuros.

Granizo: una historia singular entre lo emocional y lo paródico

Es entonces, cuando Granizo cambia de dirección y quizás, llega a uno de sus puntos más bajos. Carnevale empalma este golpe adverso en la vida de Miguel, con su necesidad de volver al origen. De replantearse la vida como hasta ahora la ha vivido y comenzar un trayecto hacia una redención disparatada. Sin duda, se lamenta que Granizo no siga su peculiar premisa original para escoger una narración más evidente y mucho menos elocuente. Cuando Miguel trata de recuperar lo perdido a fuerza de entender de dónde proviene en realidad todas sus convicciones encontrará un punto gris que debe superar. 

Pero la película de Netflix pierde su originalidad y frescura al forzar su argumento a lugares comunes. Con todo, para sus últimas escenas y en la mejor tradición latinoamericana, la magia llega para remediar entuertos. Es entonces cuando la historia toma un cariz casi inocente, amable y absurdo. No del todo creíble, pero al menos deja claro que hay mucho más de lo obvio en una historia con más puntos bajos que altos. Aun así, se trata de un recorrido por la cultura de un continente, su idiosincrasia y sentido del humor. El curioso secreto del éxito de Granizo.

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