Pachinko, la serie basada en el libro del mismo nombre de Min-Jin Lee, ha sido todo un reto para Apple TV+. No solo se trata de una reinvención de una novela de culto, que transcurre en dos líneas temporales simultáneas y en tres idiomas. También es un recorrido por una pléyade de personajes, profundamente sensibles, singulares y complejos. La apuesta era elevada después de la crítica dividida alrededor de Fundación, basada de Isaac Asimov. Pero en esta ocasión, el servicio de suscripción logró la combinación justa entre un guion impecable, una puesta en escena brillante y un sentido de la atmósfera conmovedor.
La novela del 2017 es una exploración sensible acerca de los lazos que unen a una familia en medio de una dolorosa emigración. Pachinko capta lo mejor de esa noción sobre la intimidad compartida, la ternura y el miedo para crear algo sublime. Pero en especial, pone interés en el tránsito físico y emocional de lo cultural, geográfico e histórico. La serie atraviesa lugares extraños en dramas parecidos, especialmente cuando analiza las heridas que provoca el desarraigo. Pero lo hace desde un punto de vista que exalta la percepción sobre la diferencia, la belleza y el tiempo.
De hecho, uno de los puntos que más se agradece de Pachinko es que no se trata con exactitud de un drama. Más bien es una obra emocional que profundiza en la naturaleza humana desde sus heridas y esperanzas. Por supuesto, también lo histórico lleva su peso y uno muy incómodo. Cuando una familia coreana emigra al Japón ocupado por su país, la tensión del rechazo y el odio crea un contexto poderoso. Tan venenoso como para que toda Pachinko tenga cierto regusto amargo. La producción del creador Soo Hugh y el dúo de directores Kogonada y Justin Chon, logra que el discurso sea frontal poderoso y sensible. Una percepción multicultural y multiétnica sobre la identidad, el tiempo que transcurre y también, la concepción sobre el individuo en un mundo herido.
Pachinko: una historia en un coro de voces
Por supuesto, recrear las diferencias culturales entre Japón y Corea es un reto. Mucho más cuando ocurre en una familia que está batallando por encontrar un lugar en el mundo. La concepción sobre los personajes de Pachinko está firmemente relacionada con la idea de las grietas que los dividen entre sí. Pero a la vez, los puntos en común en que pueden narrar la historia que recorren en conjunto. Los directores también han logrado que las cuatro generaciones y las dos líneas de tiempo simultáneas de la narración, sea un todo brillante.
Y mientras el guion retrocede y avanza para contar cómo la emigración es un puente, pero también un trauma a sanar, la serie de Apple TV+ se hace más entrañable. Al mismo tiempo, un escenario movedizo, intuitivo y audaz para construir la concepción del tiempo que avanza y las experiencias que unen y separan. La historia de Sunja, que intenta sobrevivir en una Corea ocupada por Japón no es sencilla de narrar. En especial, cuando debe atenerse al contexto histórico y al hecho que el personaje lidia también, con un recorrido interior lóbrego.
Abrumada por un futuro incierto, Sunja decide emigrar. No solo para escapar de una situación vergonzosa, sino en busca del futuro. Pachinko podría confundirse con las innumerables historias sobre el desarraigo cultural que se han hecho populares la última década. Pero en lugar del odio y el rencor entre nacionales, la serie de Apple TV+ pone un raro hincapié en la experiencia del rechazo cultural. Mucho más sutil, extraño y complicado de definir, la forma en que Sunja descubre son tratados los coreanos en Japón es una revelación sobre la cultura. Acerca de quién es y qué espera ser. Mucho más cuando Pachinko comienza a enhebrar los hilos de una historia que converge con la suya con inteligente delicadeza.
Un juego y una apuesta alta
Pachinko es un juego que durante los primeros años del siglo XX fue considerado ilegal. Por extraño que parezca, esa ilegalidad hizo que se convirtiera en una forma de rebeldía entre los coreanos atrapados por la invasión Japonesa. En su primera línea de tiempo, Pachinko muestra la eventualidad como una percepción de subversión. En la segunda, como un recuerdo de lo que fue un país dividido, herido y en busca de identidad.
Sin embargo, quizás lo más estremecedor y emocional es la mirada al pasado y al futuro. La pequeña Sunja (Jeon Yu-na), su versión adolescente (Kim Min-ha) y la más anciana ( Youn Yuh-jung), son tres caras del tiempo. También, un homenaje a un recorrido profundo sobre la identidad. Para su último capítulo, Sunja es algo más que un personaje. Es también, la encarnación de varias ideas dolorosas sobre la vida y sus pequeñas batallas. Un reflejo delicado sobre una épica familiar de largo alcance.